Este libro se prestaba para comenzar a leerlo con cierto prejuicio. Un best seller, escrito por una de esas autoras latinoamericanas formadas en Europa, que narra una historia ambientada en un país sudamericano, con los elementos necesarios para el género: lectura rápida salpimentada de erotismo y política. Podía plantearnos una trampa, de entrada, y así fue.
Hasta promediar la novela, la materia narrada gira en torno a la relación entre dos mujeres jóvenes (una española, Morgana; y una francesa, Sophie), totalmente distintas en cuanto a carácter, pero que terminan creando sus propios códigos de convivencia. A pesar de su amistad, ambas tienen secretos que no se confiesan; una, desde lo sentimental; la otra, desde lo emocional. Diego (el padre de Sophie) será el punto que las unirá todavía más, pero que también terminará separándolas. La historia transcurre en Santiago de Chile a comienzos de la década del 70. Diego es chileno y trabaja como asesor para el gobierno de Salvador Allende; ese será el punto desencadenante de la segunda parte del libro.
Así como los golpes militares han dejado su huella en la historia de este continente, también han quedado registrados en la literatura que aquí se produce. Es una cicatriz que atraviesa nuestra obra conjunta; y si a veces no es el tema principal, sí lo es como referencia.
Los acontecimientos banales que se suceden y acumulan en los primeros capítulos, tomarán sentido en los capítulos finales, aportando dramatismo a una historia fascinante. Ni el erotismo ni la política serán los puntos culminantes; ambos serán tocados con mucha prudencia y hasta con cierta distancia. La sutileza los ubicará donde corresponde: son referencias para la historia que la autora nos cuenta.
La narración de Carla Guelfenbein está resuelta en capítulos breves que le permiten trabajar diferentes tiempos con gran soltura y, lo que es importante para el lector, sin complicar la trama. La escritura es profunda y delicada a la vez, sin estridencias; el retrato de la época y de los personajes está sugerido, más que explicitado, con verdadera maestría. Ella sabe que nosotros sabemos de qué nos habla, por eso las explicaciones estarían de más; por ello la sobriedad de algunos capítulos roza la perfección.
Sin embargo, debo marcar dos puntos con los que no coincido: la caprichosa relación entre el 11 de setiembre de 1973 (fecha del golpe militar chileno), y el 11 de setiembre de 2001 (atentado a las Torres Gemelas en New York); y el título del libro: Nadar desnudas. Si bien es parte de un capítulo y puede defenderse desde cierto rebuscamiento (siempre hay alguna teoría para justificar cualquier capricho), se trata de un título con una finalidad abiertamente comercial.
Algo para agradecer es el final abierto de esta novela, teniendo en cuenta la crueldad del tema tratado. Eso hace que el texto continúe en nuestra memoria, y que seamos nosotros los encargados de ponerle fin.
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Rogelio Ramos Signes