22 Diciembre 2013
BUENOS AIRES.- El drenaje de reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) es un tema que preocupa a especialistas y a los funcionarios públicos. Recientemente, el Gobierno nacional ha tomado varias medidas económicas tendientes a encarecer el acceso del público a los dólares del BCRA (destinados al turismo y a la compra de autos importados). Además, ha salido a endeudarse en busca de divisas norteamericanas. El éxito de estas medidas destinadas a defender o aumentar las reservas, es vital para la estabilidad del sistema financiero.
Al 6 de diciembre pasado, las reservas internacionales del la autoridad monetaria ascendían a U$S 30.467 millones. Sin embargo, no todas las reservas pertenecen al BCRA, ya que una parte de ellas son el respaldo de los depósitos en dólares en el sistema financiero argentino. Es decir, que pertenecen a los depositantes. Si un depositante quiere hacer un retiro en dólares de su cuenta bancaria en esa moneda, su banco le paga con los dólares que tiene depositados en el BCRA. Estos depósitos son pasivos a la vista de la entidad monetaria, al igual que los Certificados de Depósitos de Inversión (Cedin), que ascienden a U$S 9.467 millones. Esto quiere decir que las reservas del BCRA netas de sus pasivos a la vista son sólo U$S 21.000 millones.
La política anunciada por el Tesoro Nacional para pagar los vencimientos de la deuda externa pública con las reservas del BCRA también lleva a reducir la cantidad de reservas libres del BCRA. Desde hoy hasta el final del mandato de la presidenta, Cristina Fernández, en 2015 hay vencimientos por aproximadamente U$S 12.000 de millones. Luego de deducir este importe de las reservas sólo quedan U$S 9.000 millones.
Franco retroceso
Las reservas en moneda internacional han caído a un ritmo vertiginoso en 2013. En promedio, la pérdida de reservas fue de aproximadamente U$S 100 millones por día hábil ¿Qué pasaría si el BCRA sigue perdiendo divisas a este ritmo? En 90 días hábiles habría en el Banco Central U$S 21.467 millones. Los depositantes, viendo el balance de la entidad y los pasivos del tesoro nacional, se darían cuenta que si no se llevan todos los depósitos en dólares de sus cuentas pueden quedarse sin nada. Esta corrida a los depósitos en moneda norteamericana podría contagiarse a los depósitos en pesos y generar una crisis financiera.
Entonces, ¿cuáles son las conclusiones de este simple ejercicio? Primero, y contrariamente a la visión convencional, la actual situación económica (o financiera) puede tornarse rápidamente insostenible si no se toman medidas que reviertan el drenaje de reservas. El ir “zafando”, pateando la pelota para adelante, no aparece como un escenario probable ya que, bajo la actual dinámica, la situación económica podría eclosionar en una crisis en pocos meses.
Segundo, la imposición del cepo cambiario no evita una eventual corrida contra las reservas. La presencia de depósitos bancarios a la vista denominados en dólares genera un mecanismo de posible fuga de divisas similar al que ocurriría en un régimen de tipo de cambio regulado y libre movimiento de capitales. Tercero, la posible dinámica de las reservas en los próximos meses dependerá de las expectativas. Si existen motivos para esperar un cambio de régimen (que necesariamente estará asociado a una devaluación del tipo cambio oficial), el sector privado actuará en consecuencia, y pospondrá todos los ingresos de divisas y adelantará todo lo posible los pagos (al dólar oficial) al exterior. El resultado será un deterioro del balance cambiario y, probablemente, un freno adicional a la inversión externa.
En este contexto, medidas como el impuesto a los autos y el aumento de las percepciones sobre los gastos con tarjeta de crédito en el exterior, no ayudan a mejorar las expectativas. El problema no es en qué gastan los argentinos, sino que el BCRA emite demasiados pesos y el público tiene razones crecientes para pensar que el valor adquisitivo de la moneda local se deteriorará rápidamente en un futuro cercano. A menos que el Gobierno entienda el mensaje que le envía la realidad, la Argentina tendrá una vez más su profecía autocumplida. (DyN)
Al 6 de diciembre pasado, las reservas internacionales del la autoridad monetaria ascendían a U$S 30.467 millones. Sin embargo, no todas las reservas pertenecen al BCRA, ya que una parte de ellas son el respaldo de los depósitos en dólares en el sistema financiero argentino. Es decir, que pertenecen a los depositantes. Si un depositante quiere hacer un retiro en dólares de su cuenta bancaria en esa moneda, su banco le paga con los dólares que tiene depositados en el BCRA. Estos depósitos son pasivos a la vista de la entidad monetaria, al igual que los Certificados de Depósitos de Inversión (Cedin), que ascienden a U$S 9.467 millones. Esto quiere decir que las reservas del BCRA netas de sus pasivos a la vista son sólo U$S 21.000 millones.
La política anunciada por el Tesoro Nacional para pagar los vencimientos de la deuda externa pública con las reservas del BCRA también lleva a reducir la cantidad de reservas libres del BCRA. Desde hoy hasta el final del mandato de la presidenta, Cristina Fernández, en 2015 hay vencimientos por aproximadamente U$S 12.000 de millones. Luego de deducir este importe de las reservas sólo quedan U$S 9.000 millones.
Franco retroceso
Las reservas en moneda internacional han caído a un ritmo vertiginoso en 2013. En promedio, la pérdida de reservas fue de aproximadamente U$S 100 millones por día hábil ¿Qué pasaría si el BCRA sigue perdiendo divisas a este ritmo? En 90 días hábiles habría en el Banco Central U$S 21.467 millones. Los depositantes, viendo el balance de la entidad y los pasivos del tesoro nacional, se darían cuenta que si no se llevan todos los depósitos en dólares de sus cuentas pueden quedarse sin nada. Esta corrida a los depósitos en moneda norteamericana podría contagiarse a los depósitos en pesos y generar una crisis financiera.
Entonces, ¿cuáles son las conclusiones de este simple ejercicio? Primero, y contrariamente a la visión convencional, la actual situación económica (o financiera) puede tornarse rápidamente insostenible si no se toman medidas que reviertan el drenaje de reservas. El ir “zafando”, pateando la pelota para adelante, no aparece como un escenario probable ya que, bajo la actual dinámica, la situación económica podría eclosionar en una crisis en pocos meses.
Segundo, la imposición del cepo cambiario no evita una eventual corrida contra las reservas. La presencia de depósitos bancarios a la vista denominados en dólares genera un mecanismo de posible fuga de divisas similar al que ocurriría en un régimen de tipo de cambio regulado y libre movimiento de capitales. Tercero, la posible dinámica de las reservas en los próximos meses dependerá de las expectativas. Si existen motivos para esperar un cambio de régimen (que necesariamente estará asociado a una devaluación del tipo cambio oficial), el sector privado actuará en consecuencia, y pospondrá todos los ingresos de divisas y adelantará todo lo posible los pagos (al dólar oficial) al exterior. El resultado será un deterioro del balance cambiario y, probablemente, un freno adicional a la inversión externa.
En este contexto, medidas como el impuesto a los autos y el aumento de las percepciones sobre los gastos con tarjeta de crédito en el exterior, no ayudan a mejorar las expectativas. El problema no es en qué gastan los argentinos, sino que el BCRA emite demasiados pesos y el público tiene razones crecientes para pensar que el valor adquisitivo de la moneda local se deteriorará rápidamente en un futuro cercano. A menos que el Gobierno entienda el mensaje que le envía la realidad, la Argentina tendrá una vez más su profecía autocumplida. (DyN)