15 Enero 2015
"Corazones de hierro": El horror de la guerra sufrido desde el interior de un tanque
La cartelera de esta semana se actualiza con un combo clásico: una película de acción bélica, otra de romance entre jóvenes recién salidos de la adolescencia y una tercera de mitos y leyendas mágicas con la lucha eterna entre el bien y el mal.
PROTAGONISTAS. El elenco central de “Corazones de hierro”, encabezado por Brad Pitt, y el tanque Sherman llamado Fury, las estrellas del filme.
Hablar de un tanque de Hollywood es una redundancia en una película cuyo eje, precisamente, es esa arma blindada. La historia es simple: Brad Pitt (personifica al sargento Don “Wardaddy” Collier) lidera una misión en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial (abril de 1945), para romper las últimas resistencias nazis, atravesar las líneas enemigas y acercarse a Berlín abordo de un Sherman al que llaman Fury (el nombre original de la película). Obviamente, terminan asediados por alemanes y con todas las chances en contra.
El confinamiento de un grupo de militares en un espacio cerrado y rodeado de acero es un lugar visitado en la filmografía de guerras, pero casi siempre se prefirió a los submarinos que a los tanques, como es en “Corazones de hierro”, el título para América Latina del filme que hoy se estrena. Hay una excepción de gran calidad: la sobresaliente película israelí “Líbano”, de 2009, que obtuvo el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia, más allá de los filmes donde su despliegue es notorio, pero no como eje argumental.
La producción que encabeza Pitt se centra en la tensa relación de la tripulación de cinco hombres en su misión casi suicida, ante una brigada germana que los supera en número y en armamento. Al frente de las cámaras está David Ayer, un director con experiencia militar y que crece desde sus elogiados guiones para “U-571” (una de submarinos en problemas) y “Día de entrenamiento”, que el año pasado estrenó “Sabotaje”, adaptación del clásico de Agatha Christie “Los diez negritos”, con Arnold Schwarzenegger, pero sin pena ni gloria. Su próximo proyecto seguiría en la línea bélica, con “El escuadrón suicida”, una versión del comic original de la editorial DC.
La brutalidad de la guerra está presente en cada cuadro, según se aprecia ya desde los adelantos, con el caos y el horror presente en los intensos combates que se reproducen, para cortar el aliento del espectador. En el guión se trabajó en la interacción en un ambiente claustrofóbico como es el interior del vehículo entre personajes muy diferentes y complementarios entre sí (desde el líder paternalista que encarna Pitt hasta el novato sin experiencia a cargo de Logan Lerman), asediados y casi sin esperanza. En los hechos, el tanque es una tumba metálica dentro de la cual sólo esperan la sepultura.
El elenco se completa con actores con potencia dramática como Shia LaBeouf (un religioso devoto) y Michael Peña (cubre el cupo latino que se precia de tener todo producto actual de EEUU). La estética de la filmación aprovecha todos los recursos tecnológicos disponibles en este momento, aunque la inspiración conceptual del guión esté más cerca del género bélico de mitad del siglo pasado. Pese a las tentaciones, el heroísmo no desplaza a las historias de vida y la victoria no justifica las muertes en la guerra.
La película se rodó en la campiña de Oxfordshire, Inglaterra, donde se descubrió a Pitt manejando un tanque, y con los vecinos quejándose por las explosiones y el desfile de uniformes nazis en los poblados de la zona. Como dato anecdótico, se utilizó el último blindado Tiger I de la Segunda Guerra Mundial que todavía funciona, cedido por el Museo de Bovington Tanque.
El confinamiento de un grupo de militares en un espacio cerrado y rodeado de acero es un lugar visitado en la filmografía de guerras, pero casi siempre se prefirió a los submarinos que a los tanques, como es en “Corazones de hierro”, el título para América Latina del filme que hoy se estrena. Hay una excepción de gran calidad: la sobresaliente película israelí “Líbano”, de 2009, que obtuvo el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia, más allá de los filmes donde su despliegue es notorio, pero no como eje argumental.
La producción que encabeza Pitt se centra en la tensa relación de la tripulación de cinco hombres en su misión casi suicida, ante una brigada germana que los supera en número y en armamento. Al frente de las cámaras está David Ayer, un director con experiencia militar y que crece desde sus elogiados guiones para “U-571” (una de submarinos en problemas) y “Día de entrenamiento”, que el año pasado estrenó “Sabotaje”, adaptación del clásico de Agatha Christie “Los diez negritos”, con Arnold Schwarzenegger, pero sin pena ni gloria. Su próximo proyecto seguiría en la línea bélica, con “El escuadrón suicida”, una versión del comic original de la editorial DC.
La brutalidad de la guerra está presente en cada cuadro, según se aprecia ya desde los adelantos, con el caos y el horror presente en los intensos combates que se reproducen, para cortar el aliento del espectador. En el guión se trabajó en la interacción en un ambiente claustrofóbico como es el interior del vehículo entre personajes muy diferentes y complementarios entre sí (desde el líder paternalista que encarna Pitt hasta el novato sin experiencia a cargo de Logan Lerman), asediados y casi sin esperanza. En los hechos, el tanque es una tumba metálica dentro de la cual sólo esperan la sepultura.
El elenco se completa con actores con potencia dramática como Shia LaBeouf (un religioso devoto) y Michael Peña (cubre el cupo latino que se precia de tener todo producto actual de EEUU). La estética de la filmación aprovecha todos los recursos tecnológicos disponibles en este momento, aunque la inspiración conceptual del guión esté más cerca del género bélico de mitad del siglo pasado. Pese a las tentaciones, el heroísmo no desplaza a las historias de vida y la victoria no justifica las muertes en la guerra.
La película se rodó en la campiña de Oxfordshire, Inglaterra, donde se descubrió a Pitt manejando un tanque, y con los vecinos quejándose por las explosiones y el desfile de uniformes nazis en los poblados de la zona. Como dato anecdótico, se utilizó el último blindado Tiger I de la Segunda Guerra Mundial que todavía funciona, cedido por el Museo de Bovington Tanque.