Una lección de óptica

La narración de un viaje, de un amor y de una muerte extraña.

MANO A MANO. Fabián Soberón dialoga con Ricardo Piglia en el departamento porteño   del autor de  MANO A MANO. Fabián Soberón dialoga con Ricardo Piglia en el departamento porteño del autor de
25 Agosto 2013

NOVELA

EL CAMINO DE IDA

RICARDO PIGLIA

(Anagrama - Buenos Aires)

Emilio Renzi es un sentimental, un profesor a sueldo que se mueve por el amor a una mujer belicosa y bella. El intelectual y erudito personaje de Ricardo Piglia es el motor de la trama. Renzi da clases en una universidad norteamericana y ni bien inicia el año lectivo, entabla un amor fugaz e intenso con Ida, la profesora que lo convoca. Al poco tiempo, y luego de unos encuentros fogosos y ocasionales, Ida muere. Renzi investiga el extraño accidente. Se desplaza en auto y deambula, casi como un paria y un voyeur, por el pueblo nevado, por los bosques cercanos, por New York, por la zona baja de New Jersey. La novela es, en este sentido, la narración de un viaje, de un amor y de una muerte extraña. 

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Los viajes de Renzi son diversos y obedecen a obsesiones y a una pesquisa que lo amordaza. Viaja dentro del perímetro de New York, y después hacia California, la zona de San Francisco y recorre su propio pasado, el pasado de Ida y de EEUU. El amor fugaz entre Renzi e Ida (esa mujer que se llama como su madre) es un amor melancólico y lleno de recuerdos epifánicos. Renzi ama de manera intensa a una mujer que no conoce. Solo se ha acostado con ella en un departamento del Village y en un hotel impersonal y frío. Definitivamente, Renzi es un sentimental. 

Cuando Ida muere en el accidente, la policía pone en duda ese hecho y cree que quizás el episodio está conectado con una serie de atentados terroristas a profesores universitarios de todo el país.

La novela se centra en la primera persona de Renzi. Sostenido en una memoria prodigiosa y en un tono lúcido y envolvente que impregna todo lo que toca, Renzi habla de sus pesares, de sus lecturas, de sus especulaciones, de su vicioso dolor, de su mirada sobre la utopía, de la literatura rusa. En esa voz, en ese tono, se concentran las especulaciones críticas más osadas (las referidas a las ideas que le transmite su vecina Nina sobre los escritores rusos) y la demorada descripción de hechos triviales: el estado impersonal y congelado de la habitación del hotel en la que se acuesta con Ida o cómo se mueren los pájaros cerca del central Park, en New York.

Historias y un tono El camino de Ida es la historia de una investigación, de un amor extraño e intenso, de un una muerte secreta (nadie vio por qué y cómo murió Ida, exactamente), de una serie de atentados terroristas, de Thomas Munk, el héroe violento y brillante que pone bombas en contra del capitalismo tecnológico. Todas las historias se concentran en un tono, en una voz y están moduladas, entrelazadas y digeridas por ese tono. El camino de Ida sería muy diferente si no estuviera narrada por Renzi. Casi se podría decir que la voz de Renzi condiciona el ritmo, la música, la intriga, la trama. Es Renzi el que administra la narración y es este personaje erudito y melancólico el que le da espesura y movilidad a las historias. En el cristal de Renzi se refractan y se opacan las versiones paródicas y paranoicas de la realidad personal y social.

La novela contiene una radiografía desplazada de la sociedad norteamericana. Se trata de la perspectiva extranjera de un argentino sobre una sociedad que no es la propia. Este hecho no es baladí. Este desvío hace que la mirada sea otra, extraña. Se podría decir que la novela plantea el vínculo entre dos mundos, dos culturas. Eso que Renzi dice de Joseph Conrad y de Hudson (el escritor que estudia, que enseña y que admira) se podría decir de él mismo. Renzi encarna esa articulación. ¿Cómo ve un argentino a EEUU? ¿Cómo ve las prácticas sociales, la violencia terrorista, cómo ve los movimientos políticos contestatarios, cómo ve, incluso, a una rusa que ha escapado de la revolución y del París de la resistencia? El camino de Ida es la historia de un amor y de un crimen narrado por una mirada dislocada. En este sentido, narra una lección de óptica. Pero no es una "lección" por el carácter magistral de la mirada sino porque muestra una perspectiva subjetiva y reflexiva sobre un amor y una serie de crímenes en una sociedad lejana.

© LA GACETA

Fabián Soberón


Fragmento de El camino de Ida*

Por Ricardo Piglia

"En aquel tiempo vivía varias vidas, me movía en secuencias autónomas: la serie de los amigos, del amor, del alcohol, de los perros, de los bares, de las caminatas nocturnas. Escribía guiones que no se filmaban, traducía múltiples novelas policiales que parecían ser siempre la misma, redactaba áridos libros de filosofía (¡o de psicoanálisis!) que firmaban otros. Estaba perdido, desconectado, hasta que por fin -por azar, de golpe, inesperadamente- terminé enseñando en los Estados Unidos, involucrado en un acontecimiento del que quiero dejar un testimonio".

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*Anagrama, 2013.

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