El regreso del EPAM a su antigua sede

10 Abril 2014
Así como en otras sociedades los cuidan, les brindan atenciones de todo tipo, perciben haberes más que dignos y siguen teniendo espacios activos donde seguir entregando su capacidad a la sociedad. No suele suceder lo mismo en nuestro país con ellos, donde el 70% cobra una jubilación mínima de $2.757, muy lejos de la canasta familiar básica de $6.100 -calculada en enero pasado- y alguien que haya llegado a las seis décadas suele quedar desplazado del mercado laboral. Con visión de futuro y gran sensibilidad, en agosto de 1985, durante la gestión de Eugenio Virla, la Universidad Nacional de Tucumán creó el programa Educación Permanente para Adultos Mayores (EPAM), que se convirtió a lo largo del tiempo en uno de los mejores aciertos de la casa fundada por Juan B. Terán.

Tras dos años de conflicto por la nueva sede del EPAM que fue llevada a avenida Sarmiento al 1.100, en el edificio donde funcionaba la ex central termoeléctrica, la paz entre un grupo de alumnos del programa y autoridades de la UNT pareciera haberse sellado con el regreso a la casa de la calle Virgen de la Merced 417 (ex Rivadavia), donde funcionó durante muchos años el EPAM. En marzo de 2012, se les anunció a los adultos que iban a ser desalojados de local céntrico, como consecuencia de una voluminosa deuda en el alquiler. La casa de altos estudios que debía abonar alrededor de $500.000, les hizo un ofrecimiento de $200.000 a los propietarios del inmueble, pero fue rechazado. La actividad se trasladó entonces a la ex usina que fue remodelada, pero fue rechazado por un sector que se quejó por dificultades en los accesos, invasión de roedores y palomas, aulas sin aislación acústica, la falta de un ascensor que los lleve al primer piso. Este grupo siguió perseverando por la cesión de un edificio más acorde con sus necesidades.

El año pasado, LA GACETA dio a conocer que en 2009, el rector Juan Alberto Cerisola había autorizado la compra del inmueble en Muñecas 436 para ser destinado por resolución al EPAM y que luego había sido cedido a la Facultad de Derecho. Ante las renovadas protestas, el rector Juan Cerisola les dijo que el local de la calle Muñecas pasaría al EPAM, cuando se terminaran las obras en Derecho, promesa que no se cumplió. A mediados de marzo pasado, representantes de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la Provincia, de la UNT, de la Facultad de Derecho, y de los alumnos del EPAM firmaron un acuerdo que prescribía que en un plazo urgente la UNT debía encontrar y habilitar una sede céntrica para que se dictaran los cursos y los talleres del programa.

Finalmente, se volvió a la histórica casa. A juzgar por las marchas y contramarchas, por el malestar generado en los alumnos, cabe preguntarse por qué no se solucionaron hace dos años los problemas de alquiler, evitando que la UNT desembolsara luego dineros en reacondicionar la vieja ex usina de Agua y Energía. ¿Por qué antes fue imposible llegar a un acuerdo con los locatarios y ahora fue posible? ¿Hubo intereses creados? ¿No hubo voluntad política?

Esta experiencia deja como saldo positivo la perseverancia en la lucha de los adultos mayores por conseguir lo que consideraban que se merecían, defendiendo sus derechos y a un programa como el EPAM que para la gran mayoría ha sido un espacio de aprendizaje, esparcimiento, de fraternidad, de vida.

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