El silbato en el diván

Cuestiones del referato, abordadas desde la psicología, por Pablo Pérez Toranzos.

“NARANJA”. Pérez Toranzos también se desempeña como mánager de Tucumán. “NARANJA”. Pérez Toranzos también se desempeña como mánager de Tucumán.
06 Noviembre 2014
“Cuanto más profesionalizado está el deporte, menos detalles se dejan librados al azar. La cuestión psicológica va cobrando cada vez más importancia”, grafica Pablo Pérez Toranzos, mitad psicólogo, mitad mánager de Universitario y de los “naranjas”, en una concisa introducción a la novedad que significó este año la capacitación psicológica de los árbitros de la URT. Tras el congreso nacional de referees realizado por la Unión el año pasado, los encargados de la comisión arbitral, Alfredo García y Juan Viola, con el apoyo del presidente Fernando Martoni, decidieron darle continuidad a lo expuesto en esa ocasión por Fernando Saccone (psicólogo de los seleccionados nacionales) sobre la importancia de tal ciencia aplicada al referato.

“Yo presenté un proyecto que consistía en seis encuentros, en los que se iban a abordar diversas cuestiones, referidas a la motivación, toma de decisión, tolerancia a la frustración, etcétera. Son cuestiones que afectan al árbitro en algún momento”, explica Pérez Toranzos, para lo cual se vale de un ejemplo claro: “el otro día leí declaraciones de (Luis) Scola en las que confesaba que el día en que debía jugar la final de Atenas 2004, le costó mucho levantarse. Estaba agobiado, le pesaban las piernas y no sabía por qué. No se trataba de cansancio, sino de la presión y otros factores que escapan a los específicamente deportivo. Cuenta que cuando la primera pelota entró, fue tomando confianza. ¿Pero qué pasaba si la primera pelota no entraba? A lo mejor tenía un pésimo partido. Si se tiene un buen abordaje psicológico, se podría prevenir eso. No habría necesidad de esperar a que entre la primera pelota”, amplifica.

Más allá del rugby

Para Pablo, las temáticas planteadas durante la capacitación, si bien tienen un trasfondo rugbístico, no se agotan allí. “Estas cosas no se limitan al ámbito deportivo, sino que se proyectan en los demás aspectos de nuestra vida. Un jugador ordenado para jugar, muy probablemente sea ordenado para trabajar, para vivir. Y por ende, las herramientas que se adquieren también pueden ser extrapoladas a la vida diaria”, entiende.

- ¿Te parece que el psicólogo llegará a ser un miembro estable en el staff técnico de los clubes?

- Sin duda. Pero hay que tener en cuenta de que lo más importante en la vida de los clubes es el rugby infantil. Los niños y adolescentes son como esponjas. Allí es donde debe trabajarse la transmisión de los valores, el compromiso, la tolerancia a la frustración, y demás. Un plantel superior será exitoso como consecuencia de un buen trabajo en infantiles. Lo que pasa es que está el problema del cortoplacismo: se quiere todo ya. No estamos muy acostumbrados a esperar, pero las fórmulas mágicas no existen.

- ¿Falla la planificación?

- Hay que ponerse objetivos realistas. Si recién comienzo y pretendo dirigir en Primera el año que viene, me frustraré y terminaré renunciando. Y también importa el cómo. Por más realista que sea el objetivo, si no trabajo en consecuencia, tampoco lo lograré.

- ¿Fue difícil lidiar con la brecha generacional entre los árbitros?

- Ahí estuvo la verdadera riqueza de estos encuentros. Hubo muy buena predisposición de los árbitros, a participar, a charlar, a compartir sus experiencias; se fueron enriqueciendo unos a otros. Desde el más nuevo hasta el que dirige hace 15 años. Yo mismo he aprendido muchísimo de ellos. Hubo una retroalimentación. Y a veces pasa que, cuando brindás una capacitación, te llevás incluso más enseñanzas de las que dejás.

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