Un estreno con el corazón

"Nabucco", la ópera de Giuseppe Verdi abrió el telón anoche en el teatro San Martín.

DEDICACION. Clásica y austera, sobria, la puesta jugó a realzar el protagonismo de los cantantes. LA GACETA / HECTOR PERALTA DEDICACION. Clásica y austera, sobria, la puesta jugó a realzar el protagonismo de los cantantes. LA GACETA / HECTOR PERALTA
Se abrió el telón tras un brevísimo entreacto y las cadenas llenaron de significados la escena. Con ese fondo, el sufrido pueblo judío entonó Va Pensiero, y los corazones en el teatro San Martín latieron al compás de la bellísima melodía. Era el momento más esperado de la noche y el público lo saboreó. Fue uno de los pasajes más emotivos de "Nabucco", la ópera de Giuseppe Verdi que le abrió el telón anoche al Septiembre Musical.

La platea llena, los palcos con claros, la cazuela casi deshabitada. Así recibió el soberano la primera función de "Nabucco", una de las principales apuestas de este Septiembre que empieza caluroso y colmado de propuestas musicales. Habrá otras cuatro presentaciones de la ópera, un esfuerzo netamente tucumano en el que se combinan los talentos de los cantantes, la Orquesta y el Coro Estables y la Banda Sinfónica de la provincia, junto a una multitud de actores y figurantes. Son 250 artistas en escena y su despliegue en un escenario de reducidas dimensiones -para una obra de esta envergadura- fue uno de los tantos desafíos que afrontó el regisseur, Ricardo Salim.

Clásica y austera, sobria, la puesta jugó a realzar el protagonismo de los cantantes. Gustavo Ahualli, en su primera interpretación del rey Nabucodonosor y la soprano Patricia Gutiérrez (Abigail) marcaron una diferencia. Sobre ellos cae buena parte del peso de la ópera y sortearon esta primera función con expresividad y la potencia de sus consagradas voces. El público premió a Alejandro Alonso, quien se lució en el rol de Ismaele, y a Marcelo Oppedisano, intérprete de un papel clave: el del sumo sacerdote Zaccaria.

Montar un espectáculo como "Nabucco" es una empresa ardua, compleja, requiere el máximo de cada uno de los involucrados. Lo sabe Emir Omar Saúl, el director general. Desde la fosa fue reclamándole potencia al coro y marcando los tiempos de una orquesta que navegó los cuatro actos sin demasiadas zozobras. El Maestro trabajará en los ajustes, siempre necesarios, de cara a los compromisos que vendrán.

El segundo acto fue el más impactante desde lo visual; también en el que pudo aprovecharse a fondo el espacio. Gutiérrez dio todo de sí en el segmento crucial, cuando en la soledad de la sala del trono asirio Abigail descubre que es en realidad una esclava. A Ahualli le toca la escena de la conversión de Nabucodonosor y también deja fluir sus recursos actorales para emocionar. Un detalle: la traducción simultánea del italiano, ofrecida en una pantalla, no siempre acompañó en la medida de lo necesario.

Al final hubo sonrisas de satisfacción y un saludo multitudinario sobre las tablas del San Martín. Flores para Gutiérrez y para la mezzosoprano Claudia Manrique (hizo de Fenena, la otra hija del rey) y muchos abrazos. Quedó la impresión de un trabajo más que digno, profesional, y sobre todo afrontado con mucho cariño y dedicación. Razones de sobra para disfrutar de "Nabucco" en las próximas funciones.

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