12 Enero 2014
INVESTIGACIÓN
QUIÉN ES LÁZARO BÁEZ
LUCÍA SALINAS(Planeta – Buenos Aires)
A lo menos, Lázaro Antonio Báez, correntino de nacimiento y santacruceño por adopción, es un rotundo ejemplo de las virtudes de la movilidad social.
Qué decir de un módico empleado bancario, cuyo esplendor en las arenas formales del accionar político se resume en la ya lejana presidencia de un centro de estudiantes, que en un puñado de años deviene zar de la construcción y dueño de bienes diversos y cuantiosos. Estaciones de servicio, clubes deportivos, empresas aéreas, de gastronomía industrial, de turismo, del rubro automotriz, diarios, radios, consultoras, etcétera. Lo que se dice un hombre multimillonario, influyente, poderoso, en un orden impreciso que él, Lázaro Antonio Báez, acepta a regañadientes o rechaza, al amparo de argumentos que conforme se ha vuelto más visible ha sabido esgrimir de memoria, como quien dice un padrenuestro: evitista, kirchnerista, peronista y en todo caso alguien que a través de una eficiente prestación ha hecho de la obra pública la vía regia del crecimiento de la Santa Cruz que tanto quiere.
Pulsan, también, otras versiones que atañen a Báez y no lo dejan bien parado, justamente. Sobreprecios, licitaciones amañadas, lavado de dinero, enriquecimiento mal habido con fondos del Estado y todo eso gracias a su profunda vinculación con el ex presidente Néstor Kirchner. Menos que una prístina amistad de dos hombres criados en la misma geografía (he allí la versión de Báez), se deducen tenebrosas historias de no menos tenebrosos negocios que incluirían a otras personas y que conducirían, en las hipótesis más aventuradas, a una escandalosa asociación ilícita.
Entre el Lázaro Báez al que apodaban “Flaco” y destacaba como un confiable defensor del fútbol amateur, y el de hoy, “El Jefe”, el hombre que al aparecer controla hasta el vuelo de las moscas en Santa Cruz y aledaños, se instala la mirada de Lucía Salinas, que no es detective, ni Fiscal de la Nación, ni tampoco biógrafa oficial o no oficial del personaje de marras. Salinas (1981, Río Gallegos) es una licenciada en Comunicación Social y colaboradora del diario Clarín, que se abocó a investigar a Báez a través de pilares tan usuales como indispensables: rastreo de datos, fechas, referencias, archivo, ataduras de cabos sueltos y testimonios, incluso el del propio Báez, pero, claro, hasta donde Báez consintió, que no fue demasiado. Acaso en esa reticencia se haga todavía más fuerte la analogía que tanto irrita a Báez: la que lo asocia a Alfredo Yabrán, el empresario postal floreciente en los tiempos del menemismo y muerto en circunstancias que han dado a lugar a variadas fantasmagorías.
Afirmar que el libro de Lucía Salinas (Quién es Lázaro Báez) es un documento contundente, indispensable, bla bla bla, sería un acto temerario, cuando no irresponsable. Pero no menos irresponsable, y además injusto, sería negar toda entidad a una investigación capaz de tender hilos y puentes hacia el esclarecimiento de lo que, más tarde o más temprano, será menester esclarecer.
Las brumas que envuelven a Báez son demasiado delicadas como para ser omitidas así porque así. Advertida de ese peligro, Salinas ofrece una contribución valiosa.
© LA GACETA
QUIÉN ES LÁZARO BÁEZ
LUCÍA SALINAS(Planeta – Buenos Aires)
A lo menos, Lázaro Antonio Báez, correntino de nacimiento y santacruceño por adopción, es un rotundo ejemplo de las virtudes de la movilidad social.
Qué decir de un módico empleado bancario, cuyo esplendor en las arenas formales del accionar político se resume en la ya lejana presidencia de un centro de estudiantes, que en un puñado de años deviene zar de la construcción y dueño de bienes diversos y cuantiosos. Estaciones de servicio, clubes deportivos, empresas aéreas, de gastronomía industrial, de turismo, del rubro automotriz, diarios, radios, consultoras, etcétera. Lo que se dice un hombre multimillonario, influyente, poderoso, en un orden impreciso que él, Lázaro Antonio Báez, acepta a regañadientes o rechaza, al amparo de argumentos que conforme se ha vuelto más visible ha sabido esgrimir de memoria, como quien dice un padrenuestro: evitista, kirchnerista, peronista y en todo caso alguien que a través de una eficiente prestación ha hecho de la obra pública la vía regia del crecimiento de la Santa Cruz que tanto quiere.
Pulsan, también, otras versiones que atañen a Báez y no lo dejan bien parado, justamente. Sobreprecios, licitaciones amañadas, lavado de dinero, enriquecimiento mal habido con fondos del Estado y todo eso gracias a su profunda vinculación con el ex presidente Néstor Kirchner. Menos que una prístina amistad de dos hombres criados en la misma geografía (he allí la versión de Báez), se deducen tenebrosas historias de no menos tenebrosos negocios que incluirían a otras personas y que conducirían, en las hipótesis más aventuradas, a una escandalosa asociación ilícita.
Entre el Lázaro Báez al que apodaban “Flaco” y destacaba como un confiable defensor del fútbol amateur, y el de hoy, “El Jefe”, el hombre que al aparecer controla hasta el vuelo de las moscas en Santa Cruz y aledaños, se instala la mirada de Lucía Salinas, que no es detective, ni Fiscal de la Nación, ni tampoco biógrafa oficial o no oficial del personaje de marras. Salinas (1981, Río Gallegos) es una licenciada en Comunicación Social y colaboradora del diario Clarín, que se abocó a investigar a Báez a través de pilares tan usuales como indispensables: rastreo de datos, fechas, referencias, archivo, ataduras de cabos sueltos y testimonios, incluso el del propio Báez, pero, claro, hasta donde Báez consintió, que no fue demasiado. Acaso en esa reticencia se haga todavía más fuerte la analogía que tanto irrita a Báez: la que lo asocia a Alfredo Yabrán, el empresario postal floreciente en los tiempos del menemismo y muerto en circunstancias que han dado a lugar a variadas fantasmagorías.
Afirmar que el libro de Lucía Salinas (Quién es Lázaro Báez) es un documento contundente, indispensable, bla bla bla, sería un acto temerario, cuando no irresponsable. Pero no menos irresponsable, y además injusto, sería negar toda entidad a una investigación capaz de tender hilos y puentes hacia el esclarecimiento de lo que, más tarde o más temprano, será menester esclarecer.
Las brumas que envuelven a Báez son demasiado delicadas como para ser omitidas así porque así. Advertida de ese peligro, Salinas ofrece una contribución valiosa.
© LA GACETA
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