La primera fase será historia a partir de hoy. Faltan definirse dos grupos, pero las llaves de octavos de final están casi armadas. Ahora, cada partido es a todo o nada. Argentina, tal como se suponía, irá por la otra vereda que transitará Brasil. Eso significa que el clásico sudamericano sólo se dará en una hipotética final, como muchos desean.

Argentina arranca contra Suiza y aunque en un Mundial, especialmente en este Mundial, todo puede suceder, el panorama invita a ser optimista. Un rival más complicado, como Holanda, aparecerá en semifinales. La Selección sigue teniendo datos que preocupan en la columna del debe, por los desacoples defensivos, pero el balance de la primera rueda dejó un superávit interesante. Lionel Messi está rápido, lúcido, preciso y con la mira calibrada. Cuatro goles en tres partidos lo ubican como uno de los artilleros del torneo. Marcó en los tres duelos -algo que no hicieron Mario Kempes, en 1978, ni Diego Maradona, en 1986-. Con él, la Selección se siente como Carlos Monzón: sale a cambiar golpe por golpe porque luce fuerte en ataque y aunque recibe goles, confía en marcar más que el rival. La apuesta es riesgosa, pero, hasta ahora, efectiva. Gana, avanza, se ilusiona. Este equipo será campeón o perderá por nocaut.

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