Por Irene Benito
12 Enero 2014
FOTO TOMADA DE LANACION.COM.AR
Pese a todo, José Ignacio de Mendiguren (1950, Buenos Aires) es optimista. El “pese a…” no es pequeño ni menor. Sobran los problemas este 19 de diciembre de 2013. La avenida de Mayo, a la altura de la sede de la Unión Industrial Argentina (UIA), da cuenta del desaguisado: protesta con “tamborcitos” (como los porteños llaman a los redoblantes), atardecer caldeado, persianas bajadas, “sensación” de saqueos, tránsito imposible, ostensible malestar general.
Pero De Mendiguren se sabe del lado de los ganadores. Porque cada derrota tiene su victoria. La estrella de la política que -hoy- brilla para Sergio Massa ilumina asimismo el semblante de De Mendiguren, que en octubre se convirtió en diputado nacional por el Frente Renovador (FR). Será por eso que el secretario de la UIA observa con entusiasmo lo que para muchos parece un horizonte difícil e incierto. De Mendiguren transmite la ilusión de que existe otro comienzo al alcance de la mano. Y él conoce de comienzos: fue ministro de la Producción del Gobierno de emergencia de Eduardo Duhalde; presidió la central fabril al final del menemismo y durante el apogeo de Cristina Kirchner; dirigió el Banco de la Nación Argentina y, además, se hizo a sí mismo. Dice la leyenda que este abogado con raíces vascas la pegó con la invención de la alpargata con suela de goma. Los negocios le sonrieron: con un patrimonio declarado de $ 15,3 millones, De Mendiguren es uno de los diputados más ricos y el más acaudalado del sector de Massa.
Quizá por eso, porque está tironeado por la agenda del empresariado y el mundillo político, y porque las callecitas de Buenos Aires son una fábrica de demora, el empresario-diputado se hace esperar más de una hora en la antesala vacía de su despacho en la UIA. Y, cuando por fin llega, De Mendiguren integra en la conversación con LA GACETA a una colaboradora muy simpática que cada dos por tres le recuerda “que lo están esperando arriba”.
No importa: en el reino del retraso, todo puede retrasarse un rato más, menos lo imprescindible, que, según el aliado de Massa, es salir del atolladero económico. “Sólo hay que quitar la maraña de malas políticas que impiden el desarrollo”, analiza. Su obsesión pasa por recrear los motores que encendieron al país luego de la crisis de 2001. Al menos en ese sentido, el frente que integra es más restaurador que renovador. Pero los que se presentan como recién nacidos o llegados tienen derecho a usar la palabra “nuevo” y el dirigente industrial hace abundante uso de ello.
-¿Cómo define al sector que lo llevó a la Cámara Baja?
-Es un nuevo espacio nacido hace seis meses que tiene como objetivo instaurar una nueva forma de hacer política en Argentina. Estamos convencidos de que el futuro cercano es muy promisorio. Para acceder a él, hay que producir modificaciones sustanciales. El primer cambio es entender que el camino de la confrontación, del blanco-negro, del amigo-enemigo, no debe existir. En segundo término, debemos evitar la negación de los problemas. En tercer lugar, vemos la necesidad de plantear algo distinto a lo hecho durante nuestros 200 años de historia en cuanto a las antinomias campo-industria, interior-centros urbanos, capital-trabajo, pequeñas empresas-grandes empresas, importación-exportación... Estas son las gravísimas tensiones sin resolver que generaron el bajo nivel de desarrollo del país. Necesitamos síntesis y no confrontación para llegar a una nueva etapa. Proponemos terminar con las políticas pendulares que habilitaron a cada gobierno que se iniciaba a buscar la refundación de la Argentina mediante la anulación de lo que hicieron los gobiernos anteriores. Nosotros concebimos la política como distintas fases de un proceso virtuoso destinado a generar un avance sistemático del país. Esto implica que en vez de destruir lo anterior y querer empezar de nuevo, con nuevas fórmulas, como ocurrió durante nuestra historia, hemos de reconocer lo positivo que hubo, cambiar lo que sea necesario y agregar lo que falte. Otra cosa clave para el Frente Renovador es el diálogo tripartito y permanente entre los trabajadores, el Gobierno y los empresarios. Por eso el partido está integrado por representantes de los trabajadores, de la industria, del sector agropecuario... Eso que pedimos hacia afuera, que es el diálogo, nosotros lo instrumentaremos internamente.
