Las redes sociales potenciaron los hechos y también la paranoia

De forma inédita, miles de personas compartieron en tiempo real los saqueos en Twitter y en Facebook, aunque no siempre con veracidad.

“Hay tensión en mi barrio, vienen corriendo y los vecinos desde los techos, las casas, la calle haciéndoles tiros para que no avancen”, contó en Twitter @Tete_eust el miércoles a la madrugada, durante la segunda noche de pánico y locura en Tucumán. Un par de tuits anteriores la usuaria había dado las coordenadas de su barrio. Como ella, miles de personas publicaban en tiempo real información, fotos y videos en las redes sociales sobre lo que estaba ocurriendo en las calles de la ciudad. El relato en vivo de los saqueos, intentos de saqueos, enfrentamientos, temores reales e infundados se vivieron más en Twitter que en Facebook porque es una red más amigable para los celulares, lo que permite hacerlo desde cualquier parte, y porque además está menos contaminada con conversaciones personales, juegos, publicidad y cuestiones que no hacen a la información pura y dura.

Según un estudio de la Cruz Roja, una de cada cinco personas postea algo en una red social en situaciones de emergencia, mientras que ocho de cada 10 espera encontrar alguna respuesta en las redes en momentos de crisis (catástrofes naturales, guerras civiles, accidentes, etc). Es claro que el público que recurre a las redes para informarse en momentos de alarma es masivo, pero también es masivo el número de personas que aporta contenido. La información es un bien público y en una emergencia puede ser clave para salvar vidas, pero también puede agravar la situación porque muchas veces lo que se publica no es real.

Lo que pasó el 9 y el 10 de diciembre no tiene antecedentes en Tucumán. Nunca tanta gente volcó y consultó información en las redes al mismo tiempo y sobre un mismo tema. Esto fue muy valioso para los vecinos, porque les permitió tener un panorama de lo que estaba pasando, dónde y cuándo, y por lo tanto pudieron tomar recaudos y organizarse, sobre todo ante un contexto donde el Estado y sus medios de información estuvieron ausentes.

La otra cara de este fenómeno fue que también causó daño, generó psicosis y paranoia en la población. Muchos replicaron rumores, generaron más pánico y profundizaron el problema. Algunos con ingenuidad, pero otros con malicia. Incluso, ayer se detectaron numerosas cuentas falsas en Twitter creadas con el único propósito de generar caos social. Este nuevo escenario plantea un gran reto comunicacional, y más para los medios y los periodistas, principales responsables de filtrar esos datos y construir credibilidad, sobre todo cuando el Estado está ausente.

El periodismo hoy no puede competir con el caudal informativo que genera la gente, que está en todos lados y a toda hora, provista con tecnología suficiente para transmitir información al mundo entero, algo que antes era privativo de la prensa y de unos pocos. El desafío ante lo que está pasando es enorme y serán pocos los que sobrevivan en esta selva informativa: sólo los más confiables, pero quizás también los más eficaces.

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