Las chicas que no tienen quién las sostenga

Por Silvina Cohen Imach Lic. en Psicología, docente UNT. Autora de "Infancia maltratada en la posmodernidad"

16 Julio 2014
Transitar la adolescencia no es tarea sencilla; y menos en contextos de pobreza y vulnerabilidad social. La adolescencia es un tiempo abierto a la resignificación y producción de aquellos procesos destinados a las tareas relacionadas con la sexualidad y el encuentro con el otro y a aquellos vinculados a los valores e ideales que lo ubican dentro de una serie identificatoria (abuelos, padres, hijos). Y el despertar sexual ocupa gran parte de su tiempo. Este tiempo de tormenta, en el cual la irrupción del goce puede hacer cambiar las cosas de golpe, hace que los adolescentes vivan en urgencia subjetiva, expuestos constantemente al vértigo y al riesgo. En este escenario, las expresiones de los adolescentes, ya sean silenciosas o hiperdemostrativas, no son más que gritos que pueden ser considerados “llamados al otro” si son capaces de enlazar sus estados a un referente, a lo que llamamos síntoma, en tanto hace hablar al sujeto. Frente a la irrupción de la sexualidad, por ejemplo, la joven puede pedir consulta a un especialista, o recurrir a un profesor de confianza, o una pariente cercana. Sin embargo, en adolescentes más vulnerables, estos actos silenciosos o hiperdemostrativos no aparecen como síntomas. Están más del lado del acting out, y en ocasiones muy severas, del pasaje al acto. Violencia, robos, adicciones, embarazos adolescentes, se inscriben en esta línea. Y tal como muestra esta adolescente tucumana, no pueden enlazar lo que les está sucediendo con otro que las contenga en su angustia y soledad. Quizás la vergüenza y el temor sean tan fuertes que han dejado a esta joven, y junto a ella, seguramente a muchas otras más, en un mutismo y desolación, que las expone aún más al riesgo.

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