25 Enero 2015
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Un contraste paisajes, con postales imponentes, caracteriza al norte de Salta. Tras transitar la Ruta Nacional 9 y pasar la Quebrada de Humahuaca (en Jujuy), se encuentra Iruya, un pueblo mágico y atrapante que parece estar detenido en el tiempo.
Nada se compara con la primera imagen que el viajero tiene de este pintoresco poblado. Iruya se presenta ante los ojos como suspendida entre los cerros, hermosa y colonial, con calles empedradas y empinadas, casitas de adobe, piedra y paja que parecen estar colgadas de las montañas.
Los paisajes de Iruya no se parecen a los de ningún otro lugar, sobre todo las imágenes de la iglesia, del siglo XVII, y de La Cruz, donde la panorámica es impactante. El sol brilla casi siempre. Y en los alrededores del pueblo surgen escenarios ideales para hacer cabalgatas, travesías en 4x4, trekking y safaris fotográficos. También se puede hacer una caminata de 4 km hasta los pueblitos San Isidro y San Juan y conocer las ruinas de Titiconte.
Iruya invita al descanso y a la meditación. El pueblo ofrece una amplio espectro de hospedajes: se consiguen desde un hotel boutique ($900 la habitación doble) hasta albergues con habitaciones compartidas a $50 por persona. Otra opción es hacer noche en Humahuaca, a poco más de una hora y media de Iruya.
Una de las actividades predilectas de los visitantes es dar vueltas por el pueblo. Puede parecer poco poco, pero es de veras todo un programa. Y si uno tiene ganas de conocer más, varios prestadores y vecinos ofrecen la guiada clásica a San Isidro, el pueblito más cercano. Con 350 habitantes actuales y un asentamiento colgado de un cerro, San Isidro es la meta ideal para quienes gustan de las caminatas por la montaña. Si bien se recomienda ir acompañado para sacarle el jugo al trayecto, la travesía puede hacerse de manera individual costeando el río. Llegar a pie hasta ahí no sólo implica hacer ejercicio, sino dar cuenta de las dimensiones y los colores que parecen más salidos de un cuadro que de la realidad.
Otras opciones
Otros de los pintorescos pueblitos montañosos del norte salteño son Nazareno y Santa Victoria. Se trata de dos localidades donde aún se mantienen la arquitectura y el estilo de vida de tiempos ancestrales. Para llegar, se accede desde La Quiaca (Jujuy), en el extremo norte de nuestro país, a través de un escarpado camino de montaña. A Santa Victoria Oeste solo se puede acceder desde el poblado de Yavi (en Jujuy).
La pesca deportiva es una de las grandes estrellas locales. Las sierras subandinas de esta zona están surcadas por caudalosos ríos en los que se practica la pesca con mosca de dorados y truchas. Una opción imperdible es la de compartir con las comunidades aborígenes. Ciertos agrupamientos de la región (wichis, chiriguanos, chané, chorotes, chulupíes, tobas y tapietes), reciben la visita de turistas, y les enseñan la confección de artesanías. También se puede hacer turismo aventura en estos parajes ideales para la práctica de trekking, rafting, mountain bike, caza y pesca.
Nada se compara con la primera imagen que el viajero tiene de este pintoresco poblado. Iruya se presenta ante los ojos como suspendida entre los cerros, hermosa y colonial, con calles empedradas y empinadas, casitas de adobe, piedra y paja que parecen estar colgadas de las montañas.
Los paisajes de Iruya no se parecen a los de ningún otro lugar, sobre todo las imágenes de la iglesia, del siglo XVII, y de La Cruz, donde la panorámica es impactante. El sol brilla casi siempre. Y en los alrededores del pueblo surgen escenarios ideales para hacer cabalgatas, travesías en 4x4, trekking y safaris fotográficos. También se puede hacer una caminata de 4 km hasta los pueblitos San Isidro y San Juan y conocer las ruinas de Titiconte.
Iruya invita al descanso y a la meditación. El pueblo ofrece una amplio espectro de hospedajes: se consiguen desde un hotel boutique ($900 la habitación doble) hasta albergues con habitaciones compartidas a $50 por persona. Otra opción es hacer noche en Humahuaca, a poco más de una hora y media de Iruya.
Una de las actividades predilectas de los visitantes es dar vueltas por el pueblo. Puede parecer poco poco, pero es de veras todo un programa. Y si uno tiene ganas de conocer más, varios prestadores y vecinos ofrecen la guiada clásica a San Isidro, el pueblito más cercano. Con 350 habitantes actuales y un asentamiento colgado de un cerro, San Isidro es la meta ideal para quienes gustan de las caminatas por la montaña. Si bien se recomienda ir acompañado para sacarle el jugo al trayecto, la travesía puede hacerse de manera individual costeando el río. Llegar a pie hasta ahí no sólo implica hacer ejercicio, sino dar cuenta de las dimensiones y los colores que parecen más salidos de un cuadro que de la realidad.
Otras opciones
Otros de los pintorescos pueblitos montañosos del norte salteño son Nazareno y Santa Victoria. Se trata de dos localidades donde aún se mantienen la arquitectura y el estilo de vida de tiempos ancestrales. Para llegar, se accede desde La Quiaca (Jujuy), en el extremo norte de nuestro país, a través de un escarpado camino de montaña. A Santa Victoria Oeste solo se puede acceder desde el poblado de Yavi (en Jujuy).
La pesca deportiva es una de las grandes estrellas locales. Las sierras subandinas de esta zona están surcadas por caudalosos ríos en los que se practica la pesca con mosca de dorados y truchas. Una opción imperdible es la de compartir con las comunidades aborígenes. Ciertos agrupamientos de la región (wichis, chiriguanos, chané, chorotes, chulupíes, tobas y tapietes), reciben la visita de turistas, y les enseñan la confección de artesanías. También se puede hacer turismo aventura en estos parajes ideales para la práctica de trekking, rafting, mountain bike, caza y pesca.
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