Por Abrehu Carlos
25 Enero 2015
En julio de 1994 se abrió un capítulo sangriento en la historia argentina. La voladura de la sede de la AMIA conmocionó al país y a la sociedad tucumana, desde el lunes 18. Dos décadas después, no cesó ese estado de ánimo. Por el contrario, se agudizó tras la muerte del fiscal Alberto Nisman. La certeza de que no hay castigos ni condenados por la acción terrorista del 94 retroalimenta la desazón colectiva. La Argentina. definitivamente, es un país jaqueado por la violencia y por la impunidad.
¿Qué pasaba en Tucumán por ese gélido mes? El gobernador Ramón Ortega recomponía su gabinete luego de una crisis. Al mismo tiempo acercaba posiciones con la fracción de Olijela Rivas. Carlos Menem, en el ámbito nacional, no le quitaba la mirada a la marcha de la Convención Constituyente reunida en Santa Fe, ya que le obsesionaba su reelección.
El efecto sorpresa
La reaparición del terrorismo internacional con el atentado a la mutual judía cambió en parte esa agenda. En marzo de 1992, la embajada de Israel en Buenos Aires había recibido el primer golpe. Pero ese llamado de atención quedó en mera anécdota, pese a su gravedad y a los 29 muertos.
Brutal atentado terrorista: 26 muertos y 130 heridos, tituló LA GACETA el martes 19. Como se sabe, el número final de víctimas mortales ascendió a 85. En esa edición se citaban análisis de expertos que describían graves deficiencias de los servicios de inteligencia argentinos y fallas de su par israelí (el Mossad). También reproducía un artículo del New York Time, publicado en mayo, que advertía sobre un atentado en Buenos Aires por parte de Hezbollah (Partido de Dios), tendencia proiraní. ¿El móvil? Una represalia por una acción militar israelí en el Líbano. Sin embargo, el gobierno de Menem no tomó precaución alguna. Días después del cruento episodio, el presidente dijo que Hezbollah se atribuía la paternidad del hecho.
Primeras reacciones
Menem calificó de bestias a los ejecutores de la voladura el mismo lunes trágico. En Tucumán, en la sede de la DAIA, se concretó por la tarde el primer acto de repudio. El terrorismo internacional fundamentalista asentó sus bases en nuestra tierra, planteó la DAIA conducida por Bernardo Litvak. La Argentina amaneció de luto, dijo. Ortega manifestó que se había afectado no sólo a la comunidad judía, sino también a toda la sociedad. El diálogo y el respeto por los derechos humanos son las únicas armas válidas para lograr la unión y la paz, sostenía la Asociación Cultural y de Culto Pan Islámica, ante la operación terrorista.
Paralelamente, FR y otros partidos reclamaron en la Constituyente que el Ejecutivo nacional aclarara lo acontecido en la AMIA.
En silencio
Mientras en Beirut Hezbollah admitía su intervención en la destrucción de la AMIA, Menem creaba la Secretaría de Seguridad. A su vez, Rafael Blanca (Sociedad Sefardita) y Litvak (DAIA) convocaban a una marccha por la paz y por la vida con desemboque en la plaza Independencia. Decimos no a la violencia, aseveraron.
La marcha fue masiva, bajo una lluvia persistente. Los negocios cerraron espontáneamente, miemtras que LA GACETA apagó su cartel luminoso y las luces de la fachada del edificio. Pamela Cohen (Juventud Judía), Litvak y Ortega fueron los oradores en la plaza Independencia. El referente de la DAIA recordó que la Argentina recibió como hijos a los judíos, los gallegos, los italianos, a todos los que estamos aquí. Ortega, a su vez, pidió perdón, mil veces perdón a los familiares de las víctimas de la AMIA. Monseñor José Arbó habló de la superación de las diferencias religiosas y el rabino Daniel Levy pronunció una plegaria.
El grito del silencio. Así tituló el columnista de LA GACETA Federico Van Mameren el análisis, en el que afirmó que Tucumán y la Argentina esatán insertos en un mundo que no es ajeno a la violencia.
