19 Diciembre 2013
MANOS A LA OBRA. El peluquero despliega su técnica y su arte mientras el ayudante hace su tarea. la gaceta / foto de franco vera
Hace sólo un mes, con gran sacrificio Marcelo Espinoza (40 años, padre de cuatro hijos) instaló su peluquería en un local flamante de México casi esquina Ejército del Norte. Puso unas cuantas sillas de espera, una de peluquero, un espejo y un estante de apoyo. Las paredes, presididas por un trapo decano, y muchas camisetas originales regaladas por jugadores como Maxi Pereyra (Udinese). En un rincón, sobre un paño rojo, hay unos 20 juguetes nuevos.
Espinoza aprendió el arte de las tijeras en Buenos Aires y desde hace cuatro años su clientela tucumana se fue consolidando. Les cortó el pelo al Pulga Rodríguez, a Galíndez, a Montiglio (de Atlético), y ahora a Rivero (y a varios jugadores que pasaron por San Martín). También a conocidos periodistas de Canal 8 y Canal 10.
Ni un peso
El martes, el peluquero no ganó ni un peso a pesar de que atendió, como todos los días, de 9 a 22, porque trabajó bajo la consigna “Un corte por un juguete, para donar al hospital Avellaneda”.
A mitad de la jornada solidaria lo acompañaban su hijo Juan José (8 años) y Christian, su ayudante (14), de cabezas impecables, como corresponde.
“La idea surgió porque, desde la semana pasada, uno necesita sentirse mejor y sobre todo porque los chicos, durante los saqueos, estaban muertos de miedo. Hay que cambiar el clima porque escuchan ‘ahí vienen’, y corren a meterse debajo de la cama”, se aflige, y en el plural incluye a su esposa.
Muchos clientes
“La gente se prendió. Ya vinieron 16 clientes a la mañana. Y muchos avisan por SMS que ya vendrán. Todos traen juguetes nuevos. Yo no puse consigna sino que cada uno haga lo que le dicte el corazón -señala-. Quiero resaltar la colaboración de mi esposa porque hoy yo no llevaré nada a casa, pero ella me dijo: ‘lo hacemos igual’”.
Entrenado
Esta es la primera vez que corta el pelo a cambio de un juguete, pero Espinoza es solidario desde hace rato. Una vez colaboró con un vecino boliviano enfermo de los riñones a quien no querían recibir en ningún lado. “Hicimos las gestiones y hablamos con medio mundo -hasta en la Embajada de Bolivia- hasta que conseguimos que le dieran el tratamiento de por vida”, recuerda.
También gestó y condujo un equipo de fútbol integrado por chicos en situación de calle. “Nos juntábamos los domingos, en el Complejo Muñoz, con la única consigna de que las cuatro o cinco horas que estuvieran conmigo no dijeran malas palabras, y sintieran que tenían otra cosa -cuenta-. Organizamos un campeonato, pero ahora me falta tiempo. Nos invitaron a diferentes lugares, y venían jugadores profesionales a darles charlas”.
“Hoy no cobro, pero Dios provee siempre -asevera, amparado en su fe cristiana-. Yo hago esto por los chicos, porque ellos son la luz y la esperanza. Han pasado momentos feos y ahora queremos ayudarlos a olvidar, que estén tranquilos, que estén bien; sobre todo los que están en el hospital”.
“Cuando era chico, me llevaban un juguete y yo era el más feliz del mundo. Para Reyes, ya veremos qué organizamos -se ilusiona-. Siempre hay que pensar en dar algo mejor”.
Espinoza aprendió el arte de las tijeras en Buenos Aires y desde hace cuatro años su clientela tucumana se fue consolidando. Les cortó el pelo al Pulga Rodríguez, a Galíndez, a Montiglio (de Atlético), y ahora a Rivero (y a varios jugadores que pasaron por San Martín). También a conocidos periodistas de Canal 8 y Canal 10.
Ni un peso
El martes, el peluquero no ganó ni un peso a pesar de que atendió, como todos los días, de 9 a 22, porque trabajó bajo la consigna “Un corte por un juguete, para donar al hospital Avellaneda”.
A mitad de la jornada solidaria lo acompañaban su hijo Juan José (8 años) y Christian, su ayudante (14), de cabezas impecables, como corresponde.
“La idea surgió porque, desde la semana pasada, uno necesita sentirse mejor y sobre todo porque los chicos, durante los saqueos, estaban muertos de miedo. Hay que cambiar el clima porque escuchan ‘ahí vienen’, y corren a meterse debajo de la cama”, se aflige, y en el plural incluye a su esposa.
Muchos clientes
“La gente se prendió. Ya vinieron 16 clientes a la mañana. Y muchos avisan por SMS que ya vendrán. Todos traen juguetes nuevos. Yo no puse consigna sino que cada uno haga lo que le dicte el corazón -señala-. Quiero resaltar la colaboración de mi esposa porque hoy yo no llevaré nada a casa, pero ella me dijo: ‘lo hacemos igual’”.
Entrenado
Esta es la primera vez que corta el pelo a cambio de un juguete, pero Espinoza es solidario desde hace rato. Una vez colaboró con un vecino boliviano enfermo de los riñones a quien no querían recibir en ningún lado. “Hicimos las gestiones y hablamos con medio mundo -hasta en la Embajada de Bolivia- hasta que conseguimos que le dieran el tratamiento de por vida”, recuerda.
También gestó y condujo un equipo de fútbol integrado por chicos en situación de calle. “Nos juntábamos los domingos, en el Complejo Muñoz, con la única consigna de que las cuatro o cinco horas que estuvieran conmigo no dijeran malas palabras, y sintieran que tenían otra cosa -cuenta-. Organizamos un campeonato, pero ahora me falta tiempo. Nos invitaron a diferentes lugares, y venían jugadores profesionales a darles charlas”.
“Hoy no cobro, pero Dios provee siempre -asevera, amparado en su fe cristiana-. Yo hago esto por los chicos, porque ellos son la luz y la esperanza. Han pasado momentos feos y ahora queremos ayudarlos a olvidar, que estén tranquilos, que estén bien; sobre todo los que están en el hospital”.
“Cuando era chico, me llevaban un juguete y yo era el más feliz del mundo. Para Reyes, ya veremos qué organizamos -se ilusiona-. Siempre hay que pensar en dar algo mejor”.
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