En el fútbol siempre hay un rival de y para toda la vida. Llámese San Martín-Atlético, Boca-River, Racing-Independiente y Rosario Central-Newell’s. Y cada cuatro años, cuando los mundiales entran en escena, nace el Brasil-Argentina. Por eso no hay nada más desagradable que ver tucumanos alentando al equipo que reprensenta a un país que niega el culto a Diego Armando Maradona, el Dios del fútbol y se atreven a ponerlo por debajo del falso pastor llamado Pelé que, cada vez que abre la boca, lo hace para defenestrarnos. ¡Hereje!

Y si de religión se trata, no es pecado festejar una buena jugada de Neymar, pero apoyarlo más que a Lionel Messi, es por lo menos una traición a la patria futbolera que merece al menos el destierro definitivo de cualquier estadio de nuestro suelo.

Ellos, que son los más grandes del mundo en todo, cruzarán los dedos para poder vencer a Camerún y así seguir con chances de levantar la Copa del Mundo. Lo más probable es que le inventen un penal -como lo hicieron contra Croacia- y que expulsen a por lo menos dos africanos para que llegue el triunfo. Pero por las dudas, se destapa el equipo de “Felipao”. La frase va con sal gruesa, claro está.

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