-El 2013 termina de manera agobiante y el kirchnerismo todavía tiene dos años por delante en el poder. ¿Cuál es el plan del Frente Renovador hasta 2015?
-Vamos a prestar al Gobierno nacional toda la colaboración que esté a nuestro alcance para garantizar la gobernabilidad tanto política como económica y permitir una transición que facilite la posibilidad de retomar la senda de crecimiento perdida. Sí creemos que es necesario terminar con la política de los parches; dejar de desconocer los problemas y debatirlos. La agenda incluye la inseguridad, la inflación y la presión fiscal. Cuando propusimos elevar el piso del mínimo no imponible (del impuesto a las ganancias) nos tildaron de demagogos y de vendedores de espejitos de colores, pero, después del desempeño del FR en las primarias, se pudo hablar de la inflación, se reconoció la inseguridad y se levantó el mínimo no imponible. Lo más importante es que la irrupción del FR enterró la discusión de la re-reelección y esto de por sí generó una nueva etapa porque ya se sabe que en 2015 habrá un cambio de gobierno.
-Usted había dicho en la época de las elecciones que Guillermo Moreno debía irse para que regresen las inversiones. Moreno se fue de la Secretaría de Comercio Interior, pero los capitales siguen sin llegar.
-Si cambiamos al funcionario, pero mantenemos sus ideas, no hay un cambio real. Yo fui ministro de la Producción después de la explosión de 2001 y me tocó, junto con (Jorge) Capitanich, que entonces también era jefe de Gabinete, poner este modelo en funcionamiento. Tengo clarísimo qué significaba el esquema productivo-competitivo. Fue un modelo que en el mismo 2002, y no en 2003, como se dice por ahí, hizo que la economía argentina no solamente dejase de caer sino que también generase el proceso de crecimiento más largo que haya conocido el país. Ya en 2002 habíamos salido de la crisis y en mayo de 2003 entregamos un país creciendo al 7% con 3% de inflación, y superávit fiscal y comercial. En 2002, Argentina generó uSs 16.500 millones de superávit comercial: en 2013, con suerte, llegaremos a uSs 7.000 u uSs 8.000. Además, logramos una transición política de las más ordenadas de la historia: cinco ministros y una treintena de secretarios de Estado se integraron al gabinete de Néstor Kirchner. Por último, durante ese período no hubo una sola denuncia o sospecha de corrupción. ¿Qué quiere decir? Que sabemos muy bien cuáles son los motores que hay que encender para salir de la crisis. Esos motores son el tipo de cambio competitivo, la inflación baja, el superávit fiscal y comercial, y la demanda. Gracias a ellos, la industria creció el 110% hasta 2009 o 2010. ¿Qué sucedió después? No hace falta ser economista para darse cuenta de que los motores se fueron apagando. Pregunto: cuando dicen que hay que profundizar el modelo, ¿de qué estamos hablando? Porque en vez de volver a poner el caballo delante del carro, el Gobierno acude a medidas que producen el efecto contrario, como el cepo cambiario, la invención de los distintos tipos de cambio, la coerción para evitar la fuga de dólares… Esto no es un mal incorregible porque mientras nosotros aplicamos las malas políticas, Uruguay, Paraguay, Chile y Perú siguen incrementando sus reservas.
-En 2002 usted propició la devaluación escalonada, ¿esta también es la solución indicada para la problemática del presente?
-Nosotros tuvimos que administrar el estallido de la convertibilidad que había destruido todo y que generó el default económico más grande de la humanidad. ¿Qué hicimos? Evitar la dolarización de la economía, la privatización de la recaudación, etcétera. Nos negamos a eso y nos propusimos normalizar una economía con fuerte impronta productiva. Por supuesto que pasamos del tipo de cambio fijo de la convertibilidad a un tipo variable. La devaluación fue el reconocimiento de un error anterior no corregido a tiempo. El proceso devaluatorio viene de un proceso revaluatorio: cuando el tipo de cambio está retrasado, siempre va hacia una devaluación. Cuanto mayor es el retraso generado, mayor es el salto devaluatorio posterior. Si uno presiona y presiona el resorte, cuando lo suelta, este pega en el techo. Eso pasó después de la convertibilidad. También es cierto que el tipo de cambio competitivo liberó toda la energía productiva que había en el país. Hoy el que devalúa es el Gobierno, pero sin un plan anti inflación; entonces, el tipo de cambio se modifica pero la inflación se come la modificación. Necesitamos una recuperación del tipo de cambio con un plan coherente de ataque a la inflación porque, si no, estamos echando nafta al fuego.
