Los acoples del otro José

Hay dos alternativas en el horizonte de José Cano. O privilegia llegar a la Gobernación por sobre el cómo hacerlo, o bien se refugia en una alianza homogénea y compacta, a riesgo de dilapidar una posibilidad inigualable de cortar el ciclo alperovichista.

Posicionado como el opositor con mayores chances de arrebatar el poder al Gobierno, el radical necesita imperiosamente volver a polarizar la elección con el gobernador. Es la fórmula que el año pasado le permitió empardar el reparto de bancas legislativas nacionales por primera vez en una década y la que hizo que buena parte de la sociedad le depositara el voto contra el modelo alperovichista. Cano se hizo fuerte porque explotó las debilidades de José Alperovich pero, si pretende en 2015 ser más que un digno rival, necesita convertirse en el líder de la oposición. Debe construir poder.

En esa construcción, cualquier estrategia y herramienta resulta válida. Como el sistema de acoples, tan típicamente alperovichista y tan recurrentemente cuestionado por todo el abanico opositor. Cano podría ser el más beneficiado a partir del aporte de las listas colectoras, si es que se decide a usarlas sin miramientos. El diputado ya tiene casi todo hablado con Sergio Massa para trabajar con él en el segundo semestre de 2015. De la misma manera, un sector del macrismo tucumano puja por llevar candidatos detrás de él. Ni el tigrense ni el jefe de Gobierno porteño tienen tiempo ni recursos para instalar hasta los comicios un postulante a gobernador. Y ahí es donde Cano podría solucionarles buena parte de sus problemas.

Con el peronismo disidente es con quien menores inconvenientes se presentan para acordar un frente común. Massa quiere que Cano le trabaje para una eventual segunda vuelta presidencial y que le garantice la vicegobernación. También podría discutirse el mapa municipal. Hay distritos en los que el radicalismo, por sí sólo, no está ni siquiera cerca de un triunfo, como Aguilares, Yerba Buena y Las Talitas. En esos lugares y en otros más Cano podría darle prioridad a peronistas disidentes y al PRO por sobre sus correligionarios. Es lo que impulsa el referente radical y lo que piden massistas y macristas a sus referentes.

En Casa de Gobierno ya tomaron nota de esa potencial ventaja que podría sacarles Cano. Ni lerdos ni perezosos, se jactan de que con la mayoría legislativa podrían truncar abruptamente esa estrategia opositora mediante la imposición de mayores requisitos a los partidos a hora de celebrar acuerdos para apoyar a un único candidato a gobernador. La ventana está abierta porque el de acoples es un régimen electoral sin ley: está incorporado en la Constitución de 2006, pero nunca fue reglamentado. Y no fue especificado porque, en los últimos dos comicios, la kermés de adhesiones benefició a Alperovich. Esta vez, quizá la realidad empuje al oficialismo a actuar de otra manera.

Lograr que el electorado asuma que sólo él puede truncar la continuidad del alperovichismo mediante alguno de los suyos es la misión que tiene Cano por delante. Por eso el radicalismo encuesta a su líder, pero también a sus potenciales rivales. Esos sondeos le dicen al diputado que el intendente Domingo Amaya, en soledad, no le restará votos porque el capitalino sigue sin poder separarse del oficialismo y, por ende, la ciudadanía lo identifica como un oficialista más. En una medición de Julio Aurelio que el canismo atribuye al sciolismo, ante la pregunta a dirigentes peronistas por quién sería el mejor candidato a gobernador por el Frente para la Victoria, hay datos que le indican que la senadora Beatriz Rojkés lidera esas preferencias, con un 35,4%. Le siguen Juan Manzur (19%), Amaya (16,3%), Osvaldo Jaldo (13%) y José López (2,5%). Al radical, la campaña se le facilita si enfrente tiene al apellido Alperovich. Es la polarización que tanto persigue.

La opción aperturista es la que más seduce a Cano, pero a la vez la que lo pone frente a una gran incógnita. Porque celebrar acuerdos electorales sin mayores pruritos puede llegar a garantizarle el triunfo, pero no asegurarle la gobernabilidad.

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