Por LA GACETA
18 Diciembre 2014
Hasta hace unos lustros, las actividades deportivas y culturales consolidaban los lazos vecinales en los barrios. El fútbol que se practicaba en los mentados potreros era una expresión que despertaba fervor y pasión. De allí surgió más de un futbolista que luego alcanzaron trascendencia provincial y nacional. Pero la confraternidad y las acciones solidarias que el fútbol generaba en la comunidad parecieran haber comenzado a perderse.
Este fútbol de potrero fue desapareciendo y se recicló en el fútbol 5 o de salón, o en el llamado futsal, en el que intervienen dos equipos de cinco jugadores cada uno. En la noche del lunes pasado, en el gimnasio del club Central Norte, jugaba la formación de Barrio Modelo con la de Ramírez de Velasco. Casi al final del encuentro, un fallo del árbitro encrespó los ánimos de los simpatizantes y el entrenador de la segunda escuadra y agredieron al referí y a su colaborador, que alcanzaron a escapar porque los integrantes del equipo de Barrio Modelo hicieron una suerte de un escudo humano. El que no pudo salvarse de la furia de los violentos fue el veedor del encuentro, que intentó calmarlos y fue duramente golpeado: le patearon la cabeza y el cuerpo. Fue llevado al hospital Padilla, donde le practicaron una neurocirugía para extraerle un coágulo, formado a raíz de la golpiza recibida. Los dirigentes que efectuaron la denuncia policial comprobaron luego que les habían robado sus pertenencias y las de unos 12 jugadores.
Un encargado de la organización dijo que no había presencia policial en el partido porque nunca había sido necesario. “No es la esencia de este deporte. Justamente, si algo se diferenciaba esta disciplina a fútbol es que es un ambiente familiar donde la violencia no tenía lugar. Pero eso era antes y esperamos que los violentos reciban un merecido castigo para que esto no vuelva a repetirse nunca más”, afirmó. El titular de la Liga Tucumana de Fútbol aclaró que esa institución no tuvo ni tiene participación en la organización de este tipo de torneos, ya que no son clubes afiliados.
Mientras quienes juegan futsal de Facultad de Educación Física, que participan del torneo oficial de la especialidad, se hallan organizando un torneo a beneficio del directivo agredido, sería importante que la Policía identificara y detuviera a la brevedad a los agresores; seguramente estos deben ser conocidos por la mayoría del público que presenció el encuentro y por los mismos dirigentes de Ramírez de Velasco.
Esta nueva situación de violencia, esta vez en un escenario que se había mantenido hasta ahora ajeno a estos episodios, refleja un profundo malestar social en el que basta un hecho normal en un partido de fútbol, como puede ser el cobro de una infracción, para desencadenar furia y acciones delictivas.
Algo muy preocupante ocurre en el seno de la sociedad. Estas muestras de incultura están estrechamente relacionadas con la educación. Deberían preguntarse funcionarios y educadores qué está sucediendo, qué es lo que se está haciendo mal o no se está haciendo. La violencia es el resultado del desempleo, de la marginación, de la sensación de injusticia, de la corrupción, de la inequidad, pero básicamente de la falta de educación. Se ha perdido la tolerancia, el respeto por el prójimo. Si no se reacciona a tiempo, los hechos de violencia irán minando cada vez más las últimas expresiones de la cordura.
Este fútbol de potrero fue desapareciendo y se recicló en el fútbol 5 o de salón, o en el llamado futsal, en el que intervienen dos equipos de cinco jugadores cada uno. En la noche del lunes pasado, en el gimnasio del club Central Norte, jugaba la formación de Barrio Modelo con la de Ramírez de Velasco. Casi al final del encuentro, un fallo del árbitro encrespó los ánimos de los simpatizantes y el entrenador de la segunda escuadra y agredieron al referí y a su colaborador, que alcanzaron a escapar porque los integrantes del equipo de Barrio Modelo hicieron una suerte de un escudo humano. El que no pudo salvarse de la furia de los violentos fue el veedor del encuentro, que intentó calmarlos y fue duramente golpeado: le patearon la cabeza y el cuerpo. Fue llevado al hospital Padilla, donde le practicaron una neurocirugía para extraerle un coágulo, formado a raíz de la golpiza recibida. Los dirigentes que efectuaron la denuncia policial comprobaron luego que les habían robado sus pertenencias y las de unos 12 jugadores.
Un encargado de la organización dijo que no había presencia policial en el partido porque nunca había sido necesario. “No es la esencia de este deporte. Justamente, si algo se diferenciaba esta disciplina a fútbol es que es un ambiente familiar donde la violencia no tenía lugar. Pero eso era antes y esperamos que los violentos reciban un merecido castigo para que esto no vuelva a repetirse nunca más”, afirmó. El titular de la Liga Tucumana de Fútbol aclaró que esa institución no tuvo ni tiene participación en la organización de este tipo de torneos, ya que no son clubes afiliados.
Mientras quienes juegan futsal de Facultad de Educación Física, que participan del torneo oficial de la especialidad, se hallan organizando un torneo a beneficio del directivo agredido, sería importante que la Policía identificara y detuviera a la brevedad a los agresores; seguramente estos deben ser conocidos por la mayoría del público que presenció el encuentro y por los mismos dirigentes de Ramírez de Velasco.
Esta nueva situación de violencia, esta vez en un escenario que se había mantenido hasta ahora ajeno a estos episodios, refleja un profundo malestar social en el que basta un hecho normal en un partido de fútbol, como puede ser el cobro de una infracción, para desencadenar furia y acciones delictivas.
Algo muy preocupante ocurre en el seno de la sociedad. Estas muestras de incultura están estrechamente relacionadas con la educación. Deberían preguntarse funcionarios y educadores qué está sucediendo, qué es lo que se está haciendo mal o no se está haciendo. La violencia es el resultado del desempleo, de la marginación, de la sensación de injusticia, de la corrupción, de la inequidad, pero básicamente de la falta de educación. Se ha perdido la tolerancia, el respeto por el prójimo. Si no se reacciona a tiempo, los hechos de violencia irán minando cada vez más las últimas expresiones de la cordura.
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Liga Tucumana de Fútbol