Educar a la mujer es educar a la familia

Nora Vázquez de Argiró | Profesora de Medicina de la UNT

08 Marzo 2015
En vísperas del Día de la Mujer es necesario pensar en herramientas para lograr una real igualdad, y en este sentido no hay otra mejor que la educación.

Investigaciones de la OMS señalan que las mujeres con más educación tienen mejor salud y familias más saludables, lo que contribuye directamente al bienestar de su comunidad. Otros estudios han mostrado que las mujeres son las que toman las decisiones sobre salud en el grupo familiar, y que los gastos en salud para las mujeres son entre 16% y 40% más altos que para los hombres (OPS, Salud en las Américas).

En muchas oportunidades hemos señalado la importancia de la educación materna como preventivo de enfermedad y mortalidad infantil. Solo a modo de ejemplo, en Tucumán el 52% de las madres no terminaron el secundario y la mortalidad infantil en nuestra provincia es del 13,1 por mil. En la Ciudad de Buenos Aires, donde el 69% de las madres tienen secundario completo, la mortalidad infantil baja a 8,9 por mil. Esta relación se repite, con sus altas y bajas, en las demás provincias. A mayor educación materna, menor mortalidad infantil.

Otro problema de salud y de educación es el embarazo adolescente, con el consecuente abandono de los estudios. El programa Progresar no está implementado para facilitar el acceso de las mujeres con un niño de corta edad: la mayoría de los establecimientos funcionan en horarios nocturnos, y no tienen guarderías para que los niños estén cuidados y seguros. Tiene que haber escuelas diurnas con guarderías en los lugares más necesitados.

Los argentinos hemos recibido compungidos las recientes noticias de la muerte de niños por desnutrición. Nuestro país puede producir alimentos para 400 millones de personas. En este contexto, resulta inadmisible que un niño muera por desnutrición. Sin embargo, las estadísticas marcan que hay 50.000 niños con desnutrición aguda y 700.000 con desnutrición crónica.

Para luchar contra ella, debemos saber que en muchos casos ni su origen ni su solución se limitan a una única generación . Muchas veces un niño desnutrido es hijo de una madre desnutrida, con un embarazo precoz, mal controlado, sin educación, que vive en zonas sin agua potable, sin servicios sanitarios básicos, sin gas ni luz, etc.

En la desnutrición infantil, la falta de educación materna, también cuenta junto a las otras carencias señaladas.

Sabemos que cambiar todas estas condiciones requiere la decisión política mantenida en el tiempo y recursos. O sea, encarar el problema como cuestión de Estado. No basta con destinar partidas, hace falta la planificación adecuada y los controles eficientes que permitan verificar la llegada de los recursos a los núcleos más duros de pobreza. Cuando los resultados son insuficientes, se debe revisar y adecuar los programas para tornarlos útiles. No basta con proporcionar herramientas, como la A U H, se debe posibilitar su uso, con la educación adecuada.

Las mujeres son, con mayor frecuencia, víctimas de la violencia creciente, incluido el abuso sexual. En este sentido es necesario aplicar protocolos que puedan prevenir enfermedades de transmisión sexual, como el que presentamos en 2014 en la Legislatura de Tucumán, y que aún no ha sido aprobado.

La mujer ocupa un lugar muy especial en el hogar. Educar a una mujer es educar a una familia y, por lo tanto, a la comunidad toda. Es necesario conseguir la colaboración de los hombres en esta tarea.

Si sabemos cómo cambiar esta realidad resulta una inmoralidad no hacer lo que se debe. Todos merecemos una vida mejor, y la educación de las mujeres puede facilitar el acceso a ella.

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