Jauretche: zonceras, medio pelo, cipayos y profetas del odio

Arturo Jauretche escribió sin concesiones sobre los argentinos. Un repaso por su obra, a 112 años de su nacimiento

Jauretche: zonceras, medio pelo, cipayos y profetas del odio
12 Noviembre 2013
"Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada (...) No habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota mercante o las usinas".

¿Tenía Arturo Jauretche la bola de cristal del futuro nacional, a la luz de esa predicción absolutamente precisa e inapelable? Más que habilidades de pitoniso, a Jauretche lo impulsaba su conocimiento de la Argentina y de los argentinos. Su capacidad para desentreñar el pensamiento y la acción de sus compatriotas.

"Desde su lugar apasionado de escritor, de ensayista, de periodista, de historiador, de filósofo, de sociólogo -desde todas esas ocupaciones, de las cuales carecía de título pero no de conocimiento- fue básicamente un pensador social -lo retrata Martín Borja-. Revisaba todo concepto o preconcepto que estuviera autorizado, sacralizado, alabado por el sentido común. Fue, durante toda su vida, un permanente cuestionador de la clase dominante, de sus hábitos y su política de alianzas con el modelo económico de Inglaterra y Estados Unidos. En resumen, fue el hacedor de un pensamiento nacional, que difundió e hizo trascender en otros".

La difusión de esas ideas se concretó por medio de reportajes, artículos, conferencias y, en especial, por una bibliografía felizmente recuperada y disponible en las librerías tucumanas. Oferta que crece -por la variedad de ediciones y de precios- en el mercado de la web. La obra de Jaureteche, intensa, polémica, provocadora y estimulante, invita a la reflexión.

La ruta ideológica que siguió Jauretche asoma sinuosa en una primera mirada. Fue conservador en la juventud -resabios de una educación liberal- y de allí saltó a FORJA, núcleo de pensamiento nacionalista amasado al calor del radicalismo, en el que Jauretche se formó en las convicciones de Raúl Scalabrini Ortiz. Adhirió al proyecto peronista y fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Tras el golpe de 1955 marchó al exilio y un año después publicó "El Plan Prebisch: retorno al coloniaje", un embate a la política económica de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu. Desde allí, la pluma de Jauretche se movió con mayor rapidez.

"Su 'Política nacional y revisionismo histórico' golpeó duramente al mitrismo imperante -apuntó Norberto Galasso-. También se adentró en los campos de la geopolítica en 'Ejército y política'. Con la misma enjundia quebró mitos en el campo de la cultura con sus análisis sobre Borges, Sarmiento, Martínez Estrada, Beatriz Guido, Victoria Ocampo y tantos otros".

Galasso destaca que con "El medio pelo en la sociedad argentina" (1966) ofreció una "sociología con estaño", más veraz que la aportada por los sociólogos del sistema. Nunca la intocable clase media se había visto tan desnuda, interpelada y cuestionada.

"A su vez, con el agregado de "La yapa" -en la reedición de "Los profetas del odio"- avanzó en un implacable análisis del sistema de la enseñanza, en sus diversos niveles, como así también del mundo de las academias y los prestigios oficiales", sostiene Galasso.

En 1968 vio la luz el "Manual de zonceras argentinas", una lección de iconoclastia que bucea en las profundidades de la historia. Jauretche le moja la oreja a Sarmiento y sostiene que no hay zoncera mayor que la dicotomía "civilización vs. barbarie" ("la madre que las parió a todas las zonceras").

Borja revela que Jauretche no soportaba sentarse frente a la máquina de escribir. La mayoría de sus obras fueron dictadas. Eso sí: ejercía un control obsesivo sobre cada expresión. Matizaba el cuidado del lenguaje con la entronización de algunos términos que se hicieron comunes en el habla de los argentinos: vendepatria, cipayo, oligarca; términos habituales en sus escritos. Y estaba muy orgulloso de esa contribución.

Mañana se cumplen 112 años del nacimiento de Jauretche (fue el 13 de noviembre de 1901 en Lincoln, provincia de Buenos Aires). Falleció el 25 de mayo de 1974. No podía ser otra la fecha tratándose de un argentino entero, como lo definió Atahualpa Yupanqui. La muerte encontró a Jauretche en plena producción literaria. Ahí están sus ensayos, invitando al lector a sumergirse en el placer de la palabra comprometida.

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