El curioso caso de los hermanos con 24 dedos, en Trancas

Oscar Cano nació con seis dedos en cada mano y pie. Lo curioso es que su hermano también tiene la misma malformación.

LA GACETA / FOTO DE MIGUEL VELARDEZ LA GACETA / FOTO DE MIGUEL VELARDEZ
12 Enero 2015

Polidactilia. Así se denomina científicamente cuando una persona tiene seis dedos en cada mano. No es una enfermedad. Es una malformación, pero en la mayoría de los casos no afecta la salud. Oscar Fabio Cano, de 58 años, tiene seis dedos, en perfecto estado y con excelente movilidad. Lo curioso es que Pita, como lo llaman sus familiares y amigos, también tiene seis dedos en cada pie. Suma un total de 24 dedos. El caso sorprende aún más porque Pita no es el único. Su hermano Jacinto Gerardo Negro Cano, de 56 años, también tiene seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie. No son mellizos. Nacieron el mismo día y casi a la misma hora, pero con dos años de diferencia.

Los hermanos Cano son conocidos en el norte tucumano. Desde Campo Redondo, pasando por Vipos, hasta Trancas, casi todo el mundo sabe de ellos. El curioso caso de polidactilia se hizo público en 1969 en Tucumán. El 3 de diciembre de aquel año, los hermanos Cano tenían 14 y 12 años de edad, cuando LA GACETA publicó una entrevista a Pita y al Negro. Fue un gran revuelo. En aquel tiempo, casi nadie sabía que ese trastorno genético se llamaba Polidactilia (del griego poly, muchos y daktylos, dedo).

En las páginas de LA GACETA, las fotos de los hermanos Cano mostrando los dedos llamaron la atención de la opinión pública. Tanto fue así que, ocho días después (11 de diciembre de 1969), les llegó una invitación para asistir a un programa de televisión de Canal 7 en Buenos Aires. El dúo subió al tren La Estrella del Norte y viajaron más de 36 horas junto a sus padres para visitar por primera vez la capital del país.

Un periodista de LA GACETA llegó a la estación Mitre, frente a la plaza Alberdi, para registrar aquella partida. La estación ferroviaria estaba atestada de gente. Había vendedores ambulantes, puestos de comida al paso, quioscos de diarios y revistas, mezclados con pasajeros que cargaban sus valijas y familiares que buscaban un sitio al costado de las vías para despedir a los viajeros.

Antes de aquella entrevista y del viaje a Buenos Aires, los chicos vivían en Campo Redondo, cerca de Vipos. Iban a la escuela y se dedicaban a cazar pájaros cantores en el monte. Los hermanos eran expertos en armar las trampas de madera. Después, su madre Amalia Noriega, los vendía en el mercado. En aquel entonces, con su esposo José Joaquín Cano tenían ocho hijos.

Aquel viaje a Buenos Aires fue una aventura en coche pulman, con aire acondicionado. Asistieron al programa de televisión Siete y medio. Ese mismo día, en el estudio de televisión, cantaba en vivo Ramón Palito Ortega. El cantautor tucumano había sacado al mercado su quinto disco. En sus propias manos, Palito les regaló un long play (disco de vinilo) a Pita y al Negro.

En Buenos Aires les prometieron que iban a recibir una casilla para que la familia pudiera vivir en mejores condiciones. Sin embargo, hasta ahora esa casilla nunca llegó a manos de la familia Cano. Alguien les mintió, pero pasó tanto tiempo que es muy difícil hallar a un responsable.

Por su origen humilde, los hermanos siguieron su vida de sacrificio y trabajo de sol a sol en el campo. Al regresar a Tucumán, Pita comenzó a trabajar en la cosecha de la caña de azúcar.

La semana pasada, 45 años después de aquella entrevista, LA GACETA volvió a buscar a los hermanos Cano. En Trancas, Pita está con su esposa y su única hija de 19 años. Amalia Noriega, la madre de Pita, tiene 80 años. Su esposo murió a principios de 2001. Ella vive a tres cuadras de la plaza de Trancas y es la Mamá Grande de una familia numerosa. Doña Amalia tiene, en total, 16 hijos, 30 nietos y cinco bisnietos. Sólo Pita y el Negro nacieron con polidactilia. Pita se instaló en Trancas y el Negro se fue a Buenos Aires, donde formó su propia familia.

Pita tiene la piel curtida por el sol. Las manos ásperas de tanto trabajo a la intemperie. Sigue siendo un experto en armar las trampas de madera, aunque ya no se dedica a cazar pájaros. Con 58 años todavía anda en su bicicleta de un lado a otro. En una rifa de una asociación de discapacitados ganó una motocicleta, aunque la usa sólo en ocasiones, porque prefiere pedalear. Nació en 1955 y en esa época, en el campo, se empezaba a trabajar desde niño. Comenzó en la cosecha de la caña de azúcar en Famaillá. Después como obrero golondrina viajó a Mendoza y a Río Negro, donde se ocupó en la cosecha de manzanas, duraznos, damascos y peras. Hoy en día trabaja en la construcción.

Estudió hasta cuarto grado. En la escuela de Vipos aprendió a leer y escribir. Es un hombre sencillo, humilde, de hablar pausado. Tiene la parsimonia del hombre de campo. A esta altura de su vida ya no le preguntan sobre los seis dedos de cada mano. Sólo algunos chicos, a veces, se acercan curiosos y Pita se comporta en tono de broma.

Dame la mano Pita, me dicen, y yo le digo, algún día vos vas a tener hijos como yo; entonces no te doy la mano me dicen y salen corriendo.

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