Estrella x 2: Miguel Ángel y Paula se abrazaron en Tucumán

Ella canta desde tango hasta chanson française con su grupo; él es un gran pianista clásico, que todas las noches, dice, sueña con la provincia

DE TAL PALO, TAL ASTILLA. El padre en Francia, la hija en Buenos Aires; los dos viven por y para la música.  la gaceta / foto de diego aráoz DE TAL PALO, TAL ASTILLA. El padre en Francia, la hija en Buenos Aires; los dos viven por y para la música. la gaceta / foto de diego aráoz
04 Noviembre 2014
Los dos estaban en Tucumán pero no se habían visto hasta que se reunieron para la entrevista conjunta que LA GACETA les hizo en el bar del Centro Cultural Virla. Paula Estrella recibió a su padre, Miguel Ángel Estrella, con un abrazo; se besaron y cuchichearon un rato.

“Antes nos veíamos más, pero yo vivo en Buenos Aires y él está haciendo su carrera allá, en París -bromeó Paula-. Antes estaba muy pegada y ahora nos vemos muy poco”.

- La música es el nexo...

P- Eso es lo más lindo que él me dio. Abrir los ojos a la mañana y confundir el sueño con la partitura de Bach.

MAE- Desde muy chicos a mis hijos los despertaba mi piano y, cuando vivía mi mujer, ella cantaba canciones de María Elena Walsh.

P- Mi vieja murió cuando tenía tres años. Pero me ha pasado de escuchar un timbre de voz que hace que me caigan las lágrimas. Hay un registro de su voz en mi cerebro y en mi corazón, el recuerdo. Con mi viejo reconozco si una sonata de Liszt o de Beethoven es o no su versión: es también como un timbre conocido.

MAE- Vivíamos en un sexto piso en Montmartre (París); ella llegaba y desde la planta baja detectaba lo que yo estaba tocando (tararea). Su madre era mezzo, como ella; no tenía su volumen pero sí un timbre único, y la eligieron como una de las mejores cantantes en aquel momento. Después las discográficas querían vendernos como la pareja ideal. En Buenos Aires a veces íbamos a la Villa 31, donde conocimos al cura (Carlos) Mugica; llevábamos una guitarra, y Marta cantaba.

- ¿Eran de formación cristiana?

MAE- En todo ese tiempo ocurrió el Concilio Vaticano II (1964), que nos reconcilió con la Iglesia. Nosotros éramos de formación cristiana, pero teníamos mucha discordancia con los confesores. Después me alejé y ahora, con Jorge Bergoglio, volví a reconciliarme con la Iglesia. Pero esta vez es muy fuerte.

- ¿Qué es “Un niño, una promesa”?

MAE- Un programa muy hermoso. Damos conciertos con Paula y con Javier Estrella (el otro hijo) en distintos lugares, hasta en los Emiratos Árabes. Es una cosa fuerte en mi vida. Todo lo que se recauda contribuye a la educación de chicos palestinos que viven en campos de refugiados.

- ¿Cómo es el tema con el papa Francisco?

MAE- Bergoglio es de Flores Sur, el barrio donde vivíamos. Un día, tocando Bach, escribí una carta: “hoy es un día muy especial en mi vida (era 15 de diciembre, el día que me secuestraron). Por primera vez tengo ganas de tocar en el Vaticano. Quiero que sea un concierto para la niñez, que todo el beneficio sea para niños palestinos, chicos que no conocés todavía y chicos que sí conocés, de la Villa 31, donde hace años creé la Casa de la Amistad Carlos Mugica”. A los cinco días me sorprendió la respuesta: “Miguel Ángel, qué hermosa vida la tuya con la música, con los niños, el arte, la poesía. Que Dios te bendiga. Te encomiendo a la Virgen de Luján. Estamos en contacto”. De ser un antivaticano, este Papa me devolvió la fe por todo lo que está haciendo. Hay sectores conservadores terribles; la pelea que le toca es brava, pero yo le tengo fe porque es un hombre inspirado. Descubrí en él, por ejemplo, que había un G-20 en San Petersburgo. Él no le escribió a cualquier dirigente sino a Vladimir Putin, pidiéndole que impida la invasión a Siria, porque él sabe que detrás de todo está el petróleo, y la situación allá, con los millones que se van, muertos de miedo de perder todo.

- Muchos la están pasando mal...

MAE- Vivimos una época muy dramática, con los yihadistas o esos que secuestran adolescentes para la trata. Los cultos tienen que tener hombres y mujeres muy sagaces, buenas espadas, porque se trata de elegir un mundo nuevo que es posible. Pero tanto sufrimiento... Así como a nosotros nos tocó una dictadura feroz, hay otros pueblos que son discriminados por el color de la piel, por la religión, y las guerras de religión han sido históricamente brutales. El Papa es una de las buenas espadas de este tiempo.

- Usted profesa el culto de la música. Ha llevado a Bach y a Beethoven a las villas.

MAE- La música te provoca un estado de espiritualidad. Estaba tocando Bach y le escribí al Papa, pero todos los días me pasa (a veces toco para mis muertos). Cuando era muy chico y vivíamos en un caserío santiagueño (Vinará) jugaba a la pelota, a las bolillas, pero mi asunto era cantar y bailar. Me subía a un árbol y cantaba a voz en cuello. Mi abuela, que era muy religiosa, me hacía rezar todos los días un rosario, y quería que yo fuera sacerdote.

- ¿Cuándo te decidiste por la música, Paula?

P- El canto fue lo primero. A mí me daba mucha vergüenza y cantaba a escondidas. En los coros se peleaban por mí porque era hija del músico; estaba en los dos coros de la escuela porque afuera de casa me costaba menos. El hermano de mi mamá adoraba la ópera, y creía que yo iba a ser cantante lírica.

- ¿Y que géneros cantás?

P- Tengo una formación bastante lírica, pero canto blues, rock, tango y canto en francés. Lo loco de la música es que en París siempre tuve la necesidad de cantar tango, y lo llevo en la piel, pero ahora que vivo acá tengo necesidad de cantar en francés, canciones de Edith Piaf...

MAE- Hay algo que ella no cuenta nunca: había un concurso para jóvenes cantantes en París, y el premio era cantar Carmen (de Bizet). Lo ganó ella pero después no se presentó.

P- Él piensa que yo fui cobarde, pero todo se diluyó. Soy actriz también, pero fue un momento en que me dio un metejón con el canto y dejé atrás a la actriz.

- ¿Hubo un día en que sintió orgullo de su hija cantante?

MAE- Cuando estaba preso yo pensaba que podía ser actriz y cantante, hasta que un día descubrí lo que ella era capaz de hacer con el canto. En un concierto de Música Esperanza, para el Día de la Mujer, fuimos a la cárcel de Ezeiza. Toqué Chopin (yo toco con los ojos cerrados) y cuando terminé las reclusas estaban todas alrededor del piano. Y me pedían un tango...

P- “Ya está de música clásica, ¿no hay alguien que se cante un tanguito?”, dijo una de ellas. Yo hacía sonido con un amigo, que tenía una guitarra…

MAE- Cantó “Malena”, y yo nunca había escuchado una versión mejor.

- ¿Cómo es volver a tocar en Tucumán, Miguel Ángel?

MAE- Tucumán siempre fue mi test; siempre los programas los probé acá, donde me sentí amado, por los vecinos, por los naranjos… Soy muy tucumano. Yo sueño todas las noches con Tucumán.

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