Una carta de Sarmiento

A su amigo tucumano, don Benjamin Villafañe

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO. Estatua del prócer en Buenos Aires, obra del famoso escultor Auguste Rodin la gaceta / archivo DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO. Estatua del prócer en Buenos Aires, obra del famoso escultor Auguste Rodin la gaceta / archivo
El 21 de mayo de 1886, Domingo Faustino Sarmiento, de 75 años, enviaba una extensa carta a su amigo tucumano, el ex gobernador Benjamín Villafañe (1819-1893), entonces residente en Jujuy. La conocemos por la copia que conservaba Juan B. Terán en su archivo. Entre muchas otras cosas, pedía que le enviase artículos para su diario “El Censor”. Podía hacerlo, le decía, “bajo cualquier nombre y tratando los asuntos que usted juzgue de interés”.

Pensaba que, con eso, “gravitará su pluma y tendrá su inteligencia ‘éveillé’ (despierta) pues es esta la peor de las decadencias de los años: la del espíritu que no se ejercita, cuando ha sido uno de nuestros modos de sentir la existencia”. Expresaba: “Yo no he dejado de escribir, y la fundación del ‘Censor’ tuvo por móvil esta necesidad, aunque mi cuerpo empieza a flaquearme, debido a los años y sobre todo a una enfermedad crónica de la garganta (bronquios) que sin dolor me molesta”.

Agregaba que “probablemente vaya al Rosario de la Frontera a tomar baños en junio, si una familia amiga me acompaña. Si no, iré al Paraguay, huyendo del invierno de Buenos Aires, húmedo y frío”.

La misiva asestaba fuertes críticas a la situación del país, que presidía entonces el doctor Miguel Juárez Celman. Se despedía reiterando a Villafañe que “escriba y mantenga con eso en actividad sus facultades mentales”. Porque “destruida nuestra obra de regeneración, la patria infeliz queda sin embargo viva con su miseria; y no obstante que envejezcamos nosotros, sin esperanza ahora de salvarla, quedamos sin embargo viviendo y perpetuando un suicidio que no acaba”.

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