No sabe lo que es rendirse

14 Septiembre 2013
Sentarse a conversar con el primer gran embajador del golf tucumano es como entrar en una montaña rusa de emociones. César Monasterio tiene mucho para contar, por decir, así como también se lamenta culpa de un resto que no lo deja en paz. Haber estado 11 años luchándola en Europa no es ni fue suficiente. "Okín" tiene cuentas pendientes. "No sé qué pasó, pero siempre di el máximo en todo sentido y siento que me faltó y me falta algo", reconoce una de las personas que mayor arrastre tiene cuando su nombre sale a escena. Sus seguidores, chicos o grandes, reconocen en él lo que el dinero no puede comprar: su don de gente. Así hace la diferencia en un mundo globalizado por la presión y el exitismo.

A poco de cumplir 50, César navegó en un mar picado estas últimas dos temporadas. "Por mi situación", explica. "Estaba esperando entrar al Senior Tour europeo y viendo qué hacer mientras tanto". Nunca fue de quedarse quieto Monasterio. "Hubiese sido un error", aclara. "Porque el golf está -jura-. Por eso me sumé a los demás chicos tucumanos y me preparé para jugar el PGA Latinoamérica. No logré buenos resultados, pero me divertí bastante", acepta el amigo, que no mira el pasado, aunque si él hubiese nacido en el 73 y no en el 63, hoy con menos de 40 encima, estaría jugando en el PGA Tour de Estados Unidos junto a "Pigu" Romero. Como quien diría, nació en el tiempo equivocado. Fue un adelantado en un golf tucumano, al que la burocracia le jugó en contra.

"Perdí mucho tiempo de mi vida en mi mejor momento, de los 17 a los 28 años. No tocaba un palo en aquella época. Era sodero, vendía soda. Y lo más importante que hacía era pasar dos veces por semana por la cancha de golf (de Alpa Sumaj, en La Rinconada), me paraba allí con la camioneta cinco minutos los martes y cinco minutos los jueves, y me veía practicando. No sabía cómo, pero sí sabía que iba a jugar al golf", recuerda con la nostalgia de un púber que pelea por no liberarse de la infancia. "El golf, por suerte cambió. Antes no te dejaban jugarlo", se lamenta este luchador cuyo lema es jamás bajar la cabeza. "Creo que lo más importante que me pasó es que aprendí a vivir el día a día. Todo lo que fue para atrás no sirve de nada. Lo mejor que te pasa es lo que sucede", confía.

Dueño de varias coronas nacionales e internacionales, el Saint Omer Open francés, correspondiente al European Tour, fue quizás su mayor logro en lo deportivo. "Este jueguito me ha dado muchas alegrías pero también amarguras. A mi edad sigo con ganas. No me cansé de viajar, estoy listo para encarar este nuevo desafío", comenta "Okín", quien ya tiene asegurada la membresía del European Senior Tour de 2014 (juegan a partir de los 50 años), pero que además puede jugar la final de la escuela clasificatoria del European Tour. "Sí, sí, está esa posibilidad. Es en noviembre, en Girona, España, en los campos del PGA de Cataluña", confirma y entrega las alternativas de un combo que puede serle muy fructífero.

"Por el solo hecho de participar en la final de la escuela, a la que tengo acceso directo hasta 2016, me aseguro un lugar en el Challenge Tour (el segundo circuito en importancia). Y si me va bien y quedo dentro de los 25 mejores después de 108 hoyos (son seis rondas de 18), le agrego a lo que tengo la membresía del European Tour. Nada mal ¿eh?".

Monasterio está en foco. Palabra autorizada como pocas en el rubro, César no cree que haya una crisis en el golf nacional, por la escasez de torneos que hay, además de un calendario un tanto irregular durante el año. "Viendo el tema desde adentro, acá hay muchas trabas. ¿Cómo es posible que haya calidad y cantidad de jugadores y no podamos armar un tour de 20 torneos? Eso para mí no existe. No hay que dar nombres y apellidos para decir quiénes son los que traban el crecimiento del golf argentino", dispara quien es presidente del Tour de Profesionales de Golf (TPG).

Hasta antes del nacimiento del PGA Latino en el continente, que se fusionó con el Tour de Las Américas y captó torneos en Argentina de la mano de la Asociación Argentina de Golf (AAG), el TPG manejaba una grilla anual interesante. "Cuando se dio lo del PGA Latino, ellos (la organización) tendrían que haber hablado con nosotros, con los profesionales. Pero no, fueron a la AAG, que hizo el puente para que el PGA hable con los clubes. Nos dejaron afuera a nosotros cuando somos la materia prima", se molesta.

Después de años de diferencias, el TPG y los Profesionales de Golf de Argentina (PGA) volvieron a unirse bajo un mismo mandato. Entonces, Monasterio ve con buenos ojos el futuro. "Es muy probable que podamos patear el tablero", vaticina con la fe que lo caracteriza, porque en su ser está la idea de dejar de perder a los mejores golfistas del semillero que, no bien dan el salto al profesionalismo, incursionan para otros lados. "Los golfistas se van y se van a seguir yendo porque no hay un sostén".

El tema Europa vuelve a la mesa. "No voy con la presión del 'sí o sí'. Lo que sume ahora, bienvenido sea", explica con la serenidad de budista. "Pase lo que pase voy a estar en el Senior British Open", ríe de emoción César y se despide a lo grande. "¿Hasta cuándo vamos a cocinar con grasa? Es hora de que vayamos y le tiremos con todo a la pelotita, ja, ja, ja".

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