Reelección sin techo con corrupción garantizada

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¿Es la defensa de un derecho constitucional vulnerado o la defensa, en realidad, de sus prebendas y privilegios dentro del Parlamento? La pregunta resuena, a coro, en la sociedad tucumana ante el intento redivivo de una veintena de legisladores de obtener, por vía judicial, el continuismo infinito en sus butacas. Aunque la iniciativa tuvo nacimiento e impulso -dicen- en las alturas del Palacio de Justicia, el timonel de la maniobra es el inoxidable Sisto Terán. Un forastero en el peronismo devenido peronista en todos los gajos de distinto pelaje que transitaron por la aldea desde hace dos décadas.

En la empresa lo acompaña Roque Álvarez como palafrenero. Y el beneplácito -va de suyo- de aquellos que agotarán los dos mandatos que ven en la re-re-re su salvavidas con dulces emolumentos. En la vereda de enfrente -con ímpetu simétrico- están alineados los que quieren que sus pares dejen las bancas vacías para dar paso a otros rostros dentro del recinto. Para la Corte es un asunto más que candente, que tendrá que abordar y resolver si abre la tranquera del tercer mandato a 23 legisladores.

La movida tiene dos posiciones abiertamente contrapuestas, que colisionan entre sí: la tenaz oposición del intendente Amaya, quien la calificó como una barbaridad, y el aval incondicional de Alperovich. La idea reeleccionista se le ocurrió a un supremo cortesano y la alentó; es un juez cercano a la tibieza del regazo oficial. ¿Los demás togados cimeros prestarán su firma a la empresa, llamada a desatar un escándalo político que manchará sus sayos? La acción de inconstitucionalidad -aún en barbecho- no se concretó en Tribunales y se supone que se hará en los próximos días.

Los tiempos electorales aprietan. El operativo perpetuidad está en marcha con las velas al viento. Es irrevocable la decisión de quedarse a vivir para siempre en la Legislatura. Y, así, con la reelección sin fronteras, seguir recibiendo las rupias non sanctas de “los gastos sociales”. Ese es -y no otro- el motivo real de la jugada. La pretensión es convertir a la Corte Suprema en Asamblea Constituyente, usándola, y conseguir, por el atajo judicial, lo que la Ley de Leyes prohíbe taxativamente. Es decir, se desconoce ahora lo que se aprobó, firmó y juró en la Convención Reformadora de 2006 con pleno convencimiento y sin ninguna objeción.

En su artículo 45, la Carta Magna veda la reelección de legisladores más allá de dos mandatos seguidos (8 años en total). Para volver al recinto, hay que dejar pasar al menos un período. La norma fue prohijada al amparo del mamarracho constitucional del 06 del 06 del 2006, con el ADN autoritario del alperovichismo. Sisto, defendiendo la reelección indefinida con la corrupción garantizada, se cuelga de la Carta Magna que no limita la reelección de diputados y senadores nacionales. Ergo, a su entender, debe aplicarse la misma vara para la Legislatura local y empuja a la Corte con su tesis por si cuaja. Nada dijo en su momento del tercer mandato de su patrón, también vedado por el Digesto Nacional. Eso, para él, estaba bien.

Es extraño que él, medalla de oro de la Facultad de Derecho de la UNT, recibido a los 20 años, haya olvidado (sabe pero finge amnesia) que el artículo 5 del texto federal dice: “Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema republicano representativo”. Y en el 122, por si hubiera alguna duda, reitera contundentemente: “Cada provincia dictará su propia Constitución y se rige por ella. Eligen sus gobernadores, sus legisladores … sin intervención del gobierno federal”.

Tanto es así que hay provincias con dos cámaras legislativas y distritos unicamerales (como Tucumán); otras con mandatos acotados para los gobernantes (como la Nación); dos con un único turno de gobierno: Santa Fe y Mendoza; y tres con reelección sin tope: Santa Cruz (impuesta por Néstor Kirchner), Catamarca y Formosa. En ésta, Gildo Insfrán, amo del feudo desde hace tres décadas, no piensa soltar el poder y va por mucho más con el respaldo de Cristina. Para los K es el aggiornamiento institucional.