-Usted fue criticado porque, en su carácter de presidente de la UIA, estuvo muy cerca del kirchnerismo. Estos errores que fueron desvirtuando el modelo de 2002, ¿cuándo comenzó a advertirlos?
-Primero: como presidente de la UIA no puedo ser ni kirchnerista ni radical…
-¿Ni massista?
-No, por supuesto que no. Soy un dirigente gremial empresario. Como tal, no tengo sólo la necesidad sino también la obligación de desarrollar la mejor relación posible con el Gobierno que eligió la gente. Con Cristina, lo he dicho siempre, tuve un excelente vínculo. Pudimos discutir y me permitió que le plantee nuestras diferencias. Y así lo hice (N. de la R.: para apoyar sus manifestaciones, De Mendiguren muestra una presentación con recortes de prensa que lleva en su iPad). He advertido todo permanentemente. Soy desarrollista: hoy la política me ha dado la oportunidad de expresar mis ideas en el Parlamento nacional y así lo haré. La Argentina no tiene clima de negocios, pero está llena de negocios de toda índole.
-En sus diez años en el Gobierno de Tucumán, Alperovich se mostró como ultrakirchnerista. ¿Eventualmente sería recibido en el Frente Renovador?
-Creo que son temas que se están planteando. Este es un espacio amplio. Está claro que tenemos gente del peronismo y de la UCR. Fuimos en la elección con dirigentes del PRO…
-De modo que, si Alperovich quiere entrar, será bienvenido.
-Lo vamos a analizar. Pero está claro que en este sector hay una calle con principios que no se negocian. Massa fue contundente respecto de su opinión contraria a las re-reelecciones. Aquí queremos alternancia y diversidad, y buscamos no estar con los que piensan igual sino cultivar la visión de la política como la legítima armonización de los disensos. Pero sí, (Alperovich) no está en la lista negra del Frente Renovador.
Pero De Mendiguren se sabe del lado de los ganadores. Porque cada derrota tiene su victoria. La estrella de la política que -hoy- brilla para Sergio Massa ilumina asimismo el semblante de De Mendiguren, que en octubre se convirtió en diputado nacional por el Frente Renovador (FR). Será por eso que el secretario de la UIA observa con entusiasmo lo que para muchos parece un horizonte difícil e incierto. De Mendiguren transmite la ilusión de que existe otro comienzo al alcance de la mano. Y él conoce de comienzos: fue ministro de la Producción del Gobierno de emergencia de Eduardo Duhalde; presidió la central fabril al final del menemismo y durante el apogeo de Cristina Kirchner; dirigió el Banco de la Nación Argentina y, además, se hizo a sí mismo. Dice la leyenda que este abogado con raíces vascas la pegó con la invención de la alpargata con suela de goma. Los negocios le sonrieron: con un patrimonio declarado de $ 15,3 millones, De Mendiguren es uno de los diputados más ricos y el más acaudalado del sector de Massa.
Quizá por eso, porque está tironeado por la agenda del empresariado y el mundillo político, y porque las callecitas de Buenos Aires son una fábrica de demora, el empresario-diputado se hace esperar más de una hora en la antesala vacía de su despacho en la UIA. Y, cuando por fin llega, De Mendiguren integra en la conversación con LA GACETA a una colaboradora muy simpática que cada dos por tres le recuerda “que lo están esperando arriba”.
No importa: en el reino del retraso, todo puede retrasarse un rato más, menos lo imprescindible, que, según el aliado de Massa, es salir del atolladero económico. “Sólo hay que quitar la maraña de malas políticas que impiden el desarrollo”, analiza. Su obsesión pasa por recrear los motores que encendieron al país luego de la crisis de 2001. Al menos en ese sentido, el frente que integra es más restaurador que renovador. Pero los que se presentan como recién nacidos o llegados tienen derecho a usar la palabra “nuevo” y el dirigente industrial hace abundante uso de ello.
