Hasta el 27 de octubre no hay que esperar una guerra cuerpo a cuerpo entre el alperovichismo y el amayismo. A lo sumo, un puñado de balas de fogueo de uno y otro lado iluminarán el cielo del oficialismo en el camino a las elecciones. El que se inició tras las PASO es un período de reacomodamientos y estrategias que comenzará a vislumbrarse a la mañana siguiente del día del comicio.

El gobernador José Alperovich volvió de Israel con el convencimiento de que no le conviene una ruptura inmediata con la otra pata oficialista. Ese mensaje les bajó a sus colaboradores, que esperaban ansiosos la orden de atacar el cuartel capitalino. ¿Significa entonces que el mandamás hará de cuenta que las internas con el intendente Domingo Amaya son cosas del pasado? Para nada, Alperovich les pidió prudencia a los suyos, pero le soltó la rienda a la guerra de guerrillas.

Haber identificado públicamente al problema de los vendedores ambulantes en la ciudad como exclusivamente municipal fue el primer indicio. Alperovich, con esa frase, le dejó entrever a Amaya que políticamente ya no está bajo su paraguas. El segundo mensaje de la Casa de Gobierno fue el asado convidado a los ocho concejales alperovichistas. El titular del Poder Ejecutivo los reunió para tranquilizarlos, teniendo en cuenta que constituyen la primera línea de fuego en la batalla capitalina. Y el tercer elemento que muestra la disputa es la incipiente intromisión de legisladores aliados al PE en tierra amayista. En política, la invasión a terreno ajeno basta para suplir cualquier declaración formal de guerra.

En la Intendencia observan los pasos de la Casa de Gobierno en silencio, tras la arremetida inicial en las PASO. Amaya pegó y salió del centro del ring, pero cada tanto tira golpes para mantener la tensión. Beatriz Ávila lo hizo en el recinto. La legisladora les enrostró a sus colegas alperovichistas, al momento de titularizar docentes, que Alperovich vetó el año pasado -justo mientras montaba en camello en Dubai- el mismo beneficio para educadores municipales. Y fue otra vez Ávila la que zumbó en la oreja del alperovichismo con el pedido de declaración de emergencia del sistema penitenciario: área que depende de Jorge Gassenbauer, cancerbero de las decisiones del gobernador.

Fuera de escena las huestes municipales también se mueven, aunque con más sigilo. El amayismo comenzó a "pasar la gorra" para solventar su cruzada por la gobernación. Y uno de los nominados para esa misión es un ex hombre fuerte del alperovichismo: Antonio Jalil. El "Turco" estuvo al lado del gobernador hasta 2006, cuando renunció como secretario general de la Gobernación por una interna con el bettismo.

En la oposición también hay temblores. El Acuerdo Cívico y Social se debate entre ser canismo puro o un espacio plural similar al que en 2003 condujo el ex fiscal anticorrupción Esteban Jerez. En uno y otro extremo hay riesgos: el personalismo de José Cano y la forzada convivencia de distintas especies de la selva política. Los peronistas disidentes entienden que, hasta octubre, todos deben confluir en ese espacio para arrebatarle la tercera banca al Frente para la Victoria. Hacia 2015, sugieren, habrá tiempo para realinear al justicialismo refractario a la Casa de Gobierno. El problema de este Acuerdo, esencialmente, es de fondos. Porque la billetera de la Universidad Nacional de Tucumán fue definitivamente cerrada para el radicalismo y sus aliados. La dependencia del rector Juan Alberto Cerisola al kirchnerismo y, por ende, a La Cámpora, es cada vez menos disimulable: como el año pasado, el rector pidió una asistencia a la Nación; esta vez, por $ 90 millones. El martes 9 se firmaría la entrega de la ayuda extraordinaria, pero por $ 60 millones y en dos cuotas.

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