Contra el Islam
El sheij Mahmud Aid, director de la mezquita El Mártir de esta ciudad, denunció una campaña contra el Islam. Aid sostuvo que los musulmanes estamos siendo atacados y hemos negado toda vinculación con la explosión en Buenos Aires.
La mezquita reconocía el liderazgo del ayatollah Jomeini, el jefe político y religioso de Irán.
¿Qué pasaba en Tucumán por ese gélido mes? El gobernador Ramón Ortega recomponía su gabinete luego de una crisis. Al mismo tiempo acercaba posiciones con la fracción de Olijela Rivas. Carlos Menem, en el ámbito nacional, no le quitaba la mirada a la marcha de la Convención Constituyente reunida en Santa Fe, ya que le obsesionaba su reelección.
El efecto sorpresa
La reaparición del terrorismo internacional con el atentado a la mutual judía cambió en parte esa agenda. En marzo de 1992, la embajada de Israel en Buenos Aires había recibido el primer golpe. Pero ese llamado de atención quedó en mera anécdota, pese a su gravedad y a los 29 muertos.
Brutal atentado terrorista: 26 muertos y 130 heridos, tituló LA GACETA el martes 19. Como se sabe, el número final de víctimas mortales ascendió a 85. En esa edición se citaban análisis de expertos que describían graves deficiencias de los servicios de inteligencia argentinos y fallas de su par israelí (el Mossad). También reproducía un artículo del New York Time, publicado en mayo, que advertía sobre un atentado en Buenos Aires por parte de Hezbollah (Partido de Dios), tendencia proiraní. ¿El móvil? Una represalia por una acción militar israelí en el Líbano. Sin embargo, el gobierno de Menem no tomó precaución alguna. Días después del cruento episodio, el presidente dijo que Hezbollah se atribuía la paternidad del hecho.
Primeras reacciones
Menem calificó de bestias a los ejecutores de la voladura el mismo lunes trágico. En Tucumán, en la sede de la DAIA, se concretó por la tarde el primer acto de repudio. El terrorismo internacional fundamentalista asentó sus bases en nuestra tierra, planteó la DAIA conducida por Bernardo Litvak. La Argentina amaneció de luto, dijo. Ortega manifestó que se había afectado no sólo a la comunidad judía, sino también a toda la sociedad. El diálogo y el respeto por los derechos humanos son las únicas armas válidas para lograr la unión y la paz, sostenía la Asociación Cultural y de Culto Pan Islámica, ante la operación terrorista.
Paralelamente, FR y otros partidos reclamaron en la Constituyente que el Ejecutivo nacional aclarara lo acontecido en la AMIA.
En silencio
Mientras en Beirut Hezbollah admitía su intervención en la destrucción de la AMIA, Menem creaba la Secretaría de Seguridad. A su vez, Rafael Blanca (Sociedad Sefardita) y Litvak (DAIA) convocaban a una marccha por la paz y por la vida con desemboque en la plaza Independencia. Decimos no a la violencia, aseveraron.
La marcha fue masiva, bajo una lluvia persistente. Los negocios cerraron espontáneamente, miemtras que LA GACETA apagó su cartel luminoso y las luces de la fachada del edificio. Pamela Cohen (Juventud Judía), Litvak y Ortega fueron los oradores en la plaza Independencia. El referente de la DAIA recordó que la Argentina recibió como hijos a los judíos, los gallegos, los italianos, a todos los que estamos aquí. Ortega, a su vez, pidió perdón, mil veces perdón a los familiares de las víctimas de la AMIA. Monseñor José Arbó habló de la superación de las diferencias religiosas y el rabino Daniel Levy pronunció una plegaria.
El grito del silencio. Así tituló el columnista de LA GACETA Federico Van Mameren el análisis, en el que afirmó que Tucumán y la Argentina esatán insertos en un mundo que no es ajeno a la violencia.
Contra el Islam
El sheij Mahmud Aid, director de la mezquita El Mártir de esta ciudad, denunció una campaña contra el Islam. Aid sostuvo que los musulmanes estamos siendo atacados y hemos negado toda vinculación con la explosión en Buenos Aires.
La mezquita reconocía el liderazgo del ayatollah Jomeini, el jefe político y religioso de Irán.
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