Una presidiaria argentina fabrica hostias para el Papa

En un taller artesanal, en la cárcel de San Martín, Gabriela Caballero hace las piezas consagradas.

RECLUSA. Gabriela Caballero posa junto al capellán del penal de San Martín. TELAM RECLUSA. Gabriela Caballero posa junto al capellán del penal de San Martín. TELAM
27 Agosto 2013
BUENOS AIRES.- Gabriela Caballero lleva tres años presa en la Unidad 47 de la cárcel de San Martín y encabeza un taller en el que fabrica hostias para parroquias de bajos recursos. Las pequeñas piezas consagradas llegaron a manos del Papa Francisco, quien las usó para dar misa, en el Vaticano, y le agradeció por carta su emprendimiento.

La esquela que le mandó el Papa, y de la cual una celadora ya le hizo varias fotocopias, dice así: "Querida Gabriela: Monseñor Ojea me trajo su carta. Le agradezco la confianza… y las hostias. Desde mañana celebraré misa con ellas y le aseguro que me emociona. Su carta me hizo pensar, y con esto me lleva a rezar por usted… pero me alegra y da seguridad que usted rece por mí. La tendré cercana. Gracias de nuevo por escribirme y por mandarme las fotos: las tendré delante de mí en el escritorio. Que Jesús la bendiga y la Virgen Santa la cuide. Cordialmente, Francisco."

Fue el obispo de San Isidro, Oscar Vicente Ojea, de visita en la Casa de Santa Marta, quien le contó al Papa sobre el taller. Según relata el blog romano Il Sismografo, y reproduce el diario "Tiempo Argentino", Ojea le entregó a Jorge Bergoglio una carta y las fotografías que le había mandado la reclusa. El Papa "quedó muy impactado de que esta muchacha hiciese las hostias con las cuales celebramos misa; tomó el paquete sin abrirlo y lo llevó personalmente al apartamento", contó Ojea.

Dos días más tarde, Francisco celebró la misa con algunas de esas hostias, y al día siguiente escribió de puño y letra una carta de agradecimiento a la mujer, que cumple en José León Suárez una condena de siete años. Además, llamó a la casa de sus padres; así se enteró Gabriela.

Ojea visita regularmente el presidio, y cuando Gabriela supo que iba a ver al Papa, le obsequió sus hostias artesanales. "No imaginaba que me iba a responder, no quería hacerme ilusiones. Mis compañeras me decían: el Papa te va a responder. Este Papa quiere llegar a todos y donde sea. Quiere estar cerca de la gente, del pueblo, y nosotros somos pueblo", contó la mujer.

En el taller se usan máquinas y utensilios viejos que les prestaron algunas religiosas. "Las nuestras son hostias artesanales, salen grandes o pequeñas, pero después les hacemos el corte preciso. Me ayuda Graciela Cabrera, que viene de otro oficio carcelario", relató.

Cuando mira la carta que le envió Bergoglio, Gabriela se emociona: "Me hizo feliz saber que era una respuesta sólo para mí, que desde una cárcel se puede llegar al Vaticano. Leer 'Querida Gabriela' fue impactante, privada de la libertad en un lugar con tantas horas oscuras".

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