Por Guillermo Monti
09 Julio 2014
APUNTEN A LA NARANJA. El plantel argentino reconoció anoche el estadio en el que jugará esta tarde, a las 17, con Holanda.
Argentina y Holanda están jugando desde el sábado pasado. Un partido de esta trascendencia no se reduce a 90 minutos; se disputa en las concentraciones, en cada entrenamiento, en pequeñas y en grandes decisiones que se toman en las horas previas. Hasta que la pelota empieza a rodar y todo comienza de nuevo. ¿Cuáles son las claves que pueden determinar al segundo finalista de la Copa del Mundo? Estas 10 son relevantes:
1) Messi. La participación del mejor futbolista del mundo siempre será condicionante. Van Gaal dijo ayer que no piensan en él, sino en la totalidad del equipo argentino. Miente, por supuesto. Messi -a quien nunca enfrentó el DT holandés- es un dilema para cualquier entrenador y Van Gaal no es la excepción. Messi está a dos partidos del punto de quiebre definitivo en su excepcional carrera y es muy consciente del camino que se le abre. La gloria absoluta lo aguarda. Su respuesta en este momento crucial es una de las claves de la apasionante semifinal.
2) El equipo. Contra Bélgica se apreció la mejor versión del seleccionado a lo largo del Mundial. Fue equilibrado y bastante sólido de mitad de cancha hacia atrás. El tempranero gol de Higuaín le permitió manejar los tiempos del juego, otra de las virtudes que exhibió en Brasilia. Los holandeses obligan a levantar el listón. En defensa, para controlar al trío Robben-Van Persie-Sneijder. En ataque, para que Messi, Higuaín y los volantes se conecten y no funcionen como islotes entre camisetas naranjas. Es hora de que el equipo esté a la altura de lo que se espera de él.
3) El físico. Holanda viene de jugar un alargue contra Costa Rica. Van Persie llega tocado y la presencia de De Jong es una incógnita. A la Selección se le cayó Di María y Agüero sólo estará -en teoría- para disputar unos minutos. Las facturas que pasa el Mundial son carísimas. El horario de las 17 y el pronóstico de lluvia invitan a disputar un partido intenso, marcado por el roce en el medio y la velocidad cerca de las áreas. Con Messi y Robben en la cancha es casi un imperativo. Las respuestas atléticas, máxime si hay suplementario, serán fundamentales.
4) Los técnicos. Van Gaal apostó por un plantel joven y esa renovación, contra el escepticismo de la prensa y de los aficionados holandeses, le está saliendo redonda. Sabella abre y cierra el paraguas táctico, mientras se mezclan críticas y elogios al 5-3-2, 4-4-2 y 4-3-3. El DT ha sabido mover esas fichas, cambió sobre la marcha cuando hizo falta y sacó a dos de sus hombres de cabecera -Fernández y Gago- por bajos rendimientos. Otra coincidencia entre Van Gaal y Sabella: las variantes que ensayan durante los partidos también funcionan. Un duelo entre especialistas.
5) La historia. Argentina ganó todas las semifinales mundialistas que disputó de 1930 a la fecha. Habría que apuntar que en el 78 la segunda ronda fue por puntos, pero ¿no tuvo el carácter decisivo de una semifinal el duelo contra Perú en Rosario? En contrapartida, la estadística mundialista les sonríe a los “naranjas”: dos ganados, un empate, una derrota. Hay quienes les asignan cierta condición de pechos fríos a los holandeses por el hecho de que cayeron tres veces en la final. Eso equivale al pecado de la subestimación. Lo cierto es que los historiales siempre influyen en estas instancias.
6) El caudillo. Van Persie es el capitán holandés, pero por temperamento la voz cantante en la cancha la lleva Robben. En Argentina ese papel lo desempeña Javier Mascherano, a quien no le hace falta ajustarse una cinta en el brazo para liderar al equipo. Mascherano carga con dos frustraciones mundialistas y les rugió a sus compañeros: “estoy harto de comer mierda”. Esa clase de mensajes son los que actúan como revulsivos en los grupos humanos. Messi es el estandarte futbolístico, pero Mascherano marcha tocando el tambor en medio del bombardeo. Con él en la cancha Argentina disfruta un plus extraordinario.
7) Los penales. La útima definición fue dolorosa para el seleccionado, porque implicó la eliminación en Alemania 2006. Nadie olvida el papelito en el que el arquero Jens Lehmann leía cómo pateaban los rivales. Quedó demostrado que los holandeses trabajan fuerte en el tema, al extremo de que Van Gaal cambió de arquero para la definición, una movida arriesgada e inusual que se transformó en acierto gigante. Si al cabo de los 120’ hay empate todo indica que el gigante Krul estará listo para la tarea. No sólo eso; todos los “naranjas” remataron a la perfección contra Costa Rica. Mucho cuidado en este rubro.
8) Robben. No está a la altura de Messi; carece de genialidad, pero es bien capaz de romper un partido a pura potencia, rapidez y capacidad para gatillar. Correctamente apoyado sobre la banda por las trepadas de Kuyt, Robben se prepara para enfrentar a Rojo y a Garay, el tándem que defenderá el flanco izquierda de la última línea. La ayuda del volante que Sabella ubique sobre ese sector resultará imprescindible para que Robben no se acerque al área lanzado en velocidad y con la pelota al pie. Es el gran desafío argentino de mitad de cancha hacia atrás.
9) El público. Se especula con la presencia de 20.000 argentinos en la Arena Corinthians. Serán menos que la alianza que pueden tejer brasileños y holandeses, lo que no les quitará pasión ni consistencia a la hora de desgranar los himnos impuestos durante el Mundial. La Selección contó con un respaldo masivo a lo largo de la Copa, decenas de miles de hinchas que dejaron el cuerpo y el bolsillo machucados con tal de ponerle el hombro al equipo. El duelo en las tribunas promete ser tan colorido como vibrante. Argentina no estará sola.
10) El compromiso. Hay un punto que trasciende las tácticas, los planes; todo lo que se ensaya casi científicamente para que los partidos tomen rumbos determinados. No está ni en las piernas ni en el cerebro. Va más allá del talento y de la inteligencia. Es esa llamita que se prende en alguna parte; dígale alma, dígale corazón, dígale espíritu.
No es importante cómo se la designa, sino la capacidad del equipo, del todo y de las partes, para que se convierta en una hoguera. Así se cocina la pasta que distingue a los campeones del resto.
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