Cuentos inteligentes que deleitan y entretienen

El atractivo principal de los relatos del autor radica quizás en la forma de transmitir las vivencias autobiográficas o aún imaginarlas desde su agudizada percepción del mundo. Ya sean visuales, auditivas, olfativas o hápticas, afloran con fuerza avasallante desde una naturaleza casi animal que, sin embargo, guarda una mente de filósofo, sensible e inventiva. Algo que lo hace buscar a veces el silencio y la soledad o ser como los animales que, en el caso de las abejas para referirnos al título, construyen desde hace siglos sus celdas con el mismo patrón.

Otras veces necesita acercarse a la grey humana, a la “evolución”, al conjunto superpuesto de las conversaciones de café en una confitería o en la calle. La civilización, el cambio, lo lleva a la reflexión ontológica o a la duda: discurre en medio del ruido sobre cada ser con sus proyectos, ideas, expresiones individuales o individualistas, disparados en miles de sentidos diferentes.

El primero de sus cuentos, El papel del diablo, es un texto memorable que merecería estar en una prestigiosa antología del género. Comienza así: “Al diablo se le cae un papel del bolsillo del pantalón, caminando por la calle Muñecas, y sigue un camino inesperado a medida que lo van encontrando otras personas”. Resulta imposible despegarse de la lectura hasta culminar el cuento. Otros relatos destacables son Tío Pepe viejo, El aljibe e Historia de una historia.

El prólogo de Alba Omil adorna el libro a la vez que aclara algunas particularidades narrativas propias del autor.

Una obra que deleita y que entretiene.

© LA GACETA
Horacio Semeraro