Por Mariana Segura
07 Abril 2014
EL ABRAZO DE LA ALEGRÍA. Silba ya convirtió, tras un pase de Becica, y juntos festejan que el equipo dio vuelta el partido.
A la historia de ayer ni el mejor guionista la hubiese pensado tan de película. La Ciudadela fue el escenario y su gente, miles de actores secundarios que cuando la tormenta quiso ahogarlos acompañada del 0-1 del momento, les terminaron dando vida a los protagonistas. La lluvia fue agua bendecida por todos esos hinchas que adornaron la crónica de un San Martín que un día, en medio del barro, dio vuelta el resultado e hizo del 3-1 sobre Tiro Federal el mejor y más esperado de todos los finales.
¿Por qué fue todo tan espectacular? El duelo arrancó cuando el sol de la tarde se animó a salir en medio de las nubes grises que ya amenazaban, y lo hizo con un San Martín sin suerte para agarrar la bocha, propiedad de los rosarinos. Diego Pave fue el “santo” que hasta antes de los 20’ más tocó la pelota, pero no porque Tiro lo pusiera en aprietos, sino porque a sus compañeros les costaba salir del fondo. La causa fue un Albano Becica hasta ahí escondido.
Con Lucas Chacana se adelantó el equipo, volviendo el medio derecho su carril exclusivo. Tres centros seguidos partieron desde ahí para que San Martín se adueñara del mayor peligro en el primer tiempo, pero fue en el inicio del complemento que la historia destapó su golpe más bajo: un tirito de Franco Ferrari pegó en Leandro Armani terminó pidiendo permiso para meterse en la ratonera “santa”.
Los rayos comenzaron a caer lejanos y en el campo hubo una aparición que a tono con el contexto le cambió la cara anfitrión. Matías Rinaudo ganó un córner en la primera que tocó y después aprovechó un rebote de esa jugada para acomodar la resbalosa redondita desde media distancia, pegadita al palo izquierdo. El grito de él fue el desahogo de todos, y el de Luis Silba después, el más merecido. “Tanque” se cansó de luchar y buscar, y de tanto guerrear su tiro cruzado lo consagró con un golazo que sacudió la red empapada.
Al telón en medio de la fiesta, y para un cierre ya sin dramas ni suspensos, lo bajó Facundo Rivero, de cabeza. Fin (y aplausos, de pie).
¿Por qué fue todo tan espectacular? El duelo arrancó cuando el sol de la tarde se animó a salir en medio de las nubes grises que ya amenazaban, y lo hizo con un San Martín sin suerte para agarrar la bocha, propiedad de los rosarinos. Diego Pave fue el “santo” que hasta antes de los 20’ más tocó la pelota, pero no porque Tiro lo pusiera en aprietos, sino porque a sus compañeros les costaba salir del fondo. La causa fue un Albano Becica hasta ahí escondido.
Con Lucas Chacana se adelantó el equipo, volviendo el medio derecho su carril exclusivo. Tres centros seguidos partieron desde ahí para que San Martín se adueñara del mayor peligro en el primer tiempo, pero fue en el inicio del complemento que la historia destapó su golpe más bajo: un tirito de Franco Ferrari pegó en Leandro Armani terminó pidiendo permiso para meterse en la ratonera “santa”.
Los rayos comenzaron a caer lejanos y en el campo hubo una aparición que a tono con el contexto le cambió la cara anfitrión. Matías Rinaudo ganó un córner en la primera que tocó y después aprovechó un rebote de esa jugada para acomodar la resbalosa redondita desde media distancia, pegadita al palo izquierdo. El grito de él fue el desahogo de todos, y el de Luis Silba después, el más merecido. “Tanque” se cansó de luchar y buscar, y de tanto guerrear su tiro cruzado lo consagró con un golazo que sacudió la red empapada.
Al telón en medio de la fiesta, y para un cierre ya sin dramas ni suspensos, lo bajó Facundo Rivero, de cabeza. Fin (y aplausos, de pie).