Un triunfo para volverse loco

El estallido de Rivoira en la única victoria de Atlético ante Unión, en Santa Fe.

DESBOCADO. Rivoira, separado por Reynoso, señala a Pablo Díaz mientras le recrimina el penal.  DESBOCADO. Rivoira, separado por Reynoso, señala a Pablo Díaz mientras le recrimina el penal.
17 Agosto 2014
Aquel 2 de noviembre de 2008 Héctor Rivoira terminó el partido agotado, con la presión baja y escoltado por la Policía. “Casi voy preso”, confiesa el entrenador de Atlético cuando habla de la fecha 13 de la temporada 2008/09 de la B Nacional. Era parte del precio que figuraba para conseguir la única victoria de Atlético ante Unión en Santa Fe en toda su historia

“Sabemos lo que representa Unión y su cancha en esta categoría”, repite el “Chulo” como si fuera un refrán conocido en la B Nacional. Eso mismo pasaba por su cabeza hace seis años, antes y durante un partido bisagra en esa campaña y en su carrera como entrenador.

“Veníamos de la famosa semana de la CAI y habían sido días muy duros para mi y mi cuerpo técnico”, rememoró. La primera parte de ese torneo, la campaña del “decano” no pasaba de irregular y luego de perder 3-2 de local ante la Comisión de Actividades Infantiles, gran parte del público pidió la cabeza del DT.

Rivoira se vio obligado a conseguir un triunfo que Atlético nunca había logrado y en medio de un escenario complejo. Jorge Solari, a quien el “Chulo “ había reemplazado meses atrás, estaba en el estadio 2 de Abril, como para caldear aún más el ambiente y generar múltiples comentarios

Al comienzo del partido, tanto el técnico como el equipo, respondieron bien ante la presión: 3-0 con un trébol goleador de Luis Rodríguez. “Estábamos jugando bien hasta que le regalaron un penal a Unión y ahí es cuando la gente, que primero gritaba contra el equipo, volvieron a creer y nos llevaron”, explicó el entrenador.

Con el partido 3-1, Pablo Díaz, árbitro ese día, cobró un penal inexistente que luego de convertirse en gol, generó una reacción furiosa de Rivoira. Se metió hasta la mitad de cancha para increpar a Díaz que lo expulsó no bien lo vio venir.

Esa clase de episodios, más allá de que algunos dicen que ese día sirvió para enfriar la remontada del “tatengue”, era parte de su repertorio habitual y lo avergüenza hasta hoy. “Es algo que no me gusta cuando lo veo pero no lo puedo manejar. Intenté controlarlo por muchos años y no puedo. Se me sale la cadena”, revela en la previa de un nuevo partido frente a Unión en su estadio. “Lo sigo viviendo así, no puedo curarme”, admite.

Sin embargo, pese a que él no se dio el alta, aclara que hubo avances. “Trato de hacerlo menos. Hago terapia desde hace muchos años y no solo por eso. No es lo mismo que hace cinco o seis años”, advirtió.

Mucho tuvo que ver el final de esa historia tras ese partido de quiebre: Atlético ascendiendo a Primera con una efectividad increíble justamente después del 3-2, la única victoria del “decano” en Santa Fe.

Nadie puede asegurar que Nicolás Lamolina, el árbitro designado para hoy, no reciba algún “recordatorio” del DT pero sabe que no será como antes. “Estoy un poco más calmo que antes pero sigo con algunos arrebatos que no son buenos para nadie”, relata.

Porque para él, la imagen suya cabildeando con el rostro colorado de tanto gritar, es una escenaque no sólo afecta a su ego cuando lo revive por televisión, sino también al equipo: “no creo que sea bueno para mi ni para mis jugadores”.

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