Por Miguel Ángel Rouco
21 Diciembre 2014
BUENOS AIRES.- Con la perspectiva de una caída del Producto Bruto Interno (PBI) que rondaría el 2 % en el cierre de 2014, un notorio retraso en el tipo de cambio, un exacerbado déficit fiscal y un saldo comercial cada vez más pequeño, el equipo económico del Gobierno nacional comenzó a preparar los lineamientos de otro ajuste en las variables que les permita recuperar el año próximo, los bríos necesarios para afrontar la contienda electoral.
El mayor problema que enfrenta el Palacio de Hacienda no pasa por la solución con los holdouts, los bonistas no reestructurados que reclaman el pago de títulos de deuda en default. La agenda de la Casa Rosada está signada por la abrupta caída del empleo y por el creciente número de despidos que afecta al sector privado, todo ello envuelto en el asfixiante celofán inflacionario.
El ministro de Economía, Axel Kicillof, está centrado en buscar una reactivación rápida de los niveles de actividad económica, en especial, en las producciones exportables. El funcionario nacional no pudo resolver la escasez de dólares que marcó a 2014 y, de no ser por el swap (intercambio de monedas) con China, las reservas internacionales del Banco Central hubieran mostrado su costado más flaco. Al mismo tiempo, la licitación del nuevo sistema de telefonía celular 4G le permitió al Banco Central sumar esta semana más de U$S 500 millones a sus reservas, gracias a los pagos efectuados por las telefónicas Personal y Movistar. Según fuentes del mercado cambiario, la autoridad monetaria se alzó con U$S 250 millones, de los cuales U$S 209 millones correspondieron a un pago efectuado por Telecom y U$S 41 millones a compras de mercado.
Hasta aquí, el conjunto de variables aplicadas en 2014 fracasó. “Todo salió mal, la devaluación no mejoró la competitividad, la suba de las tasas de interés no frenó la inflación y metió la economía en el freezer, el swap chino no frenó el apetito por el dólar y la suba de impuestos a los autos derrumbó la actividad industrial. En otro momento, Kicillof hubiera tenido que renunciar”, explicó un economista.
Ante esta funesta experiencia, el ministro deberá adaptar el relato a la realidad. Si bien parece inevitable una nueva devaluación del peso, en el Palacio de Hacienda se trabaja a toda prisa para devolver a la industria automotriz, la dinámica que supo tener años atrás. En principio, y por decreto, el Gobierno nacional va a modificar la base imponible del impuesto a los vehículos de alta gama con el objetivo de liberar del gravamen a los automóviles de mediano valor y que ello provoque una baja del precio en los modelos de menor valor que las terminales subsidian con los autos de lujo.
La segunda medida que prepara el equipo económico, aunque no está definida, consistiría en permitir a las terminales que fabrican automóviles descontar del Impuesto a las Ganancias, la deuda de divisas que tiene el Estado nacional por las importaciones de autopartes. Otra alternativa posible que estudia Kicillof es la liberación del precio del petróleo crudo, en el mercado interno -que ahora está subsidiado-, y una baja del precio de los combustibles líquidos, tras la caída de los valores internacionales del crudo, que esta semana terminaron por debajo de los U$S 60 el barril. Aunque esto golpeará la caja de la petrolera estatal YPF, el menor ritmo de inversión en el megayacimiento de Vaca Muerta, compensaría la ecuación.
Con estas medidas, el titular del Palacio de Hacienda espera devolver la actividad al sector automotor y dinamizar la producción. Sin embargo, el problema no es sólo de la industria automotriz. El sector de bienes durables, como los electrodomésticos de línea blanca y los equipos electrónicos, afronta problemas similares y requiere de otras soluciones. La inflación perforó el bolsillo de los sectores de ingresos fijos y el alto nivel de endeudamiento de las familias, frenó la demanda global. “Las industrias agotaron los recortes de horas extras y ahora van por las bajas en las plantillas de personal. La situación laboral está muy delicada”, comentó una experta de un consultora privada dedicada a los Recursos Humanos.
“Mientras el Estado siga demandando dinero, mientras no pueda bajar la presión impositiva, empujando al sector privado fuera de la cancha, ninguna medida será suficiente”, explicó otro economista.
