28 Abril 2014
ENCUESTA. El dilema lo tienen eternamente los que olvidaron la esencia lúdica del fútbol, esa dinámica de lo impensado que Riquelme maneja como pocos, y que desconocen desde los escritorios del poder.
BUENOS AIRES.- Una pisada, un amague, una pausa, un pase gol, otro pase gol, otra pisada. Juan Román Riquelme responde en la cancha con fútbol, mientras una dirigencia volátil que peregrina entre consultoras y candidaturas políticas, hace llenar encuestas sobre el futuro del `10`, como si la pelota en sus pies no diera el veredicto.
El dilema lo tienen eternamente los que olvidaron la esencia lúdica del fútbol, esa dinámica de lo impensado que Riquelme maneja como pocos, y que desconocen desde los escritorios del poder quienes creen que pueden evaluar y manipular con encuestas la simple magia de jugar bien al fútbol.
La consultora Poliarquía, consolidada en el ámbito político y empresarial y que entre otros clientes tiene a Mauricio Macri y su espacio político, el PRO, fue la encargada de hacer la encuesta solicitada por el club que preside Daniel Angelici, en donde entre varias preguntas que pretenden evaluar su gestión, contrabandea las únicas dos preguntas que les interesa.
Así, entre la fantasía de un nuevo (e innecesario) estadio o sobre el fútbol juvenil del club, se le pregunta a los socios su opinión sobre la renovación del contrato de Riquelme y sobre el trabajo realizado por Carlos Bianchi, los dos fantasmas contra los cuales combate en las sombras el obediente macrismo dirigencial.
Será entonces que el resultado es mucho peor de lo esperado por las huestes de Angelici (9 a 1, u 8 a 2 en el mejor de los casos), y que el contundente respaldo recibido por Riquelme en esa encuesta vuelve a dejar mal parada a un dirigencia que no sólo perdió el rumbo, sino que todo indica que nunca lo tuvo.
Antes de la encuesta, el debate por la renovación contractual del ídolo y capitán de Boca había desatado discusiones entre los propios dirigentes, ya que el vicepresidente primero, Oscar Moscariello, adelantó la semana pasada su posición favorable a la continuidad del talentoso jugador.
Tras el cruce con otros dirigentes, Moscariello ratificó su posición, dijo que "nos pondremos a conversar cuando corresponda y seguramente el tema se arregla en dos minutos", y le puso paños fríos a una situación que le quema a la dirigencia boquense: si la cosa se arregla en dos minutos, ¿por qué mandaron a hacer una encuesta y no tomaron ellos directamente la resolución del tema?.
La respuesta tiene varias aristas, y ninguna favorable a los dirigentes: no reconocen el pulso popular ni siquiera en el deporte más popular de todos; y su actual gestión está en un tobogán de cara a las elecciones de 2015, que a esta altura sólo la obtención de una Copa Libertadores, para la cual Boca ni siquiera está clasificado, podría salvar.
En otro plano, el único que debe contar en esta historia, Riquelme juega y juega. Y el hincha no entiende que los dirigentes no aprendan lo elemental: el fracaso en los últimos campeonatos no fue por culpa de Román, sino porque el resto del equipo no respondió cuando fue necesario.
Y el riesgo para el futuro de un equipo que no funcionó es nuevamente entrar en una dicotomía de incierto resultado: es evidente que Boca no puede girar en torno exclusivamente de un jugador que en junio cumplirá 36 años, por más talento y brillantez que tenga.
El próximo equipo necesita transitar por varios ejes firmes, y uno de ellos debe ser Riquelme como el toque de distinción que se reconocerá eternamente, pero de ningún modo hacer recaer la generación de juego y de triunfos exclusivamente en sus espaldas.
La dirigencia actual de Boca no entiende ni siquiera cuál es la relación que el fútbol tiene con sus ídolos. Por eso anuncia ahora una merecidísima estatua de bronce para Rojitas en el museo del club, pero recurre a encuestas para ver qué hace con Riquelme.
Podrían ahorrarse el bronce del futuro, y respetar a un ídolo que le hace caños, lujos y goles hasta a las encuestas. (Télam)