Cinco curas condimentan la fe con música y teatro

Unidos por el amor a Dios, al teatro, a la música y al humor, cinco sacerdotes protagonizan “Cura por cuentos”

ALEGRÍA. En pleno ensayo de “Cura por cuentos”, los sacerdotes Leonardo Valoy, Marcelo Lorca, Manuel Ruiz, Pablo Dip y Fernando Giardina. la gaceta / foto de franco vera ALEGRÍA. En pleno ensayo de “Cura por cuentos”, los sacerdotes Leonardo Valoy, Marcelo Lorca, Manuel Ruiz, Pablo Dip y Fernando Giardina. la gaceta / foto de franco vera
Así como hay quienes curan de palabra, hay también curas que curan con cuentos. Es el caso de cinco religiosos tucumanos que curan sin sermones y sin levantar el dedo índice. ¡Ese es su desafío! Porque saben que “un santo triste es un triste santo”, como les recuerda el papa Francisco.

Porque no quieren ser “cristianos con cara de pepinillos en vinagre”. Buscan predicar la alegría del Evangelio, de una forma creativa, placentera y espontánea. ¿Alguien conoce un mejor vehículo que el teatro? Nuestro flamante santo Juan Pablo II lo practicaba en sus años juveniles en su Polonia natal. El teatro pone en escena sentimientos y pensamientos en tiempo real. Eso es lo que hace este quinteto de curas audaces, que le hablan a la gente directo al corazón, sin más prédica que las historias cosechadas durante su vida sacerdotal, sacadas de aquí y de allá.

“Cura por cuentos” es el espectáculo de cinco curas intrépidos que cantan, tocan instrumentos y recitan historias sacadas de la vida real, o casi. ¿Saben por qué el amor es ciego? Ellos cuentan su propio mito, que no es el de Platón, sino el que ellos rescataron de la tradición oral. Pero contado con gracia, con humor, con osadía. “Yo creo que amamos porque no vemos bien”, comenta uno de ellos en el escenario. Imposible revelar una sola historia de las muchas que se van enhebrando en una hora veinte minutos, en la que el público alterna la risa con el pañuelo. Una verdadera batidora de emociones, cuyo resultado es una tortilla gourmet que todavía no ha sido probada jamás por el espectador tucumano.

En efecto, hoy será su debut. En un teatro de San Pedro de Colalao, porque si de seguidores de Francisco se trata no hay que esperar que estén en el centro, sino en la periferia, en las fronteras. Esto es lo que se han propuesto los sacerdotes Marcelo Lorca, Fernando Giardina, Manolo Ruiz, Leonardo Valoy y el guionista del grupo, Pablo Dip. Cinco ex compañeros y amigos del Seminario Mayor, en cuyos claustros sintieron el llamado de las “tablas”, acompañando su vocación sacerdotal.

“¿Comenzamos en el 99? ¡No, en el 97, todavía éramos seminaristas! Interpretamos la vida del Cura Brochero, la obra ‘Prohibido suicidarse en primavera’ y tantas otras”, recuerda el padre Dip, en un descanso del ensayo, en el teatro del Seminario Mayor. Son las tres de la tarde. Es el único horario en que pueden darse el gusto de cultivar sus otros talentos, robándole tiempo al descanso de la siesta. Unos tienen su parroquia, como es el caso de los padres Manolo Ruiz (administrador de la parroquia San Antonio de Padua, de Los Ralos) y Pablo Dip (párroco de San Ramón Nonato, de Villa Angelina). Los restantes son formadores del Seminario Mayor, entre otras tareas diocesanas.

Sin sotana, pero con el clériman que los identifica como sacerdotes, los cinco curas van dando vida a la viejita rezadora, al pobre, al rico, al joven, al anciano, al ateo, al sepulturero, cada uno con sus pequeños y grandes dramas. Cada uno con su historia para reír y llorar, pero que al fin y al cabo son las historias de todos, sin distinción de credo. “Lo que nos interesa es transmitir valores, en forma entretenida, historias que nos lleven a pensar y a reflexionar”, dice Dip, autor de un par de narraciones. Historias con moralejas sobre la familia, la solidaridad, la alegría, la vida, la esperanza y la paz, donde por supuesto, siempre está Dios presente.

No fue un trabajo fácil ni rápido. Les llevó un año la selección de los textos y la música. La narración oral escénica fue un arte que aprendieron de la mano del director de teatro Juan Tríbulo, que los acompañó en todo su recorrido.

“Él nos formó para poder transmitir emociones a través del relato”, dicen. Pero sin duda en cada uno estaba ya el talento actoral y vocal, porque la mayoría canta. Lorca, además, toca la guitarra y Dip, el teclado.

El talento escénico también les sirve a los cinco amigos para ejercer su ministerio. “Nuestro oficio es la predicación, es la palabra, y el relato de historias nos ayuda en nuestra tarea en el templo. Tenemos que ser animadores de la comunidad, y muchas veces ni siquiera tenemos coro en las iglesias”, explican entre risas. “Las historias salen de la transmisión oral popular, de lo que nos cuentan los fieles y de la propia experiencia, siempre atravesada por el Evangelio. El Papa Francisco nos alienta con su mensaje en este camino que hemos emprendido, nos mueve a tomar contacto con la cultura a través del arte”, remata Dip.

Los cinco curas quieren transmitir con su espectáculo la alegría del Evangelio. Y comienzan por ellos mismos, porque cada ensayo es una fiesta, una oportunidad para charlar y tomarse unos mates, mientras se ríen de sus propios bloopers. Pero además, “Cura por cuentos” es una especie de terapia en este “hospital de campaña” que es la Iglesia, como la ha definido el Papa Francisco, donde se curan los heridos de las batallas de la vida, los que sufren de soledad, de envidia, de resentimiento, de “mala onda”, de ceguera de Dios. En la obra siempre hay un personaje para identificarse, pero también una ventanita por donde se filtra la luz. ¡Ah ... y lleven pañuelo!

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