Aznar regaló 26 clásicos en dos horas de pura inspiración

El músico interpretó anoche sus canciones y las de artistas renombrados en un show de dos horas.

CANCIONES. Pedro Aznar presentó un repertorio variado. TÉLAM CANCIONES. Pedro Aznar presentó un repertorio variado. TÉLAM
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Charly García, David Lebón, Elton John, Atahualpa Yupanqui, Manuel Castilla/Cuchi Leguizamón, los Beach Boys, Chico César, María Elena Walsh, John Lennon, Os Paralamas, Green Day y los Rolling Stones compusieron las canciones a las que anoche les sacó brillo Pedro Aznar. Agregadas a las suyas, por supuesto. Eso es “A la carta”, repertorio elegido por los fans que no es otra cosa que una impresionante catarata de hits. Dos horas de clásicos en continuado, dos bises y a corear, hasta muy tarde, eso de “cuando el ojo brilló, entendí, cuando me crecieron alas, volé…”


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Hay un ramo de rosas extendido en la pantalla. Aznar canta, acaricia el bajo y la banda encuentra el exquisito tono jazzístico de “Amor de juventud”. Se luce el batero Julián Semprini, casi un sesionista en plena siesta de Nueva Orleans. La altísima calidad musical del show está marcada por esos picos sensibles e inspirados. Después, la muerte y “que al fin la mala fortuna se vaya a dormir un rato/ se quite traje y zapatos/ se olvide de mi existencia./ Que yo frente a su sentencia/declaro mi desacato”. Hay en esa canción un mantra sonoro –como en “Want”, de The Cure- que de tan hipnótico se pegotea en la piel. Para siempre.


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Aznar arranca guitarra en mano. Con “Quebrado”, por supuesto. Después acomoda el bajo en el hombro y se da el gusto de meter el solo de la noche al compás de “Mientes”. ¿No era el tema para cerrar el recital? Entonces se sienta al piano y “Ya no hay forma de pedir perdón”, más “Rencor”. Vuelve a las cuatro cuerdas para, un rato más tarde, saltar a la guitarra acústica. Del mameluco blanco a este sobrio crooner de oscura elegancia pasó una vida musical siempre en dirección ascendente. Si Spinetta es el amo de la poesía, Aznar es el señor de los sonidos. Charly es, afortunadamente, otra cosa.


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En Salta, los bises fueron cortesía de Radiohead y Sting. A Tucumán le tocaron Green Day (“Wake me up when september ends”) y los Stones (“Wild horses”). Mientras Billie Joe Armstrong reinterpreta a los Everly Brothers junto a Norah Jones, Aznar se apropia de su hit y le regala al guitarrista Coqui Ortiz un rato de exclusivo spot. Después, Jagger y Richards, todos sentados y con un agujero de melancolía tan profundo como la esencia del blues. Y a casa.


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La pantalla de fondo, por momentos bien utilizada. Aznar en el medio, los teclados de Tomás Fares a la izquierda y la batería a la derecha. Como wines adiestrados para tirarle toda clase de centros al nueve. Y Aznar, en el área chica, jamás perdona. Detrás, corriendo la cancha, la guitarra y el percusionista Alejandro Oliva. Un poco de fútbol cinco sincronizado a morir, como esos relojes que nunca atrasan y dan la hora con la inefable precisión de un golazo. Gran banda para un gran show.


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El segmento folclórico fue bellísimo, tanto como el perfil de Eulogia Tapia dibujado en los colores gastados de la foto. De los covers, marca registrada de la casa, imposible no detenerse largo rato en el “Faro de los ahogados”. Las chicas, claro, se derriten en el baño maría de “A primera vista”. Aznar ha decodificado el portugués a puro buen gusto. La platea, escasamente participativa –esas cosas de ver un recital en una butaca-, apenas levanta la voz para corear “Como la cigarra”. Lo de “Sólo Dios sabe” no vale, porque el canon lo dirigió Aznar desde las tablas. Además, a esta altura de la historia, Brian Wilson no va a ofenderse.


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Cosas que no hizo Aznar: mencionar a Cerati, mencionar a Mercedes Sosa, mencionar a Spinetta, mencionar a Charly. En otras palabras, adosarle alguna arista demagógica a semejante aluvión de clásicos. A veces es necesario ratificar que quedan artistas portadores de tamaña honestidad.


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Y hablando de Mercedes Sosa, vale un apunte para el coliseo. La mística de un escenario no se construye de un día para el otro. En el antiguo Plaza los fantasmas son los de un western, un policial bien negro, hasta ET recortándose sobre la luna. Gustavo Santaolalla y El Cigala ya dejaron sus marcas y Aznar agregó el pulso del bajo en “Viernes 3 AM” para seguir edificando alguna leyenda que, tal vez, dentro mucho tiempo, alguien podrá narrar. Por ahora es un teatro niño, dando los primeros pasitos. Por eso, como a todo chico, hay que cuidarlo tanto.


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Si Lennon y Yoko protagonizaron una de las grandes historias de amor del siglo XX, Aznar lo subraya en fotos, mientras canta eso de que “soy un tipo celoso”. Todavía hay quienes dicen que a los Beatles los separó Yoko. En fin. Antes, Mariana Arias corría en el laberinto borgeano porque “Ella se perdió”. Y después, a toda velocidad, transcurrieron las “Fotos de Tokio”. Aznar, sabio, cerró el telón a las 0.18, Antes había dejado una recomendación: “no aceptes regalos de un extraño que es deshonra/no dejes un gracias sin decir”.

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