-¿Cómo define al sector que lo llevó a la Cámara Baja?
-Es un nuevo espacio nacido hace seis meses que tiene como objetivo instaurar una nueva forma de hacer política en Argentina. Estamos convencidos de que el futuro cercano es muy promisorio. Para acceder a él, hay que producir modificaciones sustanciales. El primer cambio es entender que el camino de la confrontación, del blanco-negro, del amigo-enemigo, no debe existir. En segundo término, debemos evitar la negación de los problemas. En tercer lugar, vemos la necesidad de plantear algo distinto a lo hecho durante nuestros 200 años de historia en cuanto a las antinomias campo-industria, interior-centros urbanos, capital-trabajo, pequeñas empresas-grandes empresas, importación-exportación... Estas son las gravísimas tensiones sin resolver que generaron el bajo nivel de desarrollo del país. Necesitamos síntesis y no confrontación para llegar a una nueva etapa. Proponemos terminar con las políticas pendulares que habilitaron a cada gobierno que se iniciaba a buscar la refundación de la Argentina mediante la anulación de lo que hicieron los gobiernos anteriores. Nosotros concebimos la política como distintas fases de un proceso virtuoso destinado a generar un avance sistemático del país. Esto implica que en vez de destruir lo anterior y querer empezar de nuevo, con nuevas fórmulas, como ocurrió durante nuestra historia, hemos de reconocer lo positivo que hubo, cambiar lo que sea necesario y agregar lo que falte. Otra cosa clave para el Frente Renovador es el diálogo tripartito y permanente entre los trabajadores, el Gobierno y los empresarios. Por eso el partido está integrado por representantes de los trabajadores, de la industria, del sector agropecuario... Eso que pedimos hacia afuera, que es el diálogo, nosotros lo instrumentaremos internamente.
-El 2013 termina de manera agobiante y el kirchnerismo todavía tiene dos años por delante en el poder. ¿Cuál es el plan del Frente Renovador hasta 2015?
-Vamos a prestar al Gobierno nacional toda la colaboración que esté a nuestro alcance para garantizar la gobernabilidad tanto política como económica y permitir una transición que facilite la posibilidad de retomar la senda de crecimiento perdida. Sí creemos que es necesario terminar con la política de los parches; dejar de desconocer los problemas y debatirlos. La agenda incluye la inseguridad, la inflación y la presión fiscal. Cuando propusimos elevar el piso del mínimo no imponible (del impuesto a las ganancias) nos tildaron de demagogos y de vendedores de espejitos de colores, pero, después del desempeño del FR en las primarias, se pudo hablar de la inflación, se reconoció la inseguridad y se levantó el mínimo no imponible. Lo más importante es que la irrupción del FR enterró la discusión de la re-reelección y esto de por sí generó una nueva etapa porque ya se sabe que en 2015 habrá un cambio de gobierno.
-Usted había dicho en la época de las elecciones que Guillermo Moreno debía irse para que regresen las inversiones. Moreno se fue de la Secretaría de Comercio Interior, pero los capitales siguen sin llegar.
