El 27 podría ser un día cruel para Alperovich

El gobernador dejó de seducir con la billetera del Estado. Intuye su ocaso con una mudanza inexorable, sin sucesor visible. Por Rubén Rodó - Para LA GACETA

 LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA (ARCHIVO) LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA (ARCHIVO)
25 Agosto 2013
Angustiado, ganó las primarias del 11 de agosto. Esa victoria que para él no fue victoria por la pobre respuesta de las urnas, desacomodó políticamente a Alperovich en la cima del poder. Podría llevarse una sorpresa mayor en el choque de octubre. Su temor es que el caudal recientemente conseguido disminuya aún más, por la irradiación del naufragio de Cristina en el país y por la casi segura fuga de votos -en alquiler- de la cantera peronista hacia José Cano. La pelea real -de aquí a nueve domingos-, es entre él, como candidato testimonial no registrado en las papeletas, y el senador radical. Éste, representando la coalición de fuerzas de centro-izquierda, conquistó el voto sin militancia y con buena onda sedujo a la sociedad tucumana en la que prendió su nombre. Así, pudo juntar algo más de 230.000 almas. Toda una hazaña.

Mientras el patrón -con la pantalla de Manzur- tiene como límite la menguada cosecha -cotejada con consultas de otrora-, el radical arranca con una base de adhesiones que procura ensanchar para entonces con el aporte de otras organizaciones, más el alperovichismo desencantado y el arisco peronismo al que el mandamás ninguneó. Hoy, de ambas orillas, le pasan facturas. Para el zar es el techo, para Cano el piso.

Peronistas hibernados -como Antonio Guerrero, Alejandro Sangenis, Enrique Romero, y sigue la lista con una dama antigua- conspiran a la luz del día y otros desde las sombras con sus nombres en reserva. Están dedicados con alma y vida a juntar a los marginados. Su bandera al viento es frenar al mandatario en octubre, con el voto útil depositado en la canasta de Cano. Hasta esa fecha llega su compromiso. El objetivo de la movida post-primarias es debilitarlo y volver irrealizable la re, re, re del zar.

Entonces, en el ex jardín de la República tomarán senderos que se bifurcan y para las presidenciales buscarán un hombre de su propio palo. Entre ellos, probablemente Sergio Massa, en franco ascenso, o José Manuel de la Sota, como alternativas dentro del peronismo. ¿Bernardo García Hamilton se quedará solo y apostará a sí mismo en octubre? El ex fiscal anticorrupción, Esteban Jerez, socio por pocas horas del ex ucedeísta, desenganchado ya, llamó a votar por Cano. También Víctor Arias le dio un portazo.

Alperovich no esperaba esta resistencia desde las entrañas del PJ. El Movimiento de Unidad Peronista (MUP con el dúo Romano-Guerrero), al margen del oficialismo, cosechó más de 22.000 votos, de los cuales 8.000 sacó en esta capital con los que el FpV pudo imponerse a Cano por un flaco margen de 68 unidades. Si no, el triunfo en la ciudad hubiera sido radical.

El senador, como capitán de la barca de Noé a modo de ambulancia tuvo, con sus socios a bordo, un ascenso que duplicó su capital, y se aseguró para sí una banca en Diputados. Y va por más. Es factible, si se analiza con detenimiento las posibilidades a la vista. En las primarias quedaron como bienes mostrencos algo más de 100.000 votos. ¿A dónde irán a parar?, se preguntan los políticos. Esa ciudadanía al garete, disconforme con Alperovich, buscará su canal de expresión, con dos opciones por delante: sufragar por las banderías de sus amores -sin ninguna posibilidad de sentar un diputado en el puerto-, o decidirse por el voto útil que esmerile al César. En la disyuntiva de la hora actual, no hay otro en el horizonte que el timonel del ACyS. Pudo haber sido cualquiera, de otro palo, si reuniera las mismas condiciones. Muchos resistirán su nombre -es lógico y comprensible-, porque en su orillo lleva la marca radical.

Pero si los sufragantes persisten en aferrarse a sus propias camisetas, lo único que obtendrán es afianzar en su cargo a quien quieren hostigar. En suma, el beneficiado será el gobernador, quien capujará tres diputados. En tanto, la oposición habrá dejado escapar una ocasión única e irrepetible de golpear al zar, arrebatándole un diputado más, sumado al ya logrado. Sería un mazazo que dejaría malherido a Alperovich, inmovilizando su intento de cualquier otra movida política. El peronismo, por su instinto de supervivencia, jamás apostó a perdedor. Rápido de reflejos, elige el sustituto, y avanza cuando huele poder en otro lado.

La misma reflexión cabe, por igual, para Fuerza Republicana y el macrismo. Éste era un cofrade en la hermandad de Cano, pero tuvo que dejar el convento por fricciones internas. Para el PRO, en octubre, es más que difícil coronar un diputado con su caudal de 35.000 votos. Por mucho esfuerzo que haga, no llegará a la orilla. La pelea de fondo se decidirá en las presidenciales. Entonces, jugará por Mauricio Macri, claro. Ahora, con su aporte electoral podría descalzar al gobernante, debilitándolo. La hipótesis es para analizar.

