Para moderar el hiperpresidencialismo, los partidos deben preparar un nuevo escenario institucional

09 Octubre 2013

Aleardo F. Laría - Columnista Agencia DyN

BUENOS AIRES.- La sensación de crisis política que deriva de la enfermedad de la presidenta Cristina Fernández es la consecuencia de un sistema institucional que deposita demasiado poder en manos de una única persona. Cuando además se ejerce de un modo extremadamente personalista, el problema se amplifica.

El episodio obliga a una reflexión sobre las características de nuestro régimen político. Parafraseando a Einstein, si se quieren lograr resultados diferentes, no se puede seguir sosteniendo un sistema de presidencialismo reforzado que periódicamente instala al país frente a problemas de similar naturaleza. El ex presidente Eduardo Duhalde, ha considerado que la Constitución Nacional debería ser reformada para moderar el hiperpresidencialismo. Se trata éste de un estilo de gobierno que ha alcanzado su máxima expresión durante la gestión de Néstor y Cristina Kirchner, pero que también ha generado sus problemas con Carlos Menem y adquirió especial dramatismo cuando se produjo el fallecimiento de Juan Perón y el poder quedó en manos de Isabel Perón y el incalificable José López Rega. En opinión de Duhalde, cualquier modificación constitucional -que definió como simple "retoque"- debería ser fruto de un acuerdo previo consensuado entre los principales candidatos presidenciales, con la intervención del papa Francisco como facilitador y garante del acuerdo. También ha insistido en otra de las propuestas que ha venido alentando junto con el ex senador Rodolfo Terragno: la necesidad de crear un ámbito para la discusión de cinco o seis políticas de Estado, de modo similar a la Mesa del Diálogo que funcionó bajo el auspicio de la Iglesia y del PNUD en los años 2001 y 2002.

Los partidos políticos deberían estar representados en estas mesas para consensuar políticas con el compromiso de ser luego aplicadas por quien resulte consagrado en las urnas.

La Argentina se dirige raudamente hacia un cambio de régimen político que tendrá lugar indefectiblemente en diciembre de 2015 si la enfermedad de la Presidenta no adelanta los tiempos políticos. El sistema de autoritarismo informal, de rasgos similares a los que agobian a Venezuela, necesita ser definitivamente erradicado. Por consiguiente, hace falta que no se pierda más tiempo y que los partidos políticos y la sociedad en su conjunto comiencen a debatir el diseño de una nueva institucionalidad que evite los excesos del período fenecido.

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