Lucha por un modelo productivo sin químicos

“Hay bichitos que controlan las plagas sin dañar el ambiente”, dice Carmen Reguilón.

08 Marzo 2015
A Carmen Reguilón se le iluminan los ojos cuando habla de sus bichitos. Es zoóloga, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del instituto de Entomología de la Fundación Miguel Lillo (FML). Su especialidad son los neurópteros, insectos depredadores de especies que se consideran plagas en los cultivos. “Los datos de laboratorio nos mostraban que estos insectos eran buenos para controlar las plagas en los cultivos y que con la cría se podrían obtener los suficientes para que actúen en varias hectáreas”, sintetiza.

Su condición de mujer no le generó inconvenientes durante la formación académica. Lo que no resultó fácil fue presentarse ante los productores e ingenieros agrónomos para explorar la posibilidad de que aplicaran esto en sus campos. “¿Usted viene a decirnos que hay insectos que pueden hacer el trabajo de nuestros agroquímicos?”, era la respuesta que se venía repitiendo desde mediados de los 90. Década en la que se propagó el uso de agrotóxicos, instalando un modelo productivo que hoy depende exclusivamente de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes.

“Nuestros insectos son más económicos y no dañan ni el medio ambiente ni la salud de las poblaciones cercanas a los cultivos”, dice con orgullo la investigadora. Lamentablemente, en el país no hay todavía campos que utilicen este método de control biológico.

“En los últimos años armé un proyecto que involucra a gente del Inta Famaillá, del Conicet y del Crilar para evaluar en campo la capacidad depredadora de los neurópteros en plagas de cultivos de importancia económica”, comenta Carmen que es en Argentina la única especialista en neurópteros. Ya han podido experimentar en hectáreas de frutillas y las conclusiones fueron excelentes. “Comparamos hectáreas de manejo convencional (con agroquímicos) con otras en la que liberamos estos insectos. El resultado fue que los venenos no pudieron vencer la invasión de ácaros, en cambio, nuestros bichitos mantuvieron el cultivo perfecto”, cuenta. La ventaja es que este insecto come lo que encuentra en mayor cantidad: pulgones, picudos o cualquier otro fitófago.

Hoy dice con alegría que de a poco los productores están abriendo los ojos. “Tuvieron mucho que ver las restricciones que tienen los productos argentinos en Europa. No quieren el ingreso de frutas con residuos de químicos”, añade. La esperanza es instalar un sitio para la cría de neurópteros (ya hay en Brasil y España). Un avance que podría cambiar el modelo productivo argentino.

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