Entre París, Washington y la Argentina

Por Juan J. Llach -Director del Departamento de Economía del IAE de Universidad Austral

15 Junio 2014
El gobierno continúa con su giro lento, limitado y con errores hacia posiciones más racionales. A la devaluación del peso y el sinceramiento parcial del Indec le siguieron el arreglo con Repsol y con el Club de París. Para este último se demoró una década, con alto costo en términos de inversión y de creación de empleos. No es casual que las nuevas cuentas nacionales del Indec muestren que el ratio inversión/PBI 2004-2013 no fue de 22,1% como se informaba, sino de 18,3%, un valor similar al necesario para cubrir la depreciación el stock de capital. A valores de hoy tal merma equivale a ¡U$S 20.000 millones anuales! Es cierto que más vale tarde que nunca, pero se han agregado aquí las innecesarias manchas del gobierno. Tal es el caso del ocultamiento de la información (nadie sabe cómo se llegó a los U$S 9.700 millones de deuda reconocidos) y de un plazo corto -cinco años- que deja el mayor peso de esta deuda para el próximo gobierno. Esto se debe a no haber aceptado la auditoría del FMI porque la Argentina es uno de los seis países de entre los 188 miembros de la entidad que se niega a cumplir lo pactado de aceptar la revisión anual de sus cuentas. Se sacrifican así nuevamente la inversión y el empleo en el desleído altar de la ideología. 

El arreglo con el Club de París da algo más de aire a la paz financiera vigente. Pero la gran batalla que definirá la solidez y la duración de tal paz se está librando en la Corte de EEUU. Mi impresión es que ella no dará toda la razón a los holdouts ni negará alguna vía de escape a la Argentina, al menos por ahora. Es sabido que para la Argentina es decisivo que no haya sentencia definitiva de obligación de pago antes del 1 de enero de 2015 para evitar así que un tratamiento más favorable a quienes no entraron en el canje que a quienes lo aceptaron. Si tal es el caso no es improbable que el país pueda colocar algún bono con intereses de un dígito, lo que además de afianzar la paz financiera tendría moderado impacto positivo sobre el nivel de actividad económica y permitiría al gobierno continuar con su estrategia de centrar la política anticíclica en el aumento del gasto  sin incurrir tanto como hasta ahora en la emisión monetaria. 

En todo esto no debe olvidarse que muchos argentinos están fugando del peso pero no hay una significativa salida de capitales del país. Esto se observa en los precios de los activos reales medidos en dólares de valor constante que han bajado sólo 5,3% en el último año, sobre todo por la caída del 11,8% en el valor de la tierra rural, ya que las propiedades urbanas cayeron sólo 2,9% y el Merval subió 14,6%. El mismo registro surge del último informe del Frontier Markets Sentiment Index que - basándose en la opinión de ejecutivos de 200 firmas multinacionales de primer nivel- ubica a la Argentina en el segundo lugar entre un amplio listado de países en cuanto a la atención que le brindan hoy los grandes inversores por sus perspectivas futuras. Esto ocurre principalmente porque se espera un cambio significativo de la orientación de la política económica con la próxima presidencia. En menor medida influye también el hecho de que el giro gubernamental hacia la racionalidad, pese a sus mencionadas limitaciones, ha reducido la probabilidad de un “accidente macroeconómico”. Hay que lamentar, en cambio, que su insuficiencia nos haya internado en una nueva recesión -proyectamos ahora una caída del 1,5% en vez del 1% en el PBI de 2014- y en un régimen de inflación claramente por encima del 30%. Ambos hechos seguirán dando vigencia a riesgos y sobresaltos periódicos hasta el final de la actual administración. 

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