La Ley Federal Suprema no impone condición alguna a las provincias en cuanto a la finitud o infinitud de mandato de los legisladores. Salta como la interpretación inequívoca de su texto. De esto debieran tomar puntual nota Alperovich y Manzur. Así, despejarían sus dudas expresadas por la prensa. Ambos coinciden que es la Justicia la que debe definir el entuerto. Es cierto. ¿Se repetirá, calcado, lo del tercer mandato del tucumano? La sociedad clavará su mirada en la Corte, expectante por el fallo que parirá.

En consecuencia, cada provincia dispone, a su manera, si los legisladores son vitalicios o no en sus bancas, mediante el voto popular. Podrá advertirse que la fundamentación que arguye el insumergible parlamentario se cae por su raquitismo. Si pretende la perpetuidad, hay que cambiar el adefesio de 2006. ¿Qué es, en definitiva, lo que quiere para sí el ex ucedeísta: la intendencia de Yerba Buena o seguir lamiendo las mieles de la no honorable Legislatura? En su intimidad se inclina, seguramente, por el palacio de paredes de cristal, oscuro por dentro. Lo mismo ansía el grupete de los que quedarán en la calle.

Con la venia de Alperovich, los impulsores del continuismo buscan otra vez la complicidad de la Corte para eternizarse en el poder de modo de conservar un sistema putrefacto en sus entrañas, con gastos secretos. La renovación parlamentaria en Tucumán es la expresión del más vergonzoso nepotismo. Las bancas se alternan entre hermanos, cónyuges entre sí, de hijos a progenitores y viceversa, con el visto bueno del patrón. La parentela antes que nadie. Es la vigencia de la mutación institucional en familia. Alperovich lo hizo.

El malsano ejemplo de la Legislatura de ocultar la rendición de cuentas -imposible de determinar, Miguel Chaibén Terraf dixit- y el hermetismo sobre el flujo de fondos, es contrario a la Constitución y a la ley, y éticamente inmoral, inadmisible en un régimen republicano. Regino Amado, presidente del cuerpo, mira al sótano y no contesta. El secretario administrativo, Juan Antonio Ruiz Olivares, tampoco puede desconocer qué se hace con los dineros públicos. El mismo silencio inviolable cubre el caso de Marianela Mirra, quien “trabajaba” en la Legislatura, pero nadie se hizo cargo de su designación, dispuesta desde muy arriba.

La veda contra la reelección indefinida de legisladores es saludable para la República y para el orden democrático, degradado al extremo por la actual gestión. Bien podría cerrarse la Legislatura y nada pasaría, porque las leyes se cuecen en la Casa de Gobierno por orden del mandamás y se las envía empaquetadas a la corporación oficialista, para aprobarlas sin correr una coma. De paso, se ahorrarían $ 750 millones, de cuyo destino nada se sabe. De eso no se habla.

No obstante su debilidad política actual, Alperovich conserva la capacidad dedocrática de digitar las candidaturas oficiales. Para él una senaduría. ¿Su esposa será, finalmente, la sucesora o no? En los últimos días desapareció de los lugares que solía frecuentar, como se dice en la jerga policial... De su ausencia se tejen distintas versiones. La más consistente es que José retiró a la zarina de la grilla por la mala medición en los sondeos que le arrimó Hugo Haime, su consultor de cabecera. Si ese fuera el motivo, los números de Manzur -por lo que se filtró- son peores que los de la senadora. Volverá al ruedo para incomodar a Manzur y a su marido. No se rinde, ni renunciará a su obsesión de ser la candidata del PJ.

Alperovich está asustado por la situación económica y social del país. Advierte que la gestión de Cristina se desbarranca cada día más y más y teme terminar chamuscado. Por ello, ordenó a sus amanuenses distanciar las elecciones provinciales de las primarias nacionales. ¿Cómo hará, porque las coincidencias de ambas consultas están casi pegadas con plazos inexorables? ¿Antes o después?, es la duda. El zar dice entre sus íntimos que se desprendió de la tutela de Cristina. Jugada peligrosa para él. Su vacilación es por cuál presidenciable apostará, si CFK no señala a su delfín. Hoy, sin mucho ruido, juega con Scioli. Con el alcalde armando rancho aparte con Massa -unido probablemente a José Cano en dulce montón- y con su parejero/a poco atractivo para el electorado, las cosas para el Duce no vienen halagüeñas. Y él lo sabe.

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