Bussi, a su vez, si sueña con la diputación, recuperando la butaca que tuvo otrora, debe doblar el caudal de voluntades llovido del cielo, llevándolo arriba de 140.000 votos. Demás está decir -y él lo sabe- que el anhelo es como remar en la arena. Es improbable, por la polarización, que repita las cifras de octubre. Bussi y Colombres Garmendia son conscientes de que los votos no tienen dueños eternos, ni vienen en paquetes. Es un capital volátil por naturaleza y cada ciudadano lo lleva bajo el brazo y lo deposita donde quiere.

El sufragante, ante el nuevo escenario por delante, puede seleccionar un partido distinto con más posibilidades, para no incinerar su boleta en la nada. Por el reparto de candidatos del sistema D'Hont -según los porotos recolectados-, los dos corren el riesgo de terminar pedaleando en el vacío, si no embocan la estrategia más pragmática para ellos.

El inquilino circunstancial de la Casa de Gobierno resultó maltrecho por la bofetada de las urnas. En el momento más caliente y con una elección decisoria e inminente, abandonó a su suerte a la tropa, como si no le interesara recuperar los casi 90.000 votos evaporados. Para alejarse de lo que para él fue un revés -antes que un triunfo-, partió a la tierra de sus mayores a volcar sus penas en el Muro de los Lamentos, junto con su consorte y sus hijas. En los siete meses de este año, es su séptimo viaje de vacaciones. ¿Mucho, no? De nuevo, su familia inundó las redes sociales con el despliegue de sus riquezas faraónicas y los mandobles de la sociedad. Los Alperovich son incorregibles.

Si se escudriña con lupa los resultados de los comicios, podrá, números a la vista, comprobarse el retroceso del antes invencible Alperovich. La clase media le quitó su respaldo y perdió votos en el suburbio también. Es la elección de más bajo rendimiento en su década de gobierno, pese a disponer, en mano, de un presupuesto de $ 20.000 millones en el ejercicio vigente. Raspando la olla, doblegó a Cano en la Capital. Tragó el polvo de la derrota, con el intendente Daniel Toledo en el municipio de Yerba Buena y en su ciudad cabecera, como así en Concepción. Bajó el volumen en todo el interior de la provincia -excepto Trancas- y en una ancha franja de las comunas rurales. Perforó el piso del 50%, lo que no le ocurrió nunca. Más de la mitad del electorado votó en su contra. La Cámpora con sus bisoños militantes aportó poco y nada como para mitigar la adversidad. El 27 de octubre podría ser un día cruel.

Con el veredicto de las urnas, ¿admitirá en su intimidad el error de llevar a Manzur a la cabeza de la grilla? Pero la escasa cosecha, no se puede adjudicar sólo a un prófugo institucional, sin carisma. Pesa, asimismo, la marginación del intendente Amaya y su tribu. El zar debe bucear en sí mismo y entender el fastidio de la gente con su administración. Ahora, la sociedad explora un cambio de aire para su futuro. Dejó de seducir con la billetera del Estado y ya no es el hombre fuerte de antes. Intuye su ocaso con una mudanza inexorable, sin sucesor visible. Por la ola que sopla desde Buenos Aires, con repercusión en el feudo tucumano, su eternidad política está en dudas.

En su ausencia, sus lugartenientes, urgidos por revertir el revés electoral, echan mano al dinero del erario para comprar conciencias, acaso, con resultado vano. Utilizan, además, la receta de siempre: aprietes con amenazas a la gente de quitarles los planes sociales y los subsidios. No sólo los punteros andan en tareas non sanctas, también personalmente los propios intendentes. El de Yerba Buena, por su revés, fue la única mancha negra entre sus pares.

La Corte y el juez no enfermo

La Corte y sus cortesanos están, otra vez, metidos en un brete al borde de un ataque de nervios. Acaba de ingresar a esa instancia la causa del destituido camarista Alberto Piedrabuena, por el caso Marita Verón. Es un asunto caliente con carga política entre sus fojas. También pidió su jubilación -al igual que su par Emilio Herrera Molina-, y el jefe de PE se la negó, anteponiendo su arbitrariedad a la manda de la ley. En el caso anterior, el fallo de la Corte ordenó al jefe del PE aceptar la dimisión del juez enfermo, por razones humanitarias, adicionándole a la sentencia este ingrediente no contemplado por la ley.

A su edad, Piedrabuena goza de una salud envidiable. ¿Qué hará, ahora, el alto tribunal?, es la pregunta de cajón. ¿Reeditará maniobras y dilaciones, hasta encontrar una definición que no enfurezca al supremo juez de extramuros? ¿Piedrabuena tendrá que esperar 231 días, como su colega, para jubilarse?

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