Si Kicillof devalúa el peso y no corrige las causas de la inflación, los problemas se van a agravar y el revés de la moneda volverá a ser la caída del empleo en un año electoral.
El mayor problema que enfrenta el Palacio de Hacienda no pasa por la solución con los holdouts, los bonistas no reestructurados que reclaman el pago de títulos de deuda en default. La agenda de la Casa Rosada está signada por la abrupta caída del empleo y por el creciente número de despidos que afecta al sector privado, todo ello envuelto en el asfixiante celofán inflacionario.
El ministro de Economía, Axel Kicillof, está centrado en buscar una reactivación rápida de los niveles de actividad económica, en especial, en las producciones exportables. El funcionario nacional no pudo resolver la escasez de dólares que marcó a 2014 y, de no ser por el swap (intercambio de monedas) con China, las reservas internacionales del Banco Central hubieran mostrado su costado más flaco. Al mismo tiempo, la licitación del nuevo sistema de telefonía celular 4G le permitió al Banco Central sumar esta semana más de U$S 500 millones a sus reservas, gracias a los pagos efectuados por las telefónicas Personal y Movistar. Según fuentes del mercado cambiario, la autoridad monetaria se alzó con U$S 250 millones, de los cuales U$S 209 millones correspondieron a un pago efectuado por Telecom y U$S 41 millones a compras de mercado.
Hasta aquí, el conjunto de variables aplicadas en 2014 fracasó. “Todo salió mal, la devaluación no mejoró la competitividad, la suba de las tasas de interés no frenó la inflación y metió la economía en el freezer, el swap chino no frenó el apetito por el dólar y la suba de impuestos a los autos derrumbó la actividad industrial. En otro momento, Kicillof hubiera tenido que renunciar”, explicó un economista.
Ante esta funesta experiencia, el ministro deberá adaptar el relato a la realidad. Si bien parece inevitable una nueva devaluación del peso, en el Palacio de Hacienda se trabaja a toda prisa para devolver a la industria automotriz, la dinámica que supo tener años atrás. En principio, y por decreto, el Gobierno nacional va a modificar la base imponible del impuesto a los vehículos de alta gama con el objetivo de liberar del gravamen a los automóviles de mediano valor y que ello provoque una baja del precio en los modelos de menor valor que las terminales subsidian con los autos de lujo.
La segunda medida que prepara el equipo económico, aunque no está definida, consistiría en permitir a las terminales que fabrican automóviles descontar del Impuesto a las Ganancias, la deuda de divisas que tiene el Estado nacional por las importaciones de autopartes. Otra alternativa posible que estudia Kicillof es la liberación del precio del petróleo crudo, en el mercado interno -que ahora está subsidiado-, y una baja del precio de los combustibles líquidos, tras la caída de los valores internacionales del crudo, que esta semana terminaron por debajo de los U$S 60 el barril. Aunque esto golpeará la caja de la petrolera estatal YPF, el menor ritmo de inversión en el megayacimiento de Vaca Muerta, compensaría la ecuación.
Con estas medidas, el titular del Palacio de Hacienda espera devolver la actividad al sector automotor y dinamizar la producción. Sin embargo, el problema no es sólo de la industria automotriz. El sector de bienes durables, como los electrodomésticos de línea blanca y los equipos electrónicos, afronta problemas similares y requiere de otras soluciones. La inflación perforó el bolsillo de los sectores de ingresos fijos y el alto nivel de endeudamiento de las familias, frenó la demanda global. “Las industrias agotaron los recortes de horas extras y ahora van por las bajas en las plantillas de personal. La situación laboral está muy delicada”, comentó una experta de un consultora privada dedicada a los Recursos Humanos.
“Mientras el Estado siga demandando dinero, mientras no pueda bajar la presión impositiva, empujando al sector privado fuera de la cancha, ninguna medida será suficiente”, explicó otro economista.
Si Kicillof devalúa el peso y no corrige las causas de la inflación, los problemas se van a agravar y el revés de la moneda volverá a ser la caída del empleo en un año electoral.