Reacomodamientos y perfiles

No hay cifras confiables, pero se estima que en la provincia existen no menos de 100 artistas visuales activos; es decir, aquellos que de una u otra forma están presentes en la producción artística cotidiana.

Con una Facultad de Artes que desde hace décadas se ha constituido en un semillero, la cifra no puede sorprender. Pero, ¿cuántos de ellos pueden mostrar sus obras?

El circuito oficial se limita, en la UNT, al centro cultural Virla y el MUNT. Y en la provincia, al Museo Timoteo Navarro con sus distintas salas. Aunque existen decenas de otros espacios (muchos nacidos en las denominadas Casas del Bicentenario), los nombrados serían aquellos dispuestos para ese objetivo: exhibir arte (lo que significa, en otras palabras, espacios preparados).

La novedad en los reacomodamientos internos en las instituciones universitarias (que aún no concluyeron), es que el MUNT aspiraría a un perfil un tanto más académico y universitario, mientras que el Virla regresaría a su antigua programación; a aquella que marcó Josefina Alonso durante años hasta 2006 y que ahora continuaría Vicky Ríos.

En uno y otro caso, se puede adelantar, el llamado arte contemporáneo (el más convocante entre los jóvenes) pasaría a ocupar un lugar marginal en estas instituciones (algo que, de hecho, sucede desde hace algún tiempo en la ciudad).

En el Timoteo Navarro, lo afirma su directora, decenas de artistas continuarán en las listas de espera.

A la par de tener una programación propia, el Museo del Ente Cultural debe cobijar “compromisos” oficiales y los famosos “enlatados” que habitualmente envía la Nación o alguna empresa.

Así están las cosas en el sector público: ¿cuántos artistas pueden tener visibilidad en esta situación?

En el sector privado, las salas no dan abasto: pocas son, además, las que están en condiciones, es decir, preparadas para permitir una adecuada recepción. Y como no pueden mantenerse, no es raro encontrarse con la noticia de sus cierres. El entusiasmo inicial y la “espalda” financiera dura pocos meses en la mayoría de los casos.

Rusia Galería, Casa Managua, El Árbol de Galeano, El Cuarto Naranja y El Taller son las que sobreviven, pero, en estos últimos casos, por la dedicación también a otras actividades que les permiten mantenerse. Otro espacio es el Centro Rougés, que tiene su propia programación. Proliferan, además, casas en las que se organizan muestras.

Es obvio que la provincia necesita un Museo de Arte Contemporáneo que permita exponer gratuitamente a los artistas de esta comunidad. Esto, más allá de las iniciativas privadas que pueden o no colaborar en esa dirección.

Pero, además, hay que fortalecer los presupuestos de los museos y fijar políticas de “inclusión”, para utilizar una palabra tan cara al Gobierno. Deben ser los propios artistas quienes decidan esa política, porque en caso contrario estará alejada de los intereses legítimos de la producción artística.

Una comunidad que elogia de palabra al arte y a sus artistas, pero no le permite su visibilidad, no se merece ni un color de la paleta; ni una imagen que le posibilite reflexionar.

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