02 Noviembre 2013
HOMILÍA. El Papa rezó por quienes murieron de sed, hambre o cansancio. REUTERS
Al conmemorarse ayer el Día de Todos los Santos, el papa Francisco celebró una misa en el cementerio de Roma, donde bendijo las tumbas, a 20 años de la última visita a ese lugar de un Sumo Pontífice, que había realizado Juan Pablo II. "Hoy cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida. ¿Lo ve con esperanza, con la alegría de ser recibido por el Señor?", preguntó en su homilía.
Francisco improvisó un mensaje ante los numerosos fieles que asistieron a la celebración, a quienes propuso pensar "en todos los que nos han precedido en la vida y que están en el Señor, y proclaman que fueron salvados no por sus obras, sino por el Señor". Respecto del Día de los Fieles Difuntos, que se celebra hoy, agregó: "la salvación pertenece a nuestro Dios y es Él quien nos salva, quien nos lleva como un papá de la mano al final de nuestra vida, hacia aquel cielo donde están nuestros ancestros".
"En el Día de los Santos y de los Muertos es necesario pensar en la esperanza, esta esperanza que nos acompaña en la vida", señaló el Pontífice, tras recordar que los primeros cristianos pintaban la esperanza como un ancla. Tras esto, reflexionó: "¿en dónde está anclado nuestro corazón?".
Sin condiciones
En la plaza de San Pedro, Francisco había pedido rezar por las víctimas de violencia, por los cristianos perseguidos y por aquellos que murieron de sed, hambre o cansancio para llegar a una mejor condición de vida. "Rezaré en modo especial por ellos", anunció.
También habló de los santos. "No son superhombres ni nacieron perfectos. Son personas que antes de llegar a la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y tristezas, con sus luchas y esperanzas. Pero cuando conocieron el amor de Dios, lo han seguido con todo su corazón, sin condiciones ni hipocresías. Han dedicado la vida al servicio de los demás, han soportado el sufrimiento sin odio y respondido al mal con el bien. Han difundido la alegría y la paz".
Francisco improvisó un mensaje ante los numerosos fieles que asistieron a la celebración, a quienes propuso pensar "en todos los que nos han precedido en la vida y que están en el Señor, y proclaman que fueron salvados no por sus obras, sino por el Señor". Respecto del Día de los Fieles Difuntos, que se celebra hoy, agregó: "la salvación pertenece a nuestro Dios y es Él quien nos salva, quien nos lleva como un papá de la mano al final de nuestra vida, hacia aquel cielo donde están nuestros ancestros".
"En el Día de los Santos y de los Muertos es necesario pensar en la esperanza, esta esperanza que nos acompaña en la vida", señaló el Pontífice, tras recordar que los primeros cristianos pintaban la esperanza como un ancla. Tras esto, reflexionó: "¿en dónde está anclado nuestro corazón?".
Sin condiciones
En la plaza de San Pedro, Francisco había pedido rezar por las víctimas de violencia, por los cristianos perseguidos y por aquellos que murieron de sed, hambre o cansancio para llegar a una mejor condición de vida. "Rezaré en modo especial por ellos", anunció.
También habló de los santos. "No son superhombres ni nacieron perfectos. Son personas que antes de llegar a la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y tristezas, con sus luchas y esperanzas. Pero cuando conocieron el amor de Dios, lo han seguido con todo su corazón, sin condiciones ni hipocresías. Han dedicado la vida al servicio de los demás, han soportado el sufrimiento sin odio y respondido al mal con el bien. Han difundido la alegría y la paz".