Por Guillermo Monti
07 Septiembre 2013
"Séptimo": demasiados cabos sueltos
Marcelo baja del séptimo piso por el ascensor; sus hijos lo hacen por la escalera. Ellos nunca llegan a la planta baja. Desaparecieron. ¿Cómo pudo ser? Comienza entonces la desesperada búsqueda y afloran las sospechas y las hipótesis. Detrás de cada puerta del edficio aparece un potencial culpable.
La media hora inicial de "Séptimo" es estimulante porque el thriller se construye con las piezas adecuadas. La incomprensible desaparición de los chicos mientras bajaban por las escaleras del edificio dispara la imaginación a ambos lados de la pantalla. Teje sus hipótesis Marcelo (Ricardo Darín), el papá que entró en crisis, y teje sus hipótesis la platea. Son los mejores momentos de la película, esos en los que Patxi Amezcua conduce la cámara por palieres, puertas que se abren y se cierran, rostros de los que cualquiera podría desconfiar.
La tensión del relato disimula durante esos pasajes algunas inconsistencias de la historia. Personajes a mitad de camino en su desarrollo. Preguntas que se van formulando. Ya vendrán las respuestas, ya sabremos quién es esa Natalia que tiene una foto de los chicos perdidos pegada en una cartulina. ¿Será una ex amante de Marcelo?
Mientras tanto, Amezcua va deslizando en segundo plano una trama política, porque Marcelo es abogado y está involucrado en un caso pesado. Y está la relación de Marcelo con su ex mujer (Belén Rueda), la española decidida a regresar a su país porque las cosas no dan para más.
Y de pronto, en el punto clave, la película frena en seco. El guión del navarro Amezcua y de Alejo Flah, deja de bordear los lugares comunes para caer en ellos (marcelo engañaba a su esposa con... la mejor amiga de ella). "Séptimo" se torna previsible hasta en la vuelta de tuerca final. Esos personajes bosquejados están, en realidad, borroneados. Y las respuestas a las preguntas devienen en demasiados cabos sueltos. Luis Ziembrowski está muy bien como el portero de perenne expresión sorprendida, y Osvaldo Santoro pone oficio para componer al comisario de la Federal que se engancha con el caso. La película es técnicamente inobjetable, en especial la fotografía de Lucio Bonelli, inspirado para retratar a Buenos Aires desde el aire.
Buenos actores, Darín, el lanzamiento a la altura de un tanque hollywoodense, el género perfecto para capturar al público... ¿Pero qué le pasa a "Séptimo"? La historia no da la talla.
La tensión del relato disimula durante esos pasajes algunas inconsistencias de la historia. Personajes a mitad de camino en su desarrollo. Preguntas que se van formulando. Ya vendrán las respuestas, ya sabremos quién es esa Natalia que tiene una foto de los chicos perdidos pegada en una cartulina. ¿Será una ex amante de Marcelo?
Mientras tanto, Amezcua va deslizando en segundo plano una trama política, porque Marcelo es abogado y está involucrado en un caso pesado. Y está la relación de Marcelo con su ex mujer (Belén Rueda), la española decidida a regresar a su país porque las cosas no dan para más.
Y de pronto, en el punto clave, la película frena en seco. El guión del navarro Amezcua y de Alejo Flah, deja de bordear los lugares comunes para caer en ellos (marcelo engañaba a su esposa con... la mejor amiga de ella). "Séptimo" se torna previsible hasta en la vuelta de tuerca final. Esos personajes bosquejados están, en realidad, borroneados. Y las respuestas a las preguntas devienen en demasiados cabos sueltos. Luis Ziembrowski está muy bien como el portero de perenne expresión sorprendida, y Osvaldo Santoro pone oficio para componer al comisario de la Federal que se engancha con el caso. La película es técnicamente inobjetable, en especial la fotografía de Lucio Bonelli, inspirado para retratar a Buenos Aires desde el aire.
Buenos actores, Darín, el lanzamiento a la altura de un tanque hollywoodense, el género perfecto para capturar al público... ¿Pero qué le pasa a "Séptimo"? La historia no da la talla.