El inmenso poder del diálogo

11 Febrero 2015

Carlos Duguech - Analista internacional

Hace apenas tres años, si alguien hubiese imaginado el fructífero diálogo que se desarrolla en La Habana (Cuba) entre las FARC (Ejército Revolucionario de Colombia) y el gobierno colombiano, seguramente le habrían adosado el mote de futurólogo. Despectivamente, por cierto. Por lo general, en el área complicada y tenebrosa de la política y el terrorismo entrelazados, la solución no podría hallarse al toque sino cuando se extingan las pasiones o los protagonistas principales cumplan su ciclo vital y los continuadores, cansados, inicien otra relación. Distinta.

Pero henos aquí, ahora, con un hecho que viene a encumbrar esa herramienta poco frecuentada para armonizar -con el diálogo, esa bendita palabra- entre partes tan heterogéneas que son una la antítesis de la otra. Y por más de 50 años lo fueron las FARC, que no era un club de amigos, por cierto, con el Gobierno colombiano.

El actual presidente, Juan Manuel Santos (foto), es un economista y periodista que fue ministro de Defensa y nada menos que de Álvaro Uribe (quien hoy se opone frontalmente al acuerdo de paz). En aquel período Santos dispuso la lucha armada contra los insurgentes de las FARC, que se adueñaron manu militari de una extensa parte del territorio colombiano. Cabe agregar que Santos escribió el libro “Jaque al Terror” (Editorial Planeta, 2009) en el que relata el duro accionar del Ministerio de Defensa a su cargo contra el grupo terrorista. Lo presentó con bombos y platillos; un libro de más de 350 páginas con documentación de primera mano.

Casi nunca se ha localizado en el planeta un lugar -esta vez La Habana- en el que convergieron los protagonistas de un larguísimo enfrentamiento que tanta muerte y dolor infringieron de uno y otro lado (no hay que olvidar a los paramilitares, tan violentos como las FARC) durante medio siglo. Casi nunca se vio, como ahora, a las partes enfrentadas dialogando intensa y minuciosamente sobre todos los aspectos del enfrentamiento.

Hay un agregado que vale tener presente y es digno de imitarse (pensando en el conflicto palestino-israelí). Sólo participan del diálogo las partes, asistidas por terceros representantes de países (Venezuela y Cuba) que nada tienen para sí, sólo el interés de aportar para facilitar la solución del conflicto.

Que las FARC asuman la vía política para lograr las reivindicaciones que querían obtener a punta de fusil y secuestros, y que el Gobierno consienta su reestructuración como fuerza política, derivada consecuencia de un diálogo a fondo y sin dobleces, es un asunto que dará que pensar a los integrantes del Comité que elige el Nobel de la Paz.

De aquí en más será de utilidad la difusión de los trascendentes acuerdos logrados sin la intervención de Estados Unidos, ni de Rusia, ni de Francia, ni de Alemania, ni del Reino Unido, ni de la misma ONU, por citar a los convidados de siempre a los “acuerdos de paz” con un rediseño de “hoja de ruta” que nos remite a las referencias laberínticas de Borges. Esas que se quedan en la tinta y el papel de efímera o ninguna eficacia.

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