25 Agosto 2013
SE HICIERON SENTIR BIEN FUERTE. Los hinchas argentinos alentaron permanentemente a Los Pumas y hasta silbaron al notable pateador Morné Steyn.
MENDOZA (por Federico Espósito, enviado especial).- El gigantesco Parque General San Martín, un espacio verde que representa una cuarta parte del mapa de la ciudad y contornea al imponente estadio Malvinas Argentinas, comenzó a mutar de verde a "albiceleste" poco después del mediodía. El sol iluminó a pleno desde temprano, aunque con efecto meramente decorativo: el frío azotó sin piedad durante todo el día. En el sector techado de la platea, nadie se animó a sacar las manos de los bolsillos. Menos que menos cuando arreció el viento helado y el cielo comenzó a alternar luces con sombras.
Exactamente a las 15.34, el estadio (bastante menos lleno que el año pasado, tal vez por el escepticismo que despertó la goleada en la ida) explotó en aplausos por primera vez cuando el equipo argentino emergió desde las penumbras para efectuar los ejercicios previos. Previsiblemente, Eusebio Guiñazú (único mendocino titular) y el capitán Felipe Contepomi fueron los más ovacionados al momento de anunciar las formaciones.
Poco antes del kick-off, por una de las entradas a la platea apareció Klaus, un solitario sudafricano de largos cabellos dorados y sombrero de tres puntas verde y amarillo. Sin tener la más pálida idea de dónde se encontraba su butaca ni aparente preocupación al respecto, se prestó a la charla y regaló una premonición. "Los Pumas son mucho mejor equipo que lo que se vio allá. Estoy seguro de que aquí jugarán un gran partido, por el aliento de sus fans. Pero ganaremos nosotros, por supuesto", aseguró, riéndose.
¡Quién hubiera imaginado tal certeza en la apuesta de Klaus! Los Pumas jugaron uno de sus mejores partidos de su historial frente a Los Boks, con un arranque frenético que levantó a todo el mundo de su asiento en menos de 60 segundos. El try de Leguizamón respaldó la promesa de Contepomi sobre un equipo muy distinto al del papelón en Johannesburgo e invitó a pensar en un desenlace muy diferente.
Ahora, eso sí: ¿aprenderemos algún día los argentinos a no silbar al pateador contrario? Más allá de la pésima imagen que transmite (y que muchos intentan disfrazar de folklore deportivo), resulta casi infantil creer que pateadores de la talla de Morné Steyn (uno de los más efectivos del mundo) puedan alterarse en lo más mínimo por una silbatina, por monstruosa que sea. Igual, también hubo para destacar. Durante el himno sudafricano, no quedó un solo argentino sentado. Y cuando el penal de Steyn oficializó el triunfo extranjero, una cascada de aplausos acompañó la salida de un equipo derrotado en el tablero, pero victorioso en la búsqueda de sí mismo.
Exactamente a las 15.34, el estadio (bastante menos lleno que el año pasado, tal vez por el escepticismo que despertó la goleada en la ida) explotó en aplausos por primera vez cuando el equipo argentino emergió desde las penumbras para efectuar los ejercicios previos. Previsiblemente, Eusebio Guiñazú (único mendocino titular) y el capitán Felipe Contepomi fueron los más ovacionados al momento de anunciar las formaciones.
Poco antes del kick-off, por una de las entradas a la platea apareció Klaus, un solitario sudafricano de largos cabellos dorados y sombrero de tres puntas verde y amarillo. Sin tener la más pálida idea de dónde se encontraba su butaca ni aparente preocupación al respecto, se prestó a la charla y regaló una premonición. "Los Pumas son mucho mejor equipo que lo que se vio allá. Estoy seguro de que aquí jugarán un gran partido, por el aliento de sus fans. Pero ganaremos nosotros, por supuesto", aseguró, riéndose.
¡Quién hubiera imaginado tal certeza en la apuesta de Klaus! Los Pumas jugaron uno de sus mejores partidos de su historial frente a Los Boks, con un arranque frenético que levantó a todo el mundo de su asiento en menos de 60 segundos. El try de Leguizamón respaldó la promesa de Contepomi sobre un equipo muy distinto al del papelón en Johannesburgo e invitó a pensar en un desenlace muy diferente.
Ahora, eso sí: ¿aprenderemos algún día los argentinos a no silbar al pateador contrario? Más allá de la pésima imagen que transmite (y que muchos intentan disfrazar de folklore deportivo), resulta casi infantil creer que pateadores de la talla de Morné Steyn (uno de los más efectivos del mundo) puedan alterarse en lo más mínimo por una silbatina, por monstruosa que sea. Igual, también hubo para destacar. Durante el himno sudafricano, no quedó un solo argentino sentado. Y cuando el penal de Steyn oficializó el triunfo extranjero, una cascada de aplausos acompañó la salida de un equipo derrotado en el tablero, pero victorioso en la búsqueda de sí mismo.
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