15 Diciembre 2013
Manuel Andújar - psicólogo
Al ponerle palabras a estos hechos ominosos y violentos tenemos que hacerlo desde tres perspectivas:
A) Los desmanes están actuados en un estado hipnótico de violencia, donde prima el contagio grupal de la psicología de las masas, es decir un actuar estrecho de conciencia, automático, compulsivo y sin culpa.
B) Los hechos pasan al comentario generalizado entre los integrantes de la comunidad, en un extremo de emotividad angustiante. Es decir, del acto a la palabra, cobrando estatuto de dramatización contada que cumple doble función, de catarsis y de compartir con pares la vivencia de desamparo, incertidumbre y “bronca” contra los responsables.
Describir estos dos niveles es mantenernos en la superficialidad de los hechos, alienados y capturados por las imágenes televisivas. Si es así, tiene destino de olvido y repetición de los vandalismos, es decir… “Aquí no pasó nada”.
C) Ir a fondo es reflexionar acerca de cómo se ha “licuado” (Z. Bauman), el pacto social y el concepto de ley. Los argentinos llevamos décadas omitiendo la cultura de respeto a las normas y a la ley. Los animales tienen la ventaja de traer en su ADN el instinto y la norma reguladora de este, los humanos no, necesitamos de una ley que esté en un lugar de terceridad, ejemplo, la Constitución. Por lo que no podemos apropiarnos y encarnar la ley, el que está en el poder puede solo hacerla cumplir, no apropiarse. Desconocer esto tiene destino inevitable de totalitarismo. Absolutismo por un lado y repetida rebelión caótica por otro.
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