Por Marcelo Batiz
20 Noviembre 2013
Tras siete años, siete meses y siete días, Guillermo Moreno presentó su renuncia a la Secretaría de Comercio Interior, desde donde realizó un sinnúmero de tareas que excedieron sus funciones formales y que terminaron invariablemente en fracasos que el ministro Axel Kicillof tendrá que afrontar. Desde ese 12 de abril de 2006, en el que pasó de Comunicaciones a Comercio Interior, Moreno puso de manifiesto que sus decisiones tenían más peso que la de los sucesivos ministros a los que teóricamente debía reportarse. Desde entonces, sobrevivió a seis titulares de Economía (Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau, Carlos Fernández, Amado Boudou y Hernán Lorenzino) y a cuatro jefes de Gabinete (Alberto Fernández, Sergio Massa, Aníbal Fernández y Juan Abal Medina). Sus intervenciones tenían una particularidad: en la mayoría de los casos no correspondían a su área y no llevaban su firma, lo que representaba un alivio ante posibles demandas judiciales. Así, aseguró que no tenía nada que ver con la manipulación del Indec, de cuyas informaciones era un "simple recipiendario". Pero, en enero de 2007 emprendió una intervención en el Indec, un organismo que no dependía de él, y designó como directora de Índices de Precios de Consumo a Beatriz Paglieri. Fue el puntapié inicial para la difusión de una inflación en la que no creen ni los más acérrimos oficialistas. Esto trajo además una medición ilusoria del PBI que puede desembocar en mayores pagos de la deuda. Pero Moreno no se conformó con manipular las estadísticas. Pretendió dar lecciones de cómo gerenciar una empresa y se hizo cargo de la fallida Papelera Massuh. Su mano llegó también al área agropecuaria, con regulaciones y cupos de exportación. Asimismo, se metió de lleno en las internas del gremialismo empresario y fomentó la creación de entidades afines, a través de las que motorizó planes de consumo de productos "para todos". También se metió en el mercado de cambios y fue uno de los principales animadores de los intentos gubernamentales para contener la suba del dólar "blue". El broche de oro llegó al final, con la instalación del blanqueo de capitales con menos aceptación de la historia, al punto que hubo que realizarle modificaciones sobre la marcha y aun así no prosperó.