28 Abril 2014

Por José María Klappenbach
Sacerdote

No estamos habando de rock. A partir de ahora también de los dos Papas que fueron canonizados juntos. Todos sabíamos que Juan XXIII y Juan Pablo II eran santos. En ambos casos, al morir, la gente clamó exigiendo el “santo súbito”: no demoren, no hay dudas, todos sabemos que son santos.
Ambos eligieron llamarse Juan, que quiere decir “el fiel a Dios”. Vaya si hicieron honor a su nombre. Fueron los más fieles. El nombre rememora a dos Juanes: El Bautista, el Precursor, primo de Jesús;  y el otro Juan, el apóstol adolescente, el único que lo acompañó en la Cruz -junto a la Virgen- “el discípulo al que Jesús amaba“, dice el Evangelio.
Este nombre también nos habla de la maravillosa continuidad que se da en la Iglesia: el Papa polaco eligió su nombre continuando lo que había hecho su antecesor, Albino Luciani, que a su vez lo hizo en honor de Juan XXIII y de Paulo VI.
Más allá de los calificativos de reformista o conservador, más allá de cualquier encasillamiento, los papas nos muestran la continuidad de la Iglesia;  de distinto origen, de distintas personalidades, pero ambos fieles, ambos santos. Y continuidad en la santidad también.
El “Papa bueno”, como se lo llamaba a Juan XXIII, fue un pontífice que sorprendió al mundo y a la propia Iglesia al convocar el Concilio Vaticano II, destinado a adaptar el mensaje cristiano al mundo actual. Fue un  Papa cercano y sencillo.
Conocido por su buen carácter, las anécdotas de su vida se suceden. Una vez, cuando tuvo que posar para una fotografía oficial, el Papa se encontraba incómodo. En un momento dado le dijo a uno de sus acompañantes: “Dios sabía hace 77 años que algún día yo sería papa. ¡Ya podría haberme hecho algo más fotogénico!”.
Juan Pablo II también era bueno. Vaya si hay que ser bueno para perdonar rápidamente al que intentó matarlo. Tan bueno que no dudó en subirse a un avión y venir un par de días a mimarnos cuando en 1982 estábamos enfrascados en la Guerra de Malvinas.
Ambos Papas llegan a la canonización gracias a nuestro querido papa Francisco, con quienes muchos lo comparan. A él también le tenemos que estar agradecidos porque nos regaló dos nuevos santos. Hagamos por Francisco lo que siempre nos pide: recémosle a San Juan XXIII y a San Juan Pablo por él. Para que sea tan bueno como ellos.


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