28 Septiembre 2014
la gaceta / foto de enrique galindez (archivo)
No hace mucho tiempo, el profesor de Política Económica de la Universidad de Harvard, Alberto Alesina, decía que no siempre los ajustes fiscales resultan por no ser buenos. Ante un auditorio de empresarios argentinos, aludía así a la crisis de la zona Euro. El catedrático insistía con que a veces se prefiere el recorte del gasto antes que aplicar medidas que aceleren la inflación.
“Mi opinión es que un buen ajuste fiscal hecho a principio de una gestión tiene mucho más posibilidades de ser exitoso”, comentó Alesina. También expresó que es común que los gobiernos que hacen los ajustes fiscales van a perder el rumbo, no van a ganar una elección, porque son medidas antipopulares, y recomendó que por esa situación es mejor hacer los recortes al comienzo de la gestión. Algo similar le está sucediendo a la Argentina que se viene, señala el economista Alberto Arriazu, director del estudio que lleva su nombre. En oportunidad de disertar en el marco del ciclo de charlas de la Fundación del Tucumán, el experto señaló a LA GACETA que “la Argentina está frente a una de las típicas crisis” que se ha sometido a lo largo de su historia socioeconómica. Y, como sostenía Alesina, el país requiere volver algunas variables a equilibrio, recuerda Arriazu, en la entrevista con nuestro diario.
-¿Dónde estamos y hacia dónde vamos económicamente?
-Si se tomaran los principales indicadores de la Argentina y se los compara con los de Estados Unidos y los países de la zona Euro, podríamos inferir que tenemos mejores índices. Pero nuestro riesgo país está 700 puntos por encima de EEUU. Y esto implica que, a pesar de la fotografía que están mostrando aquellos indicadores, la gente no nos cree. Y esto está vinculado con las crisis periódicas a las que nos sometemos, con la ruptura de los contratos y que llevan a que la sociedad no nos crea. Entonces, si se miran solamente los indicadores, puede ser que tengamos una percepción y eso no significa que no tengamos algunos problemas.
-¿No se aprovechó el viento de cola externo?
-Vamos por parte, si uno toma la cuenta corriente de la balanza de pagos, que mide la diferencia entre ingresos y gastos de un país, puede que lleguemos a ver que en los últimos 10 años ha sido positiva y negativa en el último. Financieramente, la Argentina no ha vivido más allá de sus medios. Pero hay cosas que corregir. Toda aquella mejora o viento de cola con mejora de los precios internacionales le dio al país unos U$S 182.000 millones de ingresos adicionales. Pero el sector público gastó mucho más que eso, llegando -incluso- a un nivel de récord absoluto. Mientras tanto, el sector privado comenzó a hacerlo con miedo y a sacar plata. Entonces, lo que la Argentina necesita no es un ajuste global, sino que el sector público erogue menos y el privado vuelque más dinero a inversión. Las nuevas cuentas nacionales muestran que las tasas de inversiones en el país no son las que se creían, sino mucho más baja. Y que, con estos capitales no se puede crecer, en forma sostenida, más allá del 3,5% anual. Estamos frente a una de las típicas crisis argentinas. De golpe gastamos demás y no nos alcanza la plata. Todos los argentinos debemos ajustarnos a nuestro nivel de ingreso.
-¿Cómo se hace?
-Puede hacerse en forma ordenada o desordenada. Depende de la conducta. Pero creo que la única forma de evitar que sea desordenada es a través del ingreso de capitales que vayan directamente a inversión. El Gobierno, a su vez, venía tomando una serie de medidas para normalizar esta situación externa. De hecho, Argentina no fue un país catalogado como emergente, sino como de frontera. Ahora fue puesto como no clasificado porque justamente el tema de la deuda no está normalizado. El país, no obstante, tiene todavía unos U$S 28.000 millones de reservas internacionales brutas; un control de cambio, que es malo, y un déficit en cuenta corriente que es pequeño. Eso debería hacer que baje gradualmente la economía, con recesión, suba de desempleo y baja del salario real, pero sin crisis. Pero si, en el medio, no manejo suavemente la cosa o no quiero reconocer las circunstancias, las crisis generalmente tienden a acelerarse. En el caso de nuestro país, no necesariamente caeremos en una crisis de magnitud como la de 2011-2002. Pero es necesario que el Gobierno rebalancee algunas cuestiones de política económica.