-Si cambiamos al funcionario, pero mantenemos sus ideas, no hay un cambio real. Yo fui ministro de la Producción después de la explosión de 2001 y me tocó, junto con (Jorge) Capitanich, que entonces también era jefe de Gabinete, poner este modelo en funcionamiento. Tengo clarísimo qué significaba el esquema productivo-competitivo. Fue un modelo que en el mismo 2002, y no en 2003, como se dice por ahí, hizo que la economía argentina no solamente dejase de caer sino que también generase el proceso de crecimiento más largo que haya conocido el país. Ya en 2002 habíamos salido de la crisis y en mayo de 2003 entregamos un país creciendo al 7% con 3% de inflación, y superávit fiscal y comercial. En 2002, Argentina generó uSs 16.500 millones de superávit comercial: en 2013, con suerte, llegaremos a uSs 7.000 u uSs 8.000. Además, logramos una transición política de las más ordenadas de la historia: cinco ministros y una treintena de secretarios de Estado se integraron al gabinete de Néstor Kirchner. Por último, durante ese período no hubo una sola denuncia o sospecha de corrupción. ¿Qué quiere decir? Que sabemos muy bien cuáles son los motores que hay que encender para salir de la crisis. Esos motores son el tipo de cambio competitivo, la inflación baja, el superávit fiscal y comercial, y la demanda. Gracias a ellos, la industria creció el 110% hasta 2009 o 2010. ¿Qué sucedió después? No hace falta ser economista para darse cuenta de que los motores se fueron apagando. Pregunto: cuando dicen que hay que profundizar el modelo, ¿de qué estamos hablando? Porque en vez de volver a poner el caballo delante del carro, el Gobierno acude a medidas que producen el efecto contrario, como el cepo cambiario, la invención de los distintos tipos de cambio, la coerción para evitar la fuga de dólares… Esto no es un mal incorregible porque mientras nosotros aplicamos las malas políticas, Uruguay, Paraguay, Chile y Perú siguen incrementando sus reservas.
-En 2002 usted propició la devaluación escalonada, ¿esta también es la solución indicada para la problemática del presente?
-Nosotros tuvimos que administrar el estallido de la convertibilidad que había destruido todo y que generó el default económico más grande de la humanidad. ¿Qué hicimos? Evitar la dolarización de la economía, la privatización de la recaudación, etcétera. Nos negamos a eso y nos propusimos normalizar una economía con fuerte impronta productiva. Por supuesto que pasamos del tipo de cambio fijo de la convertibilidad a un tipo variable. La devaluación fue el reconocimiento de un error anterior no corregido a tiempo. El proceso devaluatorio viene de un proceso revaluatorio: cuando el tipo de cambio está retrasado, siempre va hacia una devaluación. Cuanto mayor es el retraso generado, mayor es el salto devaluatorio posterior. Si uno presiona y presiona el resorte, cuando lo suelta, este pega en el techo. Eso pasó después de la convertibilidad. También es cierto que el tipo de cambio competitivo liberó toda la energía productiva que había en el país. Hoy el que devalúa es el Gobierno, pero sin un plan anti inflación; entonces, el tipo de cambio se modifica pero la inflación se come la modificación. Necesitamos una recuperación del tipo de cambio con un plan coherente de ataque a la inflación porque, si no, estamos echando nafta al fuego.
-Usted fue criticado porque, en su carácter de presidente de la UIA, estuvo muy cerca del kirchnerismo. Estos errores que fueron desvirtuando el modelo de 2002, ¿cuándo comenzó a advertirlos?
-Primero: como presidente de la UIA no puedo ser ni kirchnerista ni radical…
-¿Ni massista?
-No, por supuesto que no. Soy un dirigente gremial empresario. Como tal, no tengo sólo la necesidad sino también la obligación de desarrollar la mejor relación posible con el Gobierno que eligió la gente. Con Cristina, lo he dicho siempre, tuve un excelente vínculo. Pudimos discutir y me permitió que le plantee nuestras diferencias. Y así lo hice (N. de la R.: para apoyar sus manifestaciones, De Mendiguren muestra una presentación con recortes de prensa que lleva en su iPad). He advertido todo permanentemente. Soy desarrollista: hoy la política me ha dado la oportunidad de expresar mis ideas en el Parlamento nacional y así lo haré. La Argentina no tiene clima de negocios, pero está llena de negocios de toda índole.
-En sus diez años en el Gobierno de Tucumán, Alperovich se mostró como ultrakirchnerista. ¿Eventualmente sería recibido en el Frente Renovador?
-Creo que son temas que se están planteando. Este es un espacio amplio. Está claro que tenemos gente del peronismo y de la UCR. Fuimos en la elección con dirigentes del PRO…
-De modo que, si Alperovich quiere entrar, será bienvenido.
-Lo vamos a analizar. Pero está claro que en este sector hay una calle con principios que no se negocian. Massa fue contundente respecto de su opinión contraria a las re-reelecciones. Aquí queremos alternancia y diversidad, y buscamos no estar con los que piensan igual sino cultivar la visión de la política como la legítima armonización de los disensos. Pero sí, (Alperovich) no está en la lista negra del Frente Renovador.
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