Por Luis María Ruiz
26 Febrero 2014
Los taxistas dicen que no les alcanza. Los docentes dicen que no les alcanza. Los trabajadores de la salud dicen que no les alcanza. Los empleados de la Provincia, de los municipios y de las comunas dicen que no les alcanza. Hasta algunos legisladores dicen que, con la suba generalizada de precios, ya no les resulta tan rentable ocupar una banca (sobre todo porque las autoridades de la Cámara, por ahora, descartaron un incremento en los gastos sociales, y las dietas se ajustarían al resultado de las paritarias).
A pesar del descontento generalizado, que podría debilitar cualquier estructura de gobierno, no hay chances de que se produzca una remake tucumana de la lamentable escena que protagonizó el radical Fernando De la Rúa en 2001, con su huida en helicóptero de la Rosada. El primer motivo que hace descartar una situación similar para José Alperovich es material: el helicóptero de la Provincia está roto desde octubre pasado. El segundo es financiero: las arcas públicas tendrían sustento para garantizar el pago de los salarios por un tiempo prudencial, según fuentes del oficialismo. Esta es una virtud que propios y extraños le reconocen al gobernador de los tres mandatos consecutivos. Aunque probablemente experimenta la convulsión política a su alrededor por el inminente fin de ciclo, tendrá a la vez la chance de jugar el partido despedida en su posición favorita: administrador de recursos, más que líder proselitista.
En contrapartida, ya se lanzaron algunos de los que buscarán gobernar Tucumán a partir de 2015. Lo curioso es que, en este juego de seducciones, quien aparece entre los compañeros más buscados es, a la vez, uno de los grandes derrotados de 2013: el intendente Domingo Amaya.
La Capital fue uno de los dos municipios que no pudieron rendirle tributo a la denominación “Frente para la Victoria” en las elecciones pasadas. A pesar de la nula relación entre amayistas y alperovichistas, la Casa de Gobierno no va a declararle la guerra al “Colorado”. “A ninguno le conviene”, asegura un ultraalperovichista que habla a diario con su jefe. En los pasillos oficialistas el tándem apuntalado sería Juan Manzur-Osvaldo Jaldo, otrora postulantes a diputado. ¿Por qué primero el actual ministro de Salud de la Nación? Dos posibles motivos: está impedido a aspirar a ser vicegobernador, por haber secundado dos veces en la fórmula a Alperovich -desde 2009 tiene licencia para ser funcionario K-; además, es uno de los dirigentes que mayor confianza inspira al mandatario.
Pero el nombre de Amaya suena de tanto en tanto. Lo mencionan junto a Jaldo y -en menor medida- a Manzur. A favor de la primera estrategia jugaría la circunstancia de que el tranqueño ya tiene su estructura en el interior, y el “Colorado” -pese a la derrota del PJ en su territorio- en San Miguel de Tucumán.
Hasta el opositor José Cano, referente de la UCR local, se animó a cruzar mensajes de simpatía con el jefe capitalino. A la vez, Amaya no descartó el diálogo.
Alperovich querrá que su sucesor no le genere problemas a futuro. Pero hoy su atención está puesta más en lo financiero que en lo político. De hecho, minimizó que tres legisladores se mudaran al massismo y rompieran la unidad que había logrado durante una década el bloque “Tucumán Crece”. “Tengo otros problemas”, le dijo a LA GACETA en rueda de prensa. Cuentan que al gobernador no le gustaron las críticas a su gestión, en especial de José Orellana. Pero no “bajó” a pelear con el trío díscolo: la tropa oficialista de la Legislatura se encargará de destronarlos de las presidencias de tres comisiones clave, y Jaldo ya llevó sus banderas a la Famaillá de los “Mellizos”. Mientras tanto, el mandatario viajó ayer a Buenos Aires para tratar de asegurar puestos de empleo en la obra pública, un área que pondera de su gestión. Claro que no fue en helicóptero.
A pesar del descontento generalizado, que podría debilitar cualquier estructura de gobierno, no hay chances de que se produzca una remake tucumana de la lamentable escena que protagonizó el radical Fernando De la Rúa en 2001, con su huida en helicóptero de la Rosada. El primer motivo que hace descartar una situación similar para José Alperovich es material: el helicóptero de la Provincia está roto desde octubre pasado. El segundo es financiero: las arcas públicas tendrían sustento para garantizar el pago de los salarios por un tiempo prudencial, según fuentes del oficialismo. Esta es una virtud que propios y extraños le reconocen al gobernador de los tres mandatos consecutivos. Aunque probablemente experimenta la convulsión política a su alrededor por el inminente fin de ciclo, tendrá a la vez la chance de jugar el partido despedida en su posición favorita: administrador de recursos, más que líder proselitista.
En contrapartida, ya se lanzaron algunos de los que buscarán gobernar Tucumán a partir de 2015. Lo curioso es que, en este juego de seducciones, quien aparece entre los compañeros más buscados es, a la vez, uno de los grandes derrotados de 2013: el intendente Domingo Amaya.
La Capital fue uno de los dos municipios que no pudieron rendirle tributo a la denominación “Frente para la Victoria” en las elecciones pasadas. A pesar de la nula relación entre amayistas y alperovichistas, la Casa de Gobierno no va a declararle la guerra al “Colorado”. “A ninguno le conviene”, asegura un ultraalperovichista que habla a diario con su jefe. En los pasillos oficialistas el tándem apuntalado sería Juan Manzur-Osvaldo Jaldo, otrora postulantes a diputado. ¿Por qué primero el actual ministro de Salud de la Nación? Dos posibles motivos: está impedido a aspirar a ser vicegobernador, por haber secundado dos veces en la fórmula a Alperovich -desde 2009 tiene licencia para ser funcionario K-; además, es uno de los dirigentes que mayor confianza inspira al mandatario.
Pero el nombre de Amaya suena de tanto en tanto. Lo mencionan junto a Jaldo y -en menor medida- a Manzur. A favor de la primera estrategia jugaría la circunstancia de que el tranqueño ya tiene su estructura en el interior, y el “Colorado” -pese a la derrota del PJ en su territorio- en San Miguel de Tucumán.
Hasta el opositor José Cano, referente de la UCR local, se animó a cruzar mensajes de simpatía con el jefe capitalino. A la vez, Amaya no descartó el diálogo.
Alperovich querrá que su sucesor no le genere problemas a futuro. Pero hoy su atención está puesta más en lo financiero que en lo político. De hecho, minimizó que tres legisladores se mudaran al massismo y rompieran la unidad que había logrado durante una década el bloque “Tucumán Crece”. “Tengo otros problemas”, le dijo a LA GACETA en rueda de prensa. Cuentan que al gobernador no le gustaron las críticas a su gestión, en especial de José Orellana. Pero no “bajó” a pelear con el trío díscolo: la tropa oficialista de la Legislatura se encargará de destronarlos de las presidencias de tres comisiones clave, y Jaldo ya llevó sus banderas a la Famaillá de los “Mellizos”. Mientras tanto, el mandatario viajó ayer a Buenos Aires para tratar de asegurar puestos de empleo en la obra pública, un área que pondera de su gestión. Claro que no fue en helicóptero.
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