-¿Qué puede hacer a un año vista de cerrar el mandato, con una economía en recesión y con una inflación que, según las consultoras privadas, roza el 35% anual?
-Alberto Alesina, el economista italiano de Harvard, suele decir que los países generalmente tienen que hacer ajustes. Aunque la palabra resulte desagradable, esto se aplica en la casa, en la oficina, en la empresa. En todos los ámbitos. Y no es más que buscar que las variables vuelvan a su equilibrio. Pero cuando hay que hacerlo, todo el mundo intenta esquivarlo para evitar pagar los costos de esa decisión. O, en todo caso, intenta ganar tiempo. Ese escenario genera tres situaciones: conflictividad social, aumento de la inflación y baja de la actividad económica. Hoy en día, la Argentina está pasando por ese proceso. Al mismo tiempo, tenemos “un paraíso” de riqueza (así, entre comillas) denominado Vaca Muerta, que en las actuales condiciones no será explotado. Insisto, tal vez con pequeños cambios de condiciones, automáticamente entrarán capitales, pero tenemos una transición que hay que pasarla. De algún modo, había predisposición para hacer un ajuste suave. Una prueba de ello fueron los arreglos con Repsol por las acciones de YPF, el Ciadi o el Club de París. Había un enorme interés por invertir en la Argentina, porque los capitales foráneos pensaban más en las condiciones futuras que en la transición. Todo esto, sin embargo, con la batalla que libra el Gobierno con los holdouts, se paró.
-¿Qué esperan los mercados?
-Hemos visto que, pese al conflicto con los holdouts, el riesgo país apenas subió menos de 100 puntos. Esto significa que los tenedores de bonos y los mercados, en general, confían en que el país llegará a un acuerdo con sus acreedores. Pero si uno se pone a mirar el debate diario, puede que nos preguntemos de dónde sacan aquella creencia. De todos modos, debo decir que hay potenciales inversores extranjeros interesados en volcar sus capitales en el país. Lo único que están estudiando es el momento apropiado para hacerlo. Si la Argentina no hubiese entrado en la pelea con los holdouts, creo que en este momento ya hubieran entrado capitales que hubiesen compensado la baja en los precios internacionales.
“Mi opinión es que un buen ajuste fiscal hecho a principio de una gestión tiene mucho más posibilidades de ser exitoso”, comentó Alesina. También expresó que es común que los gobiernos que hacen los ajustes fiscales van a perder el rumbo, no van a ganar una elección, porque son medidas antipopulares, y recomendó que por esa situación es mejor hacer los recortes al comienzo de la gestión. Algo similar le está sucediendo a la Argentina que se viene, señala el economista Alberto Arriazu, director del estudio que lleva su nombre. En oportunidad de disertar en el marco del ciclo de charlas de la Fundación del Tucumán, el experto señaló a LA GACETA que “la Argentina está frente a una de las típicas crisis” que se ha sometido a lo largo de su historia socioeconómica. Y, como sostenía Alesina, el país requiere volver algunas variables a equilibrio, recuerda Arriazu, en la entrevista con nuestro diario.
-¿Dónde estamos y hacia dónde vamos económicamente?
-Si se tomaran los principales indicadores de la Argentina y se los compara con los de Estados Unidos y los países de la zona Euro, podríamos inferir que tenemos mejores índices. Pero nuestro riesgo país está 700 puntos por encima de EEUU. Y esto implica que, a pesar de la fotografía que están mostrando aquellos indicadores, la gente no nos cree. Y esto está vinculado con las crisis periódicas a las que nos sometemos, con la ruptura de los contratos y que llevan a que la sociedad no nos crea. Entonces, si se miran solamente los indicadores, puede ser que tengamos una percepción y eso no significa que no tengamos algunos problemas.
-¿No se aprovechó el viento de cola externo?
