Por Andrés Burgo
05 Mayo 2014
ES SUYA. Barrado cubre la pelota ante Cipolla, de Villa San Carlos durante el partido.
Atlético comienza una semana corta -jugará el viernes a las 21.30 contra Sarmiento de Junín, en el Monumental-, a la búsqueda de seguir acortando la distancia con los puestos de ascenso apuntalado por una noticia que huele a bendición: el mejor Diego Barrado está de regreso.
Su irrupción en el descanso del partido del sábado contra Villa San Carlos, en sintonía con el de Alfredo Carrizo, produjo un electroshock entre sus compañeros. Hasta entonces, en el primer tiempo, Atlético había sido un equipo mustio al que le costaba administrar la pelota incluso contra un rival descendido y salpicado con varios juveniles.
Pero en el segundo tiempo el “decano” dejó de custodiar a Cristian Lucchetti y pasó a mirar al arquero rival, controló el partido, convirtió dos goles y dejó una imagen de autoridad. Explicaciones a esta metamorfosis hay varias, pero todas deberían empezar en que Barrado ya estaba en la cancha en auxilio de Atlético.
Fueron días extraños para el ex mediocampista de River. Una imagen atípica se repitió en los últimos dos partidos de Atlético, ante Banfield y Villa San Carlos: en la postal de los 11 jugadores formando antes del partido, Barrado no estuvo. Algo inusual ya que fue titular en 27 de los 36 partidos que lleva disputados Atlético en el torneo.
En estos dos partidos ante equipos del Gran Buenos Aires, el jugador ocupaba un lugar en el banco de suplentes. Es cierto que había bajado su nivel en las últimas fechas pero bastó que no estuviera adentro de la cancha para que quedara en evidencia que, sin él, Atlético es un equipo huérfano de fútbol.
“Por suerte entré bien. Era difícil porque la cancha estaba mala, era como si la pelota tuviera un conejo adentro, pero me sentí bien”, dijo Barrado después del 2 a 0 en Berisso, un partido que, según su óptica, le tenía escondida una trampa a Atlético: “Era de doble filo porque jugábamos contra un equipo que no peleaba nada, en un horario raro (a las 11) y sin público. Sabíamos que el partido lo decidíamos nosotros para bien o para mal”.
Barrado terminó con buenas sensaciones. También Héctor Rivoira, el técnico que lógicamente advirtió cuánto cambió el equipo después de su ingreso. “Sí, está claro que con los cambios, con Diego y también con Carrizo, mejoramos y jugamos un gran segundo tiempo”, aseguró el entrenador.
Barrado jugó e hizo jugar: su ingreso generó contagio. Sebastián Longo, que volvió a cumplir de volante central y había estado contenido en el primer tiempo, se terminó de soltar a su lado.
Si contra Sarmiento será titular o volverá a estar en el banco de suplentes será uno de los temas de la semana en Atlético, y una decisión que tendrá que tomar Rivoira en la recta final del campeonato.
“Diego es una gran persona y un gran jugador… Un muchacho bárbaro. Siempre hablo con él. Tal vez la gente fue un poco injusta con él”, dijo Rivoira en referencia a los murmullos que acompañaron los últimos partidos del volante en el Monumental. Barrado, que parece una de esas personas a las que uno le compraría un auto usado, no es amigo de declaraciones conflictivas. Prefiere ayudar al equipo. Incluso cuando ingresa desde afuera.
Su irrupción en el descanso del partido del sábado contra Villa San Carlos, en sintonía con el de Alfredo Carrizo, produjo un electroshock entre sus compañeros. Hasta entonces, en el primer tiempo, Atlético había sido un equipo mustio al que le costaba administrar la pelota incluso contra un rival descendido y salpicado con varios juveniles.
Pero en el segundo tiempo el “decano” dejó de custodiar a Cristian Lucchetti y pasó a mirar al arquero rival, controló el partido, convirtió dos goles y dejó una imagen de autoridad. Explicaciones a esta metamorfosis hay varias, pero todas deberían empezar en que Barrado ya estaba en la cancha en auxilio de Atlético.
Fueron días extraños para el ex mediocampista de River. Una imagen atípica se repitió en los últimos dos partidos de Atlético, ante Banfield y Villa San Carlos: en la postal de los 11 jugadores formando antes del partido, Barrado no estuvo. Algo inusual ya que fue titular en 27 de los 36 partidos que lleva disputados Atlético en el torneo.
En estos dos partidos ante equipos del Gran Buenos Aires, el jugador ocupaba un lugar en el banco de suplentes. Es cierto que había bajado su nivel en las últimas fechas pero bastó que no estuviera adentro de la cancha para que quedara en evidencia que, sin él, Atlético es un equipo huérfano de fútbol.
“Por suerte entré bien. Era difícil porque la cancha estaba mala, era como si la pelota tuviera un conejo adentro, pero me sentí bien”, dijo Barrado después del 2 a 0 en Berisso, un partido que, según su óptica, le tenía escondida una trampa a Atlético: “Era de doble filo porque jugábamos contra un equipo que no peleaba nada, en un horario raro (a las 11) y sin público. Sabíamos que el partido lo decidíamos nosotros para bien o para mal”.
Barrado terminó con buenas sensaciones. También Héctor Rivoira, el técnico que lógicamente advirtió cuánto cambió el equipo después de su ingreso. “Sí, está claro que con los cambios, con Diego y también con Carrizo, mejoramos y jugamos un gran segundo tiempo”, aseguró el entrenador.
Barrado jugó e hizo jugar: su ingreso generó contagio. Sebastián Longo, que volvió a cumplir de volante central y había estado contenido en el primer tiempo, se terminó de soltar a su lado.
Si contra Sarmiento será titular o volverá a estar en el banco de suplentes será uno de los temas de la semana en Atlético, y una decisión que tendrá que tomar Rivoira en la recta final del campeonato.
“Diego es una gran persona y un gran jugador… Un muchacho bárbaro. Siempre hablo con él. Tal vez la gente fue un poco injusta con él”, dijo Rivoira en referencia a los murmullos que acompañaron los últimos partidos del volante en el Monumental. Barrado, que parece una de esas personas a las que uno le compraría un auto usado, no es amigo de declaraciones conflictivas. Prefiere ayudar al equipo. Incluso cuando ingresa desde afuera.