-Vamos por parte, si uno toma la cuenta corriente de la balanza de pagos, que mide la diferencia entre ingresos y gastos de un país, puede que lleguemos a ver que en los últimos 10 años ha sido positiva y negativa en el último. Financieramente, la Argentina no ha vivido más allá de sus medios. Pero hay cosas que corregir. Toda aquella mejora o viento de cola con mejora de los precios internacionales le dio al país unos U$S 182.000 millones de ingresos adicionales. Pero el sector público gastó mucho más que eso, llegando -incluso- a un nivel de récord absoluto. Mientras tanto, el sector privado comenzó a hacerlo con miedo y a sacar plata. Entonces, lo que la Argentina necesita no es un ajuste global, sino que el sector público erogue menos y el privado vuelque más dinero a inversión. Las nuevas cuentas nacionales muestran que las tasas de inversiones en el país no son las que se creían, sino mucho más baja. Y que, con estos capitales no se puede crecer, en forma sostenida, más allá del 3,5% anual. Estamos frente a una de las típicas crisis argentinas. De golpe gastamos demás y no nos alcanza la plata. Todos los argentinos debemos ajustarnos a nuestro nivel de ingreso.
-¿Cómo se hace?
-Puede hacerse en forma ordenada o desordenada. Depende de la conducta. Pero creo que la única forma de evitar que sea desordenada es a través del ingreso de capitales que vayan directamente a inversión. El Gobierno, a su vez, venía tomando una serie de medidas para normalizar esta situación externa. De hecho, Argentina no fue un país catalogado como emergente, sino como de frontera. Ahora fue puesto como no clasificado porque justamente el tema de la deuda no está normalizado. El país, no obstante, tiene todavía unos U$S 28.000 millones de reservas internacionales brutas; un control de cambio, que es malo, y un déficit en cuenta corriente que es pequeño. Eso debería hacer que baje gradualmente la economía, con recesión, suba de desempleo y baja del salario real, pero sin crisis. Pero si, en el medio, no manejo suavemente la cosa o no quiero reconocer las circunstancias, las crisis generalmente tienden a acelerarse. En el caso de nuestro país, no necesariamente caeremos en una crisis de magnitud como la de 2011-2002. Pero es necesario que el Gobierno rebalancee algunas cuestiones de política económica.
-¿Qué puede hacer a un año vista de cerrar el mandato, con una economía en recesión y con una inflación que, según las consultoras privadas, roza el 35% anual?
-Alberto Alesina, el economista italiano de Harvard, suele decir que los países generalmente tienen que hacer ajustes. Aunque la palabra resulte desagradable, esto se aplica en la casa, en la oficina, en la empresa. En todos los ámbitos. Y no es más que buscar que las variables vuelvan a su equilibrio. Pero cuando hay que hacerlo, todo el mundo intenta esquivarlo para evitar pagar los costos de esa decisión. O, en todo caso, intenta ganar tiempo. Ese escenario genera tres situaciones: conflictividad social, aumento de la inflación y baja de la actividad económica. Hoy en día, la Argentina está pasando por ese proceso. Al mismo tiempo, tenemos “un paraíso” de riqueza (así, entre comillas) denominado Vaca Muerta, que en las actuales condiciones no será explotado. Insisto, tal vez con pequeños cambios de condiciones, automáticamente entrarán capitales, pero tenemos una transición que hay que pasarla. De algún modo, había predisposición para hacer un ajuste suave. Una prueba de ello fueron los arreglos con Repsol por las acciones de YPF, el Ciadi o el Club de París. Había un enorme interés por invertir en la Argentina, porque los capitales foráneos pensaban más en las condiciones futuras que en la transición. Todo esto, sin embargo, con la batalla que libra el Gobierno con los holdouts, se paró.
-¿Qué esperan los mercados?
-Hemos visto que, pese al conflicto con los holdouts, el riesgo país apenas subió menos de 100 puntos. Esto significa que los tenedores de bonos y los mercados, en general, confían en que el país llegará a un acuerdo con sus acreedores. Pero si uno se pone a mirar el debate diario, puede que nos preguntemos de dónde sacan aquella creencia. De todos modos, debo decir que hay potenciales inversores extranjeros interesados en volcar sus capitales en el país. Lo único que están estudiando es el momento apropiado para hacerlo. Si la Argentina no hubiese entrado en la pelea con los holdouts, creo que en este momento ya hubieran entrado capitales que hubiesen compensado la baja en